La palabra “personalidad” es una abstracción útil que intenta captar y revelar la coherencia y la consistencia que presenta cada persona en sus afectos, deseos, formas de pensar y de actuar. Si bien lo que una persona siente, quiere o realiza cambia de un momento a otro y de una situación a la siguiente, la noción de personalidad implica una configuración peculiar de estas capacidades a través del tiempo, la cual, una vez definida, es valiosa para describir, reconocer y comprender a esa persona. Por su parte, esa configuración individual es detectada y evaluada por la propia persona y así forma parte de la conciencia de sí misma, de su yo, de su ser asumido y admitido.
El estudio de la personalidad ha sido una rama tradicional de la ciencia de la psicología. Su metodología actual consiste en identificar de la manera más objetiva possible las consistencias y diferencias que presentan los procesos mentales y comportamentales de los individuos. El objetivo general de esta investigación es acrecentar el entendimiento de la persona completa, viva y funcional en tres niveles de la realidad humana: (1) a nivel de la especie, en el sentido de establecer de qué formas una persona es como todas las demás; (2) a nivel del grupo, para aclarar de qué maneras una persona es como algunas otras; (3) a nivel del individuo, para visualizar cómo una persona difiere de todas las demás.
La idea que prevaleció por mucho tiempo entre los estudiosos de la personalidad era que ciertos rasgos denominados temperamento están genéticamente determinados, que los atributos considerados como carácter se adquieren durante el desarrollo y ambos, temperamento y carácter, conforman al unísono lo que se denominaba personalidad. En general se suponía que las características de la personalidad eran marcas individuales relativamente permanentes y no modificables por las circunstancias. Pero estas nociones se han reformado a raíz de un consenso de los expertos en el sentido de que las variaciones de personalidad pueden especificarse en cinco ámbitos o dominios denominados los Cinco Grandes. Se estipula que cada uno de estos consiste en un conjunto específico de rasgos evaluables mediante diversos instrumentos y pruebas.
Los Cinco Grandes son los siguientes: (1) el factor denominado en inglés Openness to experience (“apertura a la experiencia”) se define por la búsqueda, el interés, el gusto por la novedad y la información; (2) Conscientiousness, traducido al castellano como “responsablidad,” “tesón” o “ser consciente”, se refiere a la meticulosidad en desarrollar tareas y organizar la vida práctica; (3) Extroversion (en castellano, también “extroversión”) implica la búsqueda del soporte social mediante la actividad, la comunicación, la seguridad; (4) Agreableness (“afabilidad”) se refiere a la calidez, cuidado y cooperación con los demás; en tanto que (5) Neuroticism (“neuroticismo” o “estabilidad”) es el grado de preocupación y sensación de inestabilidad o vulnerabilidad y reacciones defensivas al miedo, el peligro o el castigo. El acrónimo OCEAN facilita la recolección de los nombres en inglés de estos cinco factores.
Desde la teoría de los cuatro temperamentos de Hipócrates, hasta la formulación en la primera mitad del siglo pasado de tres biotipos, el ectomorfo, alto e intelectual, el mesomorfo, muscular y asertivo, y el endomorfo, rechoncho y jovial, se han intentado establecer fundamentos corporales de la personalidad. Se conoce ahora que los rasgos individuales de mentalidad y comportamiento se modulan y modifican por múltiples variables corporales; por ejemplo, ciertas hormonas, en especial las sexuales, las adrenales y las tiroideas, afectan o producen diversos estados de ánimo e inclinan al sujeto a comportarse de una u otra manera. Las posibles relaciones con el cerebro han dado lugar a una interdiciplina denominada neurociencia de la personalidad la cual se fundamenta en la premisa de que cualquier diferencia persistente en la emocionalidad, la motivación, el pensamiento o el comportamiento (que en su conjunto constituyen la personalidad) debe implicar pautas consistentes en la morfología o las funciones del cerebro. En la neuropsicología se conocen las alteraciones en la personalidad que ocurren en diversas patologías del lóbulo frontal y que implican trastornos en las funciones ejecutivas, en las relaciones sociales y en la conducta emocional y moral. Es muy conocido el caso de Phinneas Gage, quien sufrió un accidente que le destruyó el polo frontal izquierdo y le cambió la personalidad. Se han acumulado múltiples resultados sobre el papel de ciertos neurotransmisores, redes neuronales, módulos y sistemas cerebrales en referencia a cada uno de los Cinco Grandes factores. Sin embargo, hasta el momento no se han fijado indicadores precisos en variables morfológicas o funcionales del cerebro porque hay problemas teóricos y metodológicos que dificultan una correlación sistemática.
Brent Roberts, psicólogo estadounidense experto en la personalidad en la Universidad de Illinois, es conocido por su investigación sobre los rasgos de personalidad. En un trabajo de 2008 relató que en los últimos lustros se han obtenido evidencias de que los Cinco Grandes se modifican con la edad, con la adopción de ciertas metas y en especial en referencia a experiencias dramáticas y la manera como las personas las enfrentan, asimilan y resuelven. En efecto, diversos estudios han mostrado que las medidas cambian a lo largo de la vida, en especial las cifras promedio de cada rasgo: con la edad se incrementan rasgos como dominancia, tesón, calidez o estabilidad y disminuyen la vitalidad social o apertura. Diversos cambios de personalidad resultan del esfuerzo que los individuos invierten en los diversos roles sociales, en especial los laborales o los religiosos. Experiencias comunes, como el matrimonio, la maternidad o paternidad, la muerte de una persona amada o vivencias excepcionales, como desastres, accidentes, guerras, tragedias, conversiones religiosas o ideológicas, así como ciertas experiencias psicodélicas, pueden tener efectos, a veces intensos e irreversibles, sobre la personalidad.
Es probable que muchos cambios de personalidad a lo largo de la vida tengan un componente voluntario. La mayoría de las personas detecta rasgos problemáticos de su personalidad y desea cambiarlos para mejorar, por lo que emprende diversas acciones para lograrlo. Es así que las personas abrigan la expectativa y la esperanza de poder modificar o incluso renovar sus rasgos más negativos o problemáticos y la evidencia disponible es que pueden hacerlo dentro de ciertos límites. Hudson y Fraley han mostrado que la gente puede cambiar ciertos rasgos personales mediante la formulación de objetivos específicos, la toma de decisiones y la aplicación de intenciones enfocada a tareas parciales y asequibles.
Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, ha mostrado que las creencias de una persona sobre la posibilidad de modificar o no rasgos negativos de su personalidad se traduce en que pueda lograr éxito en ello. Postula que el factor crucial para permitir cambios en la personalidad es una mentalidad, actitud mental o Mindset y propone que existen dos formas de mentalidad ligada al self: una fija y la otra de crecimiento. Esta idea ha tenido una difusión muy amplia y se ha traducido en métodos para poner en práctica la mentalidad de crecimiento mediante el esfuerzo voluntario. Sin embargo, si bien las creencias se traducen en comportamientos particulares, no siempre es posible modificarlas de manera racional o directa, ni tampoco resulta siempre útil el esfuerzo para conseguirlo. La noción de mentalidad se orienta más hacia la auto-reflexión para determinar las actitudes que al esfuerzo por cambiarlas. Las actitudes y mentalidades cambian al ser adecuadamente detectadas, afectivamente asumidas y críticamente examinadas.
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