La voz, la palabra, el silencio
José Luis Díaz Gómez
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El tema es relevante a la relación entre el yo y el mundo porque la voz está vinculada a una voluntad personal y particular: el empeño y la necesidad de comunicar lo que ocurre en la conciencia.

Imagen: Travis Cooper.
Imagen: Travis Cooper.

Lectura: ( Palabras)

La voz es un dispositivo sonoro que fluye desde el venero subjetivo e íntimo de una mente, se concreta como sonido en el aparato fonador de la garganta, se difunde en el espacio interpersonal y se discierne por quien la escucha. Constituye así una extensión del cuerpo que hace al emisor figurar, comparecer y revelarse a sus oyentes. La voz humana tiene entonces varios aspectos: uno físico de vibración, otro de significado de las palabras y frases proferidas, un tercero de comunicación afectiva por sus tonos, intensidades y timbres. Esta diversidad es congruente con el origen de la palabra voz, pues su etimología apunta al menos en dos direcciones. La primera deriva del latín vox/vocis, y se refiere a las propiedades físicas de la voz humana que ocurre en frecuencias entre 250 y 3000 herz, aunque algunos gritos pueden alcanzar los 8000 herz. En esta dimensión la voz humana tiene una trascendencia personal y social, ya que está dotada de un timbre característico debido a la anatomía del cuerpo y del aparato fonador que identifica a la persona que la proyecta.

La naturaleza de la lengua
La portada del libro “La naturaleza de la lengua” muestra registros sonográficos de la voz, el vehículo sonoro del lenguaje.

A través de su emisión y recepción, la voz traspasa la barrera del cuerpo para alojarse en otros individuos e impactarlos de diversas formas. El popular bolero “Tu voz” del compositor cubano Ramón Cabrera, interpretado en la versión de Celia Cruz y la Sonora Matancera de 1950, contiene una frase memorable: “tu voz se adentró en mi ser y la tengo presa”. A esta afortunada metáfora habría que agregar la del escritor francés Daniel Pennac: “Nuestra voz es la música que hace el viento al atravesar nuestro cuerpo”, aunque cabe estipular que el instrumento sonoro de la voz está tañido por la persona en carne propia por la modulación y expulsión del aire de sus pulmones a través del aparato oro-laríngeo que vibra al compás de los significados y las emociones que expresa.

La segunda etimología de la palabra voz proviene de otro término latino, vocare, que significa “llamar”, y es la raíz de términos como vocablo, vocabulario, vocativo, vocación, evocar, convocar, provocar o revocar, que refieren a las propiedades semánticas de la lengua. En efecto, la voz humana tiene una extensión social debida a la expresión y a la percepción de la locución, no sólo en lo que se refiere al significado de lo dicho, sino a la identidad, al ánimo, la emoción o la intención del hablante. De esta forma, factores tan centrales e intrínsecos de la persona como son su identidad, emoción, pensamiento o intención no se restringen al cuerpo o al cerebro de quien habla, canta o grita, sino que, a través de las voces, verdaderos actos sonoros, se imprimen e impactan en el medio común. Recordemos que la etimología de la palabra “persona” se refiere a la máscara usada por los actores del teatro griego clásico para proyectar la voz: per-sonare, en latín. La persona es el animal que nombra al sonar. En “Acerca del alma” (II, 420) Aristóteles lo expresa llanamente: “Ha de ser necesariamente un ser animado el que produzca el golpe sonoro y éste ha de estar asociado a alguna representación, puesto que la voz es un sonido que posee representación”.

voz martin luther king
La oratoria como ejemplo patente del papel de la voz como expresión del pensamiento y la emoción humana. En la foto Martin Luther King en un discurso público en Chicago el 10 de julio de 1966.

Si bien múltiples especies animales emiten conductas sonoras que comunican estados emocionales, los ancestros humanos utilizaron la versatilidad expresiva de la voz para elaborar con ella una comunicación simbólica. A partir de esa formidable adquisición, la voz da cuerpo sonoro al lenguaje y los humanos dependemos de ella para enlazar con los demás, para informar, llamar, persuadir, invitar, vituperar, pedir y tantas otras necesidades comunicativas de la persona. Para cumplir tales nexos, la señal sonora de la voz debe ser decodificada de múltiples maneras por sus oyentes pues, además de entender lo nombrado, reconocen o no al emisor, distinguen su género o acento, notan dónde se encuentra y perciben su estado de ánimo y emociones.

La voz es un fenómeno físico, psicológico, conductual y social que, al unificar estos aspectos fundamentales de la relación mente-cuerpo, permite atisbar su unidad y su diversidad. Las diversas acepciones de la palabra voz parecen tener una confluencia en el concepto grecolatino de Logos. Hace años, en una de las inolvidables pláticas que mantuve con el filósofo hispano-mexicano Eduardo Nicol, a mi pregunta de qué le significaba el logos grecolatino, que tanto le había ocupado en sus reflexiones, respondió de entrada que el logos es la voz. La voz concebida en su sentido de viento modulado por la garganta y de símbolo del pensamiento y la palabra.

modular los tonos de voz
Movimientos de la laringe para modular los tonos de voz. (Figura tomada de: Infosalus).

El tema es relevante a la relación entre el yo y el mundo porque la voz está vinculada a una voluntad personal y particular: el empeño y la necesidad de comunicar lo que ocurre en la conciencia. El enunciado vocal tiene entonces dos polos: por un lado, están sus fuentes internas y subjetivas, como las motivaciones para comunicar algo y el pensamiento que lo deletrea, y por el otro, están sus efectos en los oyentes, y que son el objetivo de la expresión oral. Entre esos dos polos media el aparato fonador de la oro-laringe, el instrumento vibrante del cuerpo. En una revisión original y convincente publicada en 2012, Diana Sidtis y Jody Kreiman de la Universidad de Nueva York concluyeron que la voz humana constituye una encarnación del self o del yo en el contexto social porque la voz contribuye a la expresión, la percepción y el tráfico de estados y procesos mentales y subjetivos entre personas.

Es muy verosímil que la voz, en estrecha relación con la adquisición del lenguaje, haya jugado un papel central en los orígenes de la música. Dado que la variación de la voz humana resulta del tipo de sentimiento experimentado, el canto constituyó una intensificación de la sonoridad propia del lenguaje emocional y toda la música llegó a constituirse más que en una expresión, en encarnación auténtica de afectos, emociones y pasiones. El volumen, la altura, el timbre y los ritmos empleados en la música vocal fueron la manera idónea de expresar sonoramente las emociones en las culturas humanas. A mediados del siglo XIX, Manuel García, destacado maestro de cantantes de ópera, presentó en la Royal Society of Science de Londres el primer laringoscopio de su invención y sus observaciones sobre la emisión de la voz humana a la luz de este aparato pionero de la otorrinolaringología. El documento que presentó abarca las características y el funcionamiento de la voz humana, sus fundamentos físicos y biológicos en el aparato fonador, los apoyos corporales y conductuales necesarios para su óptima emisión, hasta llegar al mundo del drama y la pasión expresados en la voz y el canto, en particular en la ópera.

La contraparte aparente de la voz es el silencio, pero en la comunicación humana estos dos factores están asociados y son complementarios. En el contexto cotidiano de las interacciones cara a cara mediadas por el lenguaje, el silencio adquiere significado y contenido. La semántica del silencio ocurre de muchas formas. Un tipo de silencio consiste en oír y callar, sea cuando el escucha pondera lo que el otro dice, cuando calla como señal de aceptación (“el que calla otorga”), o cuando enmudece por estar en desacuerdo y no desea externar su sentir. Otro tipo de mutismo fue estipulado por Cajal cuando alegó que, de todas las reacciones ante la injuria, el silencio sea la más hábil y económica. Calderón de la Barca definió al silencio “retórica de amantes”, aunque convendría acotar que, en el acto del amor, la comunicación más plena y satisfactoria es táctil.

Carmelitas descalzos
Signo del silencio en San Juan de la Cruz. Monasterio de las Batuecas, Carmelitas Descalzos.

Por si quedaran dudas del valor semántico del silencio, bastarán los siguientes ejemplos para disiparlas: hay silencios conmemorativos, como guardar un minuto de silencio, silencios políticos, como el de aquella sonada marcha estudiantil del 13 de septiembre de 1968. Además, hay silencios religiosos en procesiones, en ejercicios espirituales o de meditación; hay silencios cómplices cuando le aseguramos que nuestros labios están sellados a quien nos confía un secreto. Están también los silencios heroicos de quienes no confiesan bajo tortura y los silencios mendaces y perversos de quienes niegan y ocultan la tortura. A veces sucede que, como lo afirmara Unamuno, el silencio es la peor mentira.

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