La espiritualidad y la educación
Jutta Battenberg

Espiritualidad Sin Fronteras

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La espiritualidad surge de manera natural en el ser humano desde la más temprana edad, pero necesita consolidarse y orientarse por medio, primero, del entorno familiar y social, e idealmente en el ambiente escolar.

Imagen: Lucid Eve.
Imagen: Lucid Eve.

Lectura: ( Palabras)

La espiritualidad, si bien es una capacidad humana, requiere ser desarrollada para que despliegue todo su potencial o queda inhibida y atrofiada como cualquier otra característica de la persona. De ahí la importancia de tomar acciones concretas para expandirla. Como toda habilidad, cualquier momento es bueno para iniciar su despliegue; sin embargo, mientras más temprano se empiece, mayor desarrollo será capaz de alcanzar.

El progreso de la espiritualidad se desenvuelve en dos vías: potencia e intención. La primera tiene que ver con la contundencia para manifestarse, la segunda con la moralidad de sus acciones. Ambas circunstancias están relacionadas con el proceso de enseñanza-aprendizaje, es decir, con la característica humana que permite reconocer las situaciones, dominarlas y fluir en ellas como una condición indispensable para la adaptación y la supervivencia.

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Imagen: Vector Mine.

El aprendizaje se da por dos vías: el formal y el informal. El primero corresponde al que se recibe con un objetivo específico, en alguna institución dedicada para ese fin y por el cual se recibe el certificado correspondiente. Éste es más reducido y sólo quienes tienen oportunidad de aproximarse a estas opciones puede recibir el conocimiento que ofrece. Por otro lado, el informal o aprendizaje social es una actividad propia que permite al ser humano copiar los modelos circundantes para crear su propia identidad. En este sentido, todo el tiempo se está aprendiendo y siempre todos están enseñando algo a los demás. Tomar consciencia de que permanentemente se es modelo de humanidad para otros y que los demás lo son para uno mismo, despierta por un lado la responsabilidad y por el otro la elección consciente de qué ejemplos se quieren copiar y para qué se desea hacerlo.

En cuanto a la espiritualidad, su desarrollo surge de manera natural en el ser humano desde la más temprana edad, pero necesita consolidarse y orientarse por medio, primero, del entorno familiar y social, e idealmente en el ambiente escolar. En efecto, los menores sólo pueden configurar su identidad a partir de los ejemplos, impulsos y motivaciones a las que están expuestos y que consideran significativos para ellos, de aquí la importancia de asumir consciente e intencionalmente la tarea de orientar a los menores, reflexionar qué persona se desea fomentar en ellos, qué características les van a ser útiles en el futuro y con qué herramientas les vamos a dotar para enfrentar la vida.

Desde el entorno familiar, formar la espiritualidad de un ser humano intencionalmente puede estar relacionada directamente con alguna tradición religiosa o ser totalmente independiente de cualquiera de ellas, pero siempre va a estar relacionada con las prioridades dominantes en su entorno aun cuando estos no se expresen verbalmente.

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Imagen: Wazza Pink.

El entorno social, entonces, también influye en la configuración espiritual de la persona, así los valores y las virtudes reinantes en la cultura y el ambiente en el que se crece, intervienen como opciones elegibles incluso en momentos en que se carece de criterios de juicio adecuados para considerar su pertinencia.

Por último, el ambiente escolar, en todos sus niveles, además de considerar la especificidad de su tarea, es un espacio donde la espiritualidad personal se va consolidando. Tener esto en mente tanto en el desarrollo del plan de estudios como en la mente de los educadores, permite asumir consciente y responsablemente la tarea de formar personas verdaderamente sensibles, maduras, solidarias y comprometidas.

La formación de un ser humano es una tarea que supera la función específica de los padres de familia y de la escuela, es una labor comunitaria de la que todos somos responsables. Una tarea que en el caso del despliegue de su espiritualidad implica enseñarle a salir de sí mismo para ver por los demás y aquello que nos rodea, es decir, asumir el entorno social y el correspondiente a la naturaleza con criterio y responsabilidad.

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