La fatídica decisión de cancelar el NAICM, nos perseguirá por décadas; la nueva presidenta deberá reconsiderarla
Octaviano Couttolenc

Cambio y fuera

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La ASF posteriormente cambió de opinión cuando fue presionada por el gobierno federal.

Lectura: ( Palabras)

Nadie sensato, imaginó posible que uno de los primeros actos de autoridad del gobierno entrante de México en el 2018, fuese el de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (“NAICM”), que según se decía tenía niveles de avance cercanos al 53% y sobre todo se había planteado como una solución al transporte aéreo de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (“ZMCM”) para los siguientes 50-70 años.

La decisión de cancelación se tomó de manera precipitada, y bajo el argumento central de que existía opacidad y posible corrupción en la construcción de éste, además de aducir a problemas ecológicos y medioambientales; lo cual nunca fue demostrado.

A los gobiernos de México les había tomado cerca de 20 años tomar la decisión sobre su ubicación en Texcoco ya que no era sencilla, pero contaba con amplios estudios de viabilidad y navegación aérea que lo sustentaban. El tráfico aéreo tanto nacional como extranjero que visita México pasa en buena medida por este punto neural

El Gobierno entrante sacó de la manga como alternativa una que ya había sido analizada anteriormente y que era la de construir un aeropuerto en la zona hacia Pachuca; se echó mano de los terrenos e instalaciones de la base militar de santa lucía para crear un nuevo aeropuerto, el AIFA, en una extensión de terreno quizá del 15% de lo que sería el NAICM.

Hoy a 6 años de distancia de dicho acto, vemos como una decisión política, sin los estudios adecuados de viabilidad aérea, de mercado y financiera nos salta a la vista. No hay que ser un gran experto para darse cuenta de que estamos ante el peor de los 2 mundos posibles. No tenemos un aeropuerto de vanguardia y adecuado para las necesidades de la ZMCM, sino que tenemos 2 aeropuertos insuficientes, mal conectados, con problemas de navegabilidad aérea y lo peor del caso, a un costo muchísimo mayor que el que hubiese supuesto la finalización del NAICM.

La opacidad de información de este gobierno no tiene precedentes, de ahí que es muy difícil saber a ciencia cierta la magnitud de esta decisión tan nefasta.  A finales de 2018 el gobierno saliente afirmaba que el costo del NAICM sería de 285,000 millones de pesos, y mostraba niveles de avance muy relevantes, además de que los recursos para finalizarlo ya estaban disponibles a través de emisiones de deuda y fibras que se habían llevado a cabo; dichos esquemas financieros serian liquidados con los ingresos futuros del NAICM, a través de la pignoración de los ingresos de la TUA y no representarían deuda pública.

Al tomar la decisión de cancelación de este, se estimó que costaría 100,000 millones de pesos que sumados a los 100,000 millones de pesos que costaría el AIFA, justificaban que el costo a partir de dicho momento, fuera menor para el nuevo aeropuerto que el NAICM, cuando se estaban comparando peras con manzanas, ya que no consideraba los costos ya hundidos y la magnitud de las obras no era comparable.

Cuando la Auditoria Superior de la Federación hizo el cálculo en 2021, estimo que los costos de cancelación llegarían a los 332,000 millones o 3x lo estimado inicialmente, al incorporar el pago de las deudas vigentes tomadas para la realización de este. La ASF posteriormente cambió de opinión cuando fue presionada por el gobierno federal. Visto todo lo anterior y aún con el riesgo de no ser muy precisos, todo indica que el costo financiero de haber cancelado el NAICM y haber construido el AIFA fueron muchísimo mayor que haber terminado el primero, además de que las características de este eran muy superiores a los de la alternativa.

Y el problema no es sólo económico, sino de competitividad, productividad, y afectación a la relevancia de la ZMCM como polo de desarrollo. Cada vez que como usuario debo utilizar las instalaciones del AICM, me produce vergüenza el estado que tiene el mismo; no importa cuando dinero le arrojen seguirá siendo un aeropuerto insuficiente, de mala calidad, con instalaciones pésimas. Un país como México, con el tamaño de economía que tiene y su relevancia turística, no merece tener un aeropuerto de esta calidad. Aunque sin duda, el AIFA tiene mejores instalaciones, su problema es de falta de conectividad y de escala, ya que nunca se planteó como una solución alternativa, sino sólo como un apoyo al aeropuerto de la ciudad de México.   

Se ha hablado poco sobre el importantísimo polo de desarrollo que se hubiese podido generar en la CDMX con las 700 hectáreas que hubiese dejado libres la finalización del NAICM. No quiero ni imaginar los parques, universidades, vivienda, museos y zonas de conservación que hubiesen realzado la zona oriente de la ciudad.      

México lleva 6 años con una pésima tendencia de definir los proyectos de infraestructura a realizar no en función de su necesidad o de un plan estratégico transexenal que incorpore las necesidades de competitividad y eficiencia, sino en función de los caprichos presidenciales. Proyectos construidos sin estudios de viabilidad, sin manifestaciones de impacto ambiental, sin procesos de licitación, en total opacidad y además otorgando la responsabilidad de la construcción y operación de los mismos a las fuerzas armadas, debe terminarse.  

Me atrevo a decir que la próxima presidenta de México no podrá evitar tenerse que cuestionar de vuelta, la decisión de construir un nuevo aeropuerto para la ZMCM ante la falta de operatividad de los actuales, y de ahí que todos los gastos de las decisiones hasta ahora tomadas serán a fondo perdido. Espero no haya que dejar pasar esta oleada de gobiernos populistas que difícilmente irán en contra de la decisión tomada por uno de los suyos, para buscar realmente dar solución a este grave problema.

México es un país con limitadas capacidades de inversión pública de ahí que el reto del gobierno es trazar con mucho cuidado las prioridades estratégicas de inversión y de saber convocar a los inversores privados nacionales y extranjeros para que se sumen a dichos proyectos y asegurar que las obras se lleven a cabo. Las políticas enarboladas al amparo de un concepto rancio de soberanía nacional, solo conseguirán mantener a México en el subdesarrollo de sus potencialidades.      

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