La tecnología es un sirviente útil pero un jefe peligroso.
Christian Lous Lounge
Toda la vida hemos oído hablar de las adicciones, y sobre el complejo proceso que sucede en nuestro cerebro, donde ante ciertos estímulos, se segrega la dopamina “hormona de la felicidad”, y son tan placenteras las sensaciones, que somos propensos a quedarnos ahí enganchados. No había yo caído en cuenta sobre la adicción tan tolerada, que hoy representan los teléfonos celulares, donde es casi impensable estar alejado de ellos por tan sólo unos minutos, ya que ofrecen una fuente casi inagotable de dopamina para nuestro cerebro.
Pareciera que nos invade un deseo ya casi incontrolable, por tener acceso inmediato a una amplísima gama de satisfactores; ya sean de comunicación, de información, de entretenimiento, de relacionarnos con otras personas o grupos y/o de realizar compras de bienes y servicios en forma inmediata, entre otros. Gracias a la proliferación de éstos y otros dispositivos, así como a la disponibilidad generalizada de Internet, las personas pueden estar conectadas en todo momento y casi desde cualquier lugar del planeta. Actualmente aproximadamente 4,600 millones de personas o el 60% de la población mundial son usuarios de redes sociales, Facebook cuenta con más de 2,800 millones de usuarios activos y YouTube lo utilizan cerca de 2,000 millones de usuarios al mes, al igual que WhatsApp.
Quizá no seamos conscientes de la lucha, que libran las empresas tecnológicas que ofrecen acceso y contenido, por lograr enganchar cada día al mayor número posible de usuarios, y lograr que los mismos pasen la mayor cantidad de tiempo en su plataforma, y evidentemente a través de esta, puedan dirigirnos a ver publicidad, realizar transacciones o llevar a cabo compras y así poder obtener beneficios económicos o como se dice “monetizarnos”. Esta batalla se libra todos los días y en ella, el premio lo constituye nuestro tiempo en pantalla, nuestros clics y nuestras transacciones, pero al mismo tiempo en cada interacción con las plataformas, estamos dejando una muy larga estela de datos, de patrones de uso y de consumo, y al final del día el gran trofeo lo constituye el acceso a nuestros datos.
Nuestra conexión a través de la tecnología y la conectividad digital nos han abierto un amplio abanico de oportunidades en nuestras vidas, pero al mismo tiempo nos enfrenta a grandes desafíos incluyendo la privacidad de la información, la protección de nuestros datos, y un tema no menor nuestra salud mental.
En el libro “Homo Deus” de Yuval Noah Harari, el autor habla de un concepto denominado “Data ismo” y lo define como una filosofía o corriente de pensamiento que considera que el flujo de información y los datos son el fenómeno fundamental en el universo. Propone que los datos son una fuerza primordial que puede explicar y guiar todos los aspectos de la realidad, incluyendo los procesos biológicos, sociales y tecnológicos.
Harari sugiere que, en la era moderna, la humanidad está evolucionando hacia una sociedad impulsada por los datos, en la que la información y la capacidad de procesarla se convierten en el recurso más valioso. Según esta visión, los datos pueden ser utilizados para mejorar la toma de decisiones, optimizar la eficiencia y comprender mejor el mundo en general.
Lo anterior ya no es ficción; diariamente vemos la lucha entre empresas por el acceso a los datos y sobre todo a la interpretación de estos. Las empresas dedican hoy muchos recursos económicos y humanos a esta labor; las empresas cuentan con gran cantidad de científicos especializados en el manejo de datos, quienes mediante el uso de algoritmos y de inteligencia artificial “IA” pueden descubrir patrones y relaciones en los datos que analizan, y que los seres humanos no podemos percibir por nosotros mismos. Estos avances en la recolección y análisis de datos, junto con el desarrollo de motores de IA cada vez mejor entrenados con más y mejores datos, conducen a grandes eficiencias en prácticamente todos los campos de la actividad humana. Me han tocado ver de cerca a varios startups, haciendo grandes esfuerzos por desarrollar estas herramientas, que les den una ventaja competitiva y la cuáles puede tomar muchas formas, incluyendo; i) modelos predictivos de consumo de clientes, ii) modelos predictivos de calidad crediticia para otorgamiento de créditos, iii) modelos de análisis de datos clínicos de pacientes, entre tantas y tantas otras aplicaciones.
Poco a poco nos enfrentamos a que la IA vaya ganando terreno en nuestro entorno y nos permita dar brincos cuánticos; las nuevas tecnologías generarán millones de puestos de trabajo para ingenieros, programadores, científicos de datos y tantas y tantas profesiones alrededor de actividades relacionadas con los datos.
Un mundo dominado por el Data ismo y la IA, sin duda nos plantea grandes retos en los ámbitos éticos y sociales. El enfoque excesivo en los datos puede llevar a una reducción de la individualidad y la privacidad, así como a la deshumanización de la sociedad. También plantea interrogantes sobre quién tiene acceso y controla los datos, así como sobre las implicaciones de la dependencia de los algoritmos en la toma de decisiones importantes.
Esta revolución ya llegó y no parará y casi diría es imposible aislarse de esta tendencia, y de hacerlo, la brecha digital se ampliará a tal ritmo, que un abrir y cerrar de ojos podemos volvernos anacrónicos. Nuestra capacidad de generar y usar datos, nos mantendrá como sujetos deseables para numerosos entes públicos y privados, que buscarán la manera de monetizar el acceso y aprovechamiento de los mismos. Soy optimista del uso que le daremos a los avances tecnológicos, aunque tengo cierta preocupación por la deshumanización; debemos poner cierta distancia entre nosotros y los dispositivos y de esta tendencia de ver al hombre como un ente generador y consumidor de datos. Es imperativo disminuir la adicción que tenemos de estar siempre conectados y recuperar la capacidad de gozar el silencio, gozar a las personas a nuestro alrededor, una charla amena sin teléfonos al frente, un atardecer o una lectura de un libro o simplemente darnos la oportunidad de aburrirnos. La lucha entre las empresas por nuestra atención y por los datos, no disminuirá de ahí que la decisión de poner una pausa es solamente nuestra.
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