En el año 2000 se llevó a cabo con éxito el Congreso Mundial de la Sociedad Internacional de Medicina Interna en Cancún, asistieron internistas de todo el mundo. El año pasado debió realizarse nuevamente este Congreso en México, pero desafortunadamente la pandemia impidió que se hiciera, cuando menos de la manera tradicional. En el 2000 me hicieron la distinción de invitarme para coordinar una Mesa de Discusión acerca del campo de acción y el ejercicio del especialista en Medicina Interna. Participamos internistas de diversos países y, entre otras conclusiones, destacaron que el perfil y el ejercicio varía en muchos lugares, pero se destacó que, en Europa, los miembros de Unión Europea (UE) tienen programas de formación convalidados en las diversas naciones, mecanismos de evaluación y certificación avalados a lo largo de la Unión, lo que les permite ejercer la profesión en diferentes sitios.
Entre los latinoamericanos no había muchos puntos de coincidencia, aunque ya se venían desarrollando algunos, gracias a la acción de la SOLAMI (Sociedad Latinoamericana de Medicina Interna), lo que ha dado continuidad hasta ahora, pero se reducen a intercambios académicos fundamentalmente, lo cual, desde luego, es un gran avance, y mucho por el esfuerzo de José Luis Akaki (internista mexicano). Una conclusión (personal) fue preguntarme por qué internistas con lenguajes tan diferentes (en la Mesa participaron un checo, un francés y un español), con orígenes tan diversos, y con culturas a veces contrastantes, han podido ponerse de acuerdo y coordinarse en beneficio de sus pacientes y de ellos mismos, mientras que nosotros (los latinoamericanos) que tenemos el mismo idioma, prácticamente el mismo origen y culturas muy similares, no tenemos concordancias trascendentes. Aún no tengo una respuesta suficientemente clara que me satisfaga.

Para la reciente reunión de la CELAC que se desarrolló en la Ciudad de México, el fin de semana pasado, se plantearon diversos objetivos. Entre los más ambiciosos se estableció desarticular a la OEA, debido a que (según algunos de los participantes) no garantiza los intereses latinoamericanos, además se propuso iniciar trabajos para conformar una organización similar a la Unión Europea, pero que reuniría a los países latinoamericanos. Sobre estos dos puntos no se llegó a ninguna conclusión, quizá no se pudieron establecer ni propuestas para ser analizadas. Oí a uno de los decanos de la diplomacia mexicana, quien mencionaba que estas reuniones son planeadas por grandes expertos, que aunque procuran que se consigan los objetivos trascendentes, impiden que las Cumbres tengan fracasos estrepitosos, quizá por eso se consiguieron acuerdos de vacunación para Covid y la creación de una agencia aeroespacial, aunque prácticamente ninguno de los países que asistieron tengan un programa de desarrollo espacial, sólo Brasil y quizá México tienen planes embrionarios al respecto; y que la posibilidad de realizar masivamente biológicos para la vacunación para SARS-CoV-2 se encuentran muy limitados por el desarrollo científico y tecnológico para un programa amplio de producción. Pero salvaron la cara de la CUMBRE de la CELAC en México.
La reunión terminó con aires de escándalo al enfrentarse algunos de los jefes de Estado y de gobierno que asistieron. Se confrontaron los diversos sistemas de gobierno que coexisten en la zona. Quizá todo empezó cuando los presidentes de Uruguay y Paraguay manifestaron que estaban en la reunión, lo que no significaba que reconocieran los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua; los presidentes Díaz-Canel y Maduro (que habían llegado a última hora y de improviso) respondieron airadamente y se desató un zipizape violento y desagradable; los representantes de Colombia se retiraron de la reunión. Es cierto que en la región conviven gobiernos de muy diversa ideología y color, pero, sobre todo, de muy desigual tendencia democrática.


En Cuba después de la invasión de la isla por las fuerzas revolucionarias y su triunfo, se estableció un régimen totalitario que ha empobrecido enormemente al país, expulsando –por generaciones– a una buena parte de su población a través de un sistema de represión perfectamente organizado que puede prescindir de fuerzas públicas, porque muchas veces funciona por los mismos ciudadanos. Los tres presidentes que han ejercido en los más de 60 años de Revolución han sido designados desde la cúpula, Díaz-Canel el más reciente, atravesó por una reciente crisis de inconformidad que fue abatida y atribuida a fuerzas extrañas. En Venezuela hay un régimen también totalitario que Maduro hereda a la muerte de Hugo Chávez, que ha sido criticado y combatido en muchas partes por su falta de respeto a los derechos humanos y la crisis económica que se ha desatado como consecuencia de sus acciones de gobierno y que, pese a todo, incluidas las críticas internacionales, permanece en el poder.
En Nicaragua, después de un largo periplo en la búsqueda de un gobierno democrático, ahora Daniel Ortega busca su cuarta reelección consecutiva (ya había ocupado el cargo en dos ocasiones previas), para lo que ha combatido, exiliando o encarcelando a todos los que puedan ser sus contrincantes y a la prensa que no está a favor suyo; y como si esto fuera poco, su esposa es la vicepresidente. Al mismo tiempo hay gobiernos plenamente democráticos como los de Paraguay y Uruguay que han conseguido exitosamente la alternancia entre el centro izquierda y el centro derecha, o el de Costa Rica que parece un Estado democrático, o el de Chile que, a pesar de algunos disturbios recientes, ha tenido grandes éxitos como la doble alternancia de gobiernos socialdemócratas y de capitalismo social o neoliberales; pronto habrá elecciones que quizá consiga un nuevo gobierno tranquilamente. En Perú gobiernos con tendencias neoliberales han conseguido grandes éxitos económicos, que se han visto fracasados por la deshonestidad de varios (quizá todos) presidentes; muy recientemente se han llevado a cabo elecciones y en una disputa legal y democrática resultó electo Pedro Castillo Terrones, de tendencia francamente de izquierda, aunque sus acciones han sido discretas y moderadas, incluida su participación en la Cumbre de la CELAC, y que deseamos desde luego grandes éxitos.



No sabemos si los conflictos sucedidos en la Cumbre pudieron estar exacerbados por los discursos de Andrés Manuel López Obrador y de Miguel Díaz-Canel en la ceremonia previa al desfile conmemorativo del 16 de septiembre, en el que el primero pidió el cese del bloqueo económico americano que existe sobre Cuba, además de que llamó a la resistencia cubana la nueva Numancia y la necesidad de designar a Cuba Patrimonio del Mundo, por ello, el segundo exaltó las acciones de nuestro presidente.
La Unión Europea es uno de los grandes logros sociales, económicos, culturales y políticos que ha tenido muchos éxitos, pero su punto de partida fue que los miembros tuvieran una plataforma política con un mínimo de valores democráticos que incluía un respeto absoluto a los derechos humanos. Estas características no existen en nuestra Latinoamérica y quizá por ello la creación de una Unidad Latinoamericana quedó descartada. Una incógnita es por qué tenemos una disparidad democrática tan notable.
Gracias Dr por su reflexión muy interesante