Votar por lo menos peor
Juan Patricio Lombera

El viento del Este

94 opiniones • veces leído

A este paso la idea misma de democracia quedará desacreditada y no faltarán las voces que reclamen el retorno de dictaduras de mano dura.

blank

Lectura: ( Palabras)

El domingo pasado hubo elecciones en Colombia y los dos candidatos que se disputaran la presidencia en la segunda vuelta son un ex guerrillero comunista y un empresario trumpista. Pregunto entre mis amigos colombianos e, independientemente de sus estratos sociales y estudios, todos me dicen que, gane el que gane, Colombia pierde. De Gustavo Petro se dice que podría madurizar el país y hacerle perder todos los avances económicos de este siglo, llevándolo de esta forma a la miseria. Al tenor de lo visto a lo largo y ancho del continente entiendo que ese temor está muy bien fundado. En cuanto al empresario populista Rodolfo Hernández, se teme que conduzca al país a una nueva guerra civil. Sus declaraciones en las que se confesaba un admirador de Adolfo Hitler también son muy inquietantes. 

Unos meses atrás hubo elecciones en Chile y estoy seguro de que muchos de los votantes opinaron del mismo modo que los colombianos. Y ni qué decir que con solo ver los candidatos que contendieron por la presidencia en el Perú daban ganas de llorar. Un maestro rural que apenas había desempeñado cargos de elección popular y una mujer encarcelada en su día por corrupción  e hija de un ex presidente condenado, entre otros cargos, por homicidio. Podríamos también citar, desde otras latitudes, el retorno al poder de la familia Marcos en Filipinas de manera democrática.

Podríamos pensar que este fenómeno en las elecciones latinoamericanas y filipinas se debe a una larga tradición de dictaduras militares y una carencia de educación democrática en estos pueblos. Pero vayamos más allá. Veamos lo que ocurre en las democracias asentadas de Europa y Norteamérica; las que han marcado hasta ahora el canon.

En Inglaterra, una campaña xenófoba plagada de mentiras precedió el triunfo del Brexit. Actualmente, el primer ministro, cuyo porte me recuerda a un payaso, intenta sobrevivir al escándalo de sus fiestas privadas en plena pandemia; contradiciendo aquello que le había prohibido a su pueblo. En Irlanda del Norte, el que se consideraba hasta hace poco tiempo el brazo político del grupo terrorista Ejército Republicano Irlandés ha ganado las elecciones al parlamento local. En Francia, en la primera vuelta, los partidos neo fascistas y neo comunistas obtuvieron más del 50% de los votos. Solo el odio que se tienen entre ellos permitió el triunfo de Macron. En España, los partidos tradicionales han prevalecido, pero ya han asumido que  no podrán gobernar sin el apoyo de Podemos o Vox. En Italia, un partido creado por un payaso de profesión se hizo con el poder gracias al apoyo de los xenófobos de La liga. De hecho, estos gobernantes erráticos de la península tan sólo son una deriva iniciada por el mismo Berlusconi que ya encarnaba varios de los vicios de sus sucesores.

elecciones populistas

Vayamos ahora a la más antigua de las democracias (si obviamos el hecho de que Nueva Zelanda fue el primer país que permitió a las mujeres votar en 1893); Estados Unidos. Nuestro poderoso vecino también eligió en 2016 un empresario de porte bufonesco que, al igual que muchos de los que venimos mencionando no conocen el sentido de la palabra educación y mucho menos moderación. Sin embargo, en el caso de Trump se trata también de un largo declive de la democracia americana que empieza con la elección de un presidente que creía que el cargo le confería la impunidad, hiciese lo que hiciese. Posteriormente, eligieron a un actor de poca monta que apoyó a toda clase de genocidas en Centroamérica y, cuando nos creíamos curados de espantos, implantaron con base en un fraude electoral en Florida a un presidente incompetente cuyas mentiras sufrió el pueblo iraquí. La llegada de Trump fue la guinda del pastel en este largo camino al vacío. La toma del capitolio por un grupo de fanáticos convencidos de que la elección de 2020 había sido amañada fue la escenificación de este caos.

Como podemos ver, el virus populista, ya sea de derechas o de izquierdas, está implantado en gran parte del planeta. Al menos en aquellas partes del globo donde se vota para elegir al gobernante. De hecho, entre las elecciones que ha habido en los últimos tiempos solo recuerdo Canadá, Alemania, Australia y Nueva Zelanda como países donde la victoria de cualquiera de los candidatos no representara un trauma para aquellos que no le votaron.

Los electores sabían que elegían entre el azul cielo y un rojo muy claro y que sus vidas no cambiarían gran cosa al día siguiente de la elección. Ni siquiera Costa Rica, país ejemplar en la materia en Latinoamérica, se ha salvado de esta plaga. Y sí, en gran medida los políticos tradicionales, con sus mentiras y corruptelas, han producido esta nueva tendencia. La situación económica internacional y sus dos grandes crisis recientes también fomenta el surgimiento de líderes iluminados que se autoproclaman salvadores de la patria. Sin embargo, el problema va  más allá. Este virus es el resultado de un encono colectivo que se ha ido gestando durante décadas. En los países ricos la pérdida de prebendas sociales y de nivel de vida han sido el acicate, mientras que en los pobres el mal se ensancha con la falta de esperanza. La población mundial está irritada y pareciera no querer atender a razones. Los argumentos sobran. Lo único que importan son las emociones. Da igual que esa decisión conlleve mayores males para los pueblos. La gente está enojada y quiere dejar constancia de ello en las urnas y también en las calles a través de toda clase de organizaciones y actos reivindicativos que, en más de una ocasión degeneran en actos de vandalismo.  

Una vez me dijo mi hermano Enrique que la única vez que había votado con ilusión fue en 1988. Obviamente, no votó por el PRI. Sin embargo, por lo que me cuentan mis amigos colombianos ya ni siquiera los mesías levantan pasiones. La gente no vota para mejorar las cosas sino para que no les vaya tan mal. A este paso la idea misma de democracia quedará desacreditada y no faltarán las voces que reclamen el retorno de dictaduras de mano dura, sin saber que los regímenes despóticos acaban siempre, especialmente si son de tipo militar, en baños de sangre. Ya veremos.    

Más columnas del autor:
Todas las columnas Columnas de
5 2 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Lo que opinan nuestros lectores a la fecha