El canto del pájaro ciego
Bibiana Rivera Mansi
Textofilia, Colección Camaleón, 2021.
A lo largo de la historia, el tema de la libertad ha sido abordado por filósofos, psicoanalistas, religiosos y políticos. Sin embargo, según Erich Fromm, tuvimos que esperar hasta el siglo XX para que fuera considerada un derecho fundamental de cada individuo. La idea de poder participar en nuestro propio destino, por mínima que pudiera ser la participación, le dio un sentido nuevo a la palabra y nos hizo darnos cuenta de que la libertad es un concepto más complicado de lo que parece. El canto del pájaro ciego cuenta la vida de Mario, un condenado a muerte que pasó 20 años en una prisión de Estados Unidos. Gracias a la pluma de Bibiana, recorremos con él los pasillos de su día a día, conocemos a presos sanguinarios que luego se refugian en el Corán y a jugadores de ajedrez que le enseñan a Mario estrategias para defenderse del horror de ser un condenado en espera de la fecha de su ejecución. Lo vemos sortear con astucia la violencia y posesionarse de personajes bíblicos para escapar de la realidad. El canto del pájaro ciego es más que un buen argumento. Es también una reflexión sobre lo que implica ser libre.
Mario es un joven de origen mexicano que llegó, muy joven, a vivir con su familia a Estados Unidos. Tenía la disciplina que adquirió durante el entrenamiento para convertirse en clavadista olímpico, pero el sueño americano no tardó en hechizarlo, un sueño que, en su caso, tomó la forma de los coches deportivos. El poder de estar frente al volante, en control, a toda velocidad, conduciendo a quienes no sabían hacerlo, se disfrazó de libertad. ¿Cómo iba a saber que le sucedía justamente lo opuesto? ¿Que en realidad se había convertido en esclavo de un modelo?
En un primer plano, El canto del pájaro ciego cuenta las estrategias que usa Mario para sobrevivir mentalmente sano dentro de la cárcel. Los libros que suceden en prisiones suelen ser sórdidos porque la vida ahí lo es. En este caso, sorprenden la elegancia y la sensibilidad en la escritura. La falta de estridencia. El estilo, en ocasiones poético, refuerza, por contraste, las atrocidades que suceden dentro de una cárcel de alta seguridad. Están la violencia, la crueldad y la desesperanza, sí, pero Bibiana muestra esbozos suficientes para que seamos nosotros quienes los completemos. El resultado es que el lector se vuelve cómplice de la historia. El narrador no juzga a Mario. Somos nosotros quienes atamos cabos, hacemos conjeturas y decidimos si creer o no en su inocencia; si sentir o no empatía por él. Lo mismo sucede con los temas filosóficos de la novela. No hay certezas ni teorías, sólo frases pequeñas y profundas: “Las cárceles de los hombres se mueven con ellos”, leemos, “crecen con ellos. Poseen muros flexibles que se agrandan o disminuyen con el pensamiento.” ¿Cómo son los muros que contienen a la mente de Mario?, nos preguntamos. ¿La cárcel los ha ensanchado o los derrumba poco a poco?

“Dentro de la prisión existen reglas muy claras y simples. El tiempo se mide en función de las rutinas establecidas por una autoridad que, entre muchas otras cosas, limita el movimiento. En el encierro la única herramienta es la mente y los segundos dentro de esta dimensión vuelan o son muy lentos. No se puede uniformar el pensamiento.”, dice el narrador, más adelante. Las herramientas de Mario son la imaginación, el trabajo mental y la disciplina. Interpretar personajes, crear alter egos, disuelve los muros del encierro y lo lleva a descubrir otro arte: la pintura. Sin embargo, surgen nuevas ataduras. Una de ellas es la victimización. Mario admira a Malcolm X por su creencia de que el enemigo no es el compañero de celda sino el sistema de afuera. “Es contra quien hay que rebelarse”, asegura, “pues promueve los vicios y lleva a los hombres a la cárcel.” Mario se siente traicionado por la sociedad y por el mundo: “Soy como José, a quién sus hermanos traicionan”, dice. Esos hermanos, en la vida real, lo ayudan y sufren con él, pero también lo culpan. Las acciones de una persona repercuten en los demás, es inevitable. El clavadista que su familia apoyaba y admiraba “empieza a ser maldecido en el silencio de la alcoba, en la soledad de un viernes cuando nadie llama a la puerta, cuando surge la pregunta de por qué y en qué momento se dio entre todos la ceguera”, nos cuenta el narrador.
El canto del pájaro ciego está basada en una historia real. Gracias a la investigación que hay detrás de la escritura de la novela, Bibiana pudo mentir con conocimiento de causa, como decía Vargas Llosa cuando le preguntaban por qué investigaba tanto si luego aseguraba que sus novelas históricas eran 5 por ciento verdad y 95 mentira. A diferencia de la Historia, con mayúscula, la literatura no está casada con los hechos comprobables. Paradójicamente, las mentiras a veces son más reales que la verdad. Al acabar el libro, quizás sabremos poco sobre la persona en que se basa, pero habremos atisbado lo que siente y piensa un condenado a muerte. Cuáles son sus armas para sobrevivir, qué asideras encuentra en el mundo violento y cerrado del que probablemente nunca saldrá. El canto del pájaro ciego es un viaje al interior de una cárcel física y también al de las prisiones mentales que nos creamos cuando nos dejamos encandilar por espejismos.