El mundo no existe; tan sólo es una larga película hecha por un ser aburrido y solitario. El guion está escrito desde hace miles de años y sólo él sabe cuándo y cómo será el final. Las decisiones que creemos genuinas, propias de nuestro carácter, cultura o religión, tan sólo son una ilusión de la libertad. El ser humano es un esclavo; un bufón que, por fortuna, no es consciente de su condición. Nuestras vidas son una especie de Show de Truman infinitesimal en el que, a diferencia del personaje de Jim Carrey, nunca alcanzará la revelación de su condición. Por supuesto, habemos algunos malditos a los cuales el secreto nos es desvelado. Pero lejos de ser un alivio, este conocimiento combinado con la incredulidad de los borregos humanos tan sólo deviene en una mortificación suplementaria. ¿De qué sirve saber la verdad si nadie quiere escucharla? Supongo que eso mismo sintió Casandra.
Hoy conoceré al director, productor y guionista de esta mala comedia llamada la vida. Supongo que me castigará por renunciar a mi papel antes de haber declamado mis frases. Recuerdo mi otro intento. Era joven y aún creía en mi autonomía. Creía en eso que los simples llaman el amor; otra perversa ilusión que nos hace creer que podemos alcanzar la felicidad en compañía de otra persona, que podemos vivir acompasados en pensamiento con nuestra pareja. Por supuesto, mi fe en tal mito era indestructible hasta que los vi juntos besándose en el parque.
A mi edad, puede sonar ridículo el suicidarse por una decepción amorosa, pero les ruego que consideren mi estúpida adolescencia como atenuante para aquella decisión. Ya se sabe a esa edad no hay punto intermedio. Todo es en serio y todo gira en torno a uno. Sentir cómo te apuñalan el corazón es una de las experiencias más dolorosas que puede pasar el ser humano. Sin embargo, es bueno vivirlo al menos una vez y sobrevivir a ello. Te endurece y te muestra el verdadero cariz del mundo. Yo casi no lo logro. Me salvaron mis compañeros cuando iba a saltar de un tercer piso. Después del primer flechazo roto, ya no vuelves a enamorarte con la misma inocencia. Siempre tendrás miedo a que la situación se repita, pero al mismo tiempo, salvo que seas un Otelo de pacotilla, tampoco sufrirás tanto si tus peores presagios se confirman. Puedes sufrir porque la separación hace pedazos la ruta vital que te habías autoimpuesto, porque tu situación económica se verá mermada al tener que pasarle una pensión a la que pronto será tu ex, pero suicidarte por amor ya no entra en tus opciones. Yo nunca me volví a enamorar. No se confundan, he tenido relaciones varias con amistades cariñosas e incluso me he planteado casarme con alguna de ellas, como quien se muda con un compañero de piso para ahorrar en el alquiler. He querido creer que amaba a esas personas, pero sabía que, en el fondo, amaba la idea de volver a estar enamorado; de volver a la inocencia primigenia, más que de amar a la pareja del momento.
A fin de cuentas, en qué terminan las más exitosas bodas. Ambos acaban siendo una suerte de colegas que se apoyan y soportan por la sacrosanta causa de los hijos. Como si no hubiera ya demasiadas personas en el planeta. Acertaron los chinos al querer limitar el número, pero como la decisión no fue planetaria de poco sirvió. Algunos países han limitado su crecimiento de manera voluntaria. Una decisión muy loable, pero los hay que no aprenden ni a base de miseria. Ahí están los indios y los africanos. Les da igual traer a futuros hambrientos sin oportunidades y que seguramente acabarán robando o trabajando como esclavos para las multinacionales. Algunos conseguirán escapar al primer mundo donde serán odiados y considerados ladrones de trabajos. Qué sentido tiene esa vida. Sí, no me mire con esa cara como si yo fuera un eugenista sueco. Creo que toda la población mundial debe limitar su producción de bebes para que se pueda restablecer el equilibrio entre seres humanos y naturaleza. Lo que pasa es que los hay que deben reducir aun más que el resto. Mire las proyecciones demográficas, si no me cree.
No diga tonterías. Por supuesto que no me borro para aportar mi granito de arena en la salvación del planeta. Por el contrario, yo quiero su destrucción. Todos los días contribuimos a ello, aunque la mayor parte de la población haga la vista gorda. El consumo desmedido, la producción sin orden ni fin, la reproducción humana… Tarde o temprano conseguiremos hacer inhabitable este planeta y vendrán entonces los cataclismos, inundaciones, etc… Casi lamento quitarme la vida y no ver ese bonito final. A fin de cuentas, nos lo merecemos. Llevamos décadas buscando ese premio y por Dios que lo tendremos. Supongo que si pachamama, como le llama el indio apestoso de Evo Morales a la tierra, hiciera un juicio a todas las especies que han contribuido a su destrucción, los seres humanos seríamos condenados al exterminio, sin miramientos de edades o sexos. Y por supuesto, los animales considerarían muy sabia dicha decisión ya que, como es normal, querrían la venganza por tanto exterminio.
Verá, lo mío es mucho más sencillo que cualquier sacrificio o enfermedad dolorosa. El verdadero motivo por el cual me voy a suicidar es simple y llanamente, porque estoy aburrido de esta vida. No sé si existe la reencarnación, pero si tal cosa me pasase espero estar en una situación de miedo y tensión permanentes, jugándome la vida a cada rato, en lugar de languidecer entre mi opulencia. ¿Qué podría hacer mucho bien con mi riqueza? ¿A quién? ¿Por qué? Si yo tuviese el poder prohibiría que los hijos o parientes heredasen de sus padres. Si la herencia es escasa, de nada le servirá al vástago. Y si es mucha, lo convertirá en un inútil como es mi caso. Además, reflexione, ¿cuántos asesinatos se habrían evitado si los hijos, sobrinos, hermanos, etc., hubieran sabido que no iban a ver un centavo tras la muerte del rico o rica de la familia? No dudo, dada la naturaleza humana, que seguiría habiendo asesinatos por simple envidia, pero me concederá que son mayores el número de los que se producen por interés.
En fin, creo que esta videoconferencia ya está llegando a los 40 minutos y que pronto el Zoom nos cortará la comunicación. Sí, ya sé que en su fuero interno usted piensa que para ser tan rico soy un avaro de mierda por no coger la versión premium, pero el tiempo que me otorga esta plataforma me basta y me sobra para decirle que queda despedido y que usted, como psicólogo, es un incompetente. Adiós.
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