Uno de los aspectos socioeconómicos más notables y exitosos del actual gobierno –sorprendentemente poco reconocido por analistas y el propio gobierno– es el significativo cambio estructural en la generación de empleo y de su calidad, particularmente resultado de la nueva Ley Federal del Trabajo del 23 de abril de 2021. Varios aspectos son relevantes al respecto.
Por un lado, la recuperación del PIB resultado de la crisis del COVID-19 ha sido extremadamente lenta; considerando que en 2020 el PIB cayó en -8.2, apenas en 2023 se habrá recuperado con respecto a 2019 (o en 4 años); el máximo del PIB trimestral de la economía mexicana alcanzado el primer trimestre de 2019 sólo fue superado el cuarto trimestre de 2022 (o en 15 trimestres). Este ha sido el costo socioeconómico del COVID-19 medido según el PIB a precios constantes, una de los peores desempeños desde que existen estadísticas en el INEGI.
Por otro lado, y sorprendentemente, el desempeño del empleo en México en los últimos años ha sido contrastante al del PIB. La población económicamente activa (PEA) de México ha venido aumentando en promedio en casi 850,000 personas anualmente durante 2010-2022; en 2022 la PEA fue de 60.1 millones y representó el 60.40% de la población de 15 años y más (siendo la diferencia la población económicamente no-activa). Fundamental, sin embargo, es que la muy significativa pérdida de empleo registrada en el IMSS –que sólo representa alrededor del 30% de la PEA, el resto con muy altos grados de informalidad– se recuperó en un período relativamente rápido: durante noviembre 2019-julio 2020 se perdieron 1.3 millones de empleos y en noviembre de 2021 ya se habían logrado los niveles del empleo registrado al IMSS de noviembre de 2019. Es decir, la recuperación de los empleos perdidos fue mucho más veloz que la del PIB: hasta marzo de 2023 el empleo adscrito al IMSS ya era 1.5 millones de empleos superior al de julio de 2021 e incluso 2.3 millones de empleos superior al de noviembre de 2019.
Otro aspecto, de índole cualitativa, es al menos igual de relevante. Desde finales de la década de los noventa el empleo eventual ha incrementado significativamente su participación en el empleo total adscrito al IMSS: si todavía en 1997 apenas representó el 4.36% del total, aumentó a niveles superiores del 16% desde 2013 e incluso del 17% en algunos meses hasta 2021; esta tendencia se convirtió en una de las principales fuentes de la creciente precarización laboral, además de la constante caída de los salarios reales.
La nueva Ley Federal del Trabajo de abril de 2021, con el objetivo explícito de reducir el empleo eventual y modalidades como la subcontratación/outsourcing, ha tenido un efecto drástico: la información de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) no sólo examina otras características de la recuperación del empleo arriba descrito, también por entidad federativa, sino que particularmente el drástico incremento del empleo permanente en contra del eventual: durante mayo 2021 (con el inicio de la nueva Ley) y hasta marzo de 2023 se generaron 1.7 millones de empleos adscritos al IMSS, de los cuales el 91.22% son permanentes y sólo 8.78% eventuales. Esta nueva tendencia contrasta con la dinámica de la generación de empleos eventuales hasta abril de 2021 (en abril de 2021 el 86.35% del empleo en el IMSS fue permanente y el 15.81% eventual).
Lo anterior refleja que el mercado laboral en México está transcurriendo por muy profundos cambios estructurales desde la pandemia del COVID-19 y con las nuevas regulaciones laborales desde abril de 2021. Las brechas entre la PEA y el empleo registrado en el IMSS siguen siendo enormes y en posteriores contribuciones profundizaremos la calidad del empleo en términos de salarios reales y otras condiciones laborales. No obstante, lo aquí descrito refleja que, por un lado, el cambio del empleo con respecto al cambio del PIB (o elasticidad) ha transcurrido por importantes diferencias desde 2019 y 2021, es decir, pareciera ser que recientemente la generación de empleo va acompañada por menores niveles de crecimiento del PIB y en sectores más intensivos de fuerza de trabajo como los servicios. Por otro lado, la significativa reducción del outsourcing y del empleo eventual –particularmente del urbano, en menor medida del registrado en el campo– es un cambio cualitativo muy positivo. No se habían registrado estos cambios en décadas en México y habrá que mantener estas tendencias –una de las más positivas del actual gobierno– en el futuro.
Enrique Dussel Peters
Profesor del Posgrado en Economía y
Coordinador del Centro de Estudios China-México de la UNAM
http://dusselpeters.com
El contenido presentado en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente representa la opinión del grupo editorial de Voces México.
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