A pesar de que ahora hace dos años que se iniciaron los casos causados por infección por el SARS-CoV-2, la pandemia por Covid-19 no ha concluido, en muchos países del mundo se siguen presentando contagios en número mayor a lo esperado y a lo deseable. La pandemia ha tenido fluctuaciones, después de su inicio a principios de 2020, la evolución ha tenido oscilaciones tanto en el número de casos como en la severidad de los mismos; por razones explicables a la difusión del virus no surgió de manera homogénea, primero surgió en China y después en Europa, para después difundirse por el resto del mundo y ser declarada la situación como pandémica. El primer brote tuvo consecuencias catastróficas con un gran número de casos y muy alta mortalidad; las medidas de mitigación y prevención fueron diferentes porque fueron instaladas en diferentes tiempos y con diferente intensidad, sin embargo, finalmente se presentó una disminución de casos y de mortalidad.
Y decíamos que la respuesta no fue la misma; en China, donde al parecer surgió el virus y la enfermedad, se tomaron medidas drásticas con las que se consiguieron magníficos resultados, aunque fueron criticadas ‒especialmente fuera del país‒ por ser extremas; en Italia, donde las medidas fueron más lentas o tardías y menos precisas, tardaron mucho tiempo en contener el primer embate de la Covid-19, con una muy alta morbilidad y mortalidad. Desde entonces, la enfermedad ha crecido intermitentemente, a lo que se le ha llamado “olas”; la última terminó en Europa hace unos tres meses ‒la cuarta ola‒, y en nuestro país hace apenas dos meses tuvimos el inicio de una disminución de casos y fallecimientos; después de haber sufrido una crisis gravísima a principios del año con una intermitencia posterior de tres o cuatro meses.
Desde luego, la aparición de vacunas pudo modificar la evolución del padecimiento, sin embargo, ha tenido enormes dificultades. La primera es la posibilidad de contar con biológicos suficientes para todos los que necesitan ser inmunizados, el costo de las vacunas no es una dificultad menor; por otro lado, un porcentaje de la población, no bien determinado y no menor, ha impedido cumplir con las metas de inmunización. Pareciera que todas las vacunas que se utilizan actualmente son eficientes al prevenir la enfermedad, especialmente en situaciones graves. No todas cuentan con la certificación en todo el mundo, pero muy probablemente pronto serán universalmente aceptadas. En varios países la búsqueda de nuevas vacunas está en marcha, algunas de éstas se encuentran en fases de estudio avanzado.
Sin duda todos hemos ido pagando el desconocimiento sobre una enfermedad muy grave, cuando menos en algunas situaciones; el conocimiento se ha ido adquiriendo sobre la marcha, es decir, mientras la enfermedad se desarrolla en todo el mundo. El descubrimiento acerca de la infección por SARS-CoV-2 ha sido notable y podíamos decir que rápido, pero no suficiente para contenerla; pronto se descubrió la genómica del virus, su mecanismo de difusión y contagio, lo que permitió establecer algunas medidas que están aún vigentes como el uso de mascarillas, el alejamiento físico, pero también se han podido establecer con estos conocimientos, variantes del virus, que afortunadamente no han incidido en la gravedad de la enfermedad y al parecer tampoco en la respuesta inmune a las vacunas. El logro de las vacunas, desde luego, es un éxito mayor de la ciencia.
Es un virus nuevo que ocasiona una enfermedad diferente y un padecimiento desconocido. Hemos ido aprendiendo sobre la enfermedad y aun ahora surgen cotidianamente escritos científicos que nos muestran y nos enseñan características de una enfermedad muy compleja y que al parecer frecuentemente incluye a muchos órganos y sistemas. Muchos medicamentos han sido utilizados a lo largo de estos casi dos años, con la intención de mejorar a los enfermos, y a pesar de un optimismo inicial, en muchos casos se ha ido determinando que no modifican el curso del padecimiento, ni disminuyen la estancia hospitalaria y tampoco la mortalidad. Al parecer, pronto surgirán dos antivirales de diferentes casas farmacéuticas, que en los estudios formales sí han demostrado beneficios; habrá que establecer la posibilidad de utilizarlos ampliamente, lo que estará determinado por su costo y accesibilidad. Es muy posible que los resultados, en general, sean mejores ahora que al principio de la pandemia; se ha aprendido mucho en el manejo de los enfermos, aunque no se cuente con un fármaco específico.
No se ha establecido, de manera precisa, la forma de medir la evolución de la infección y de la enfermedad que ocasiona, y con las que se tienen que establecer medidas para mitigar la morbilidad y mortalidad con los menores o mejores efectos sociales y económicos. En Europa se está midiendo el curso del problema con el número y porcentaje de casos nuevos, así como los niveles de ocupación de sus instalaciones en las áreas de hospitalización y de cuidados intensivos. En nuestro país la aparición de casos nuevos es difícil de establecer como una guía del curso de la Covid-19, porque al principio de la pandemia no se realizaron pruebas de manera amplia; inicialmente las autoridades sanitarias adujeron que no era necesario y no sabemos si actualmente se están haciendo pruebas ampliamente.
Me parece que debería medirse la evolución tomando en cuenta como desenlace final la muerte, que es una situación incontrovertible, especialmente si no se hace una búsqueda intencionada de casos asintomáticos y casos no graves. Aun si tomamos la mortalidad como evento guía, en México podría ser impreciso porque además de los casi 300,000 fallecimientos oficialmente aceptados, habría que agregar más de 140,000 que el INEGI añade. Con sólo la cifra oficial, México tiene una cifra de fallecimientos por millón de habitantes, sólo superada por unos cuantos países. La cifra es de 2,290 si agregáramos los fallecidos no reconocidos por las autoridades sanitarias, pero sí por el resgistro civil y el INEGI la cifra ascendería a 3,358.
En este momento, cuando menos en Europa, por los datos en el incremento de los casos, se teme que durante el invierno se sufra un incremento del número casos y fallecimientos, que ya han empezado a llamar una “quinta ola”; a pesar de que muchos miembros de la Unión Europea tienen cifras altas de vacunación completa, han establecido medidas restrictivas en las reuniones en espacios cerrados, que incluyen en algunos casos disminución de los aforos, la solicitud de un comprobante de vacunación (pasaporte Covid) y restricciones a los no vacunados que pueden llegar al confinamiento absoluto; esto ha desencadenado protestas de muchos grupos de la población ‒especialmente de los jóvenes‒, las cuales han llegado a ser violentas, y que han requerido de la aprobación del Poder judicial, pero que se están llevando a cabo de manera estricta. Un ejemplo de ello puede ser lo que está sucediendo en Austria y en Eslovenia y menos estrictamente en España y Alemania. En estos países se ha estado vacunando desde hace tiempo a los adolescentes y ahora se empieza ya con los niños mayores de 5 años, con ello esperan disminuir la propagación del virus y disminuir el número de casos y su mortalidad; ya están aplicando una tercera dosis a personal sanitario y a algunos grupos de edad, especialmente a los adultos mayores.
En tanto en México, cursamos con una confianza casi absoluta de haber controlado la infección por SARS-CoV-2, aunque se mantienen cifras de fallecimientos muy elevadas (ayer sucedieron más de 300) y ante un déficit de pruebas diagnósticas adecuadas, muestra que la evolución de la pandenia no es la mejor. En México se acaba de aprobar apenas la vacunación de los adolescentes de 15, 16 y 17 años, no se ha concluido la de los de 18 a 24, y desde luego no se avisora la inmunización de los individuos de 5 a 14; y poco se ha hablado de poner una tercera dosis cuando menos al personal de salud y los adultos myores. Sin embargo, prácticamente todo el país está en semáforo verde (flexibilizado) dándole prioridad a las actividades económicas y sociales y disminuyendo las medidas preventivas (cubrebocas, distanciamiento social, la restricción de reunión de grupos grandes de espacios cerrados); alguna gobernadora ya ha decidido que se puede prescindir de usar el cubrebocas en toda ocasión y abrir todos los espacios a todo grupo de individuos desde el punto de vista cuantitativo; nuestro presidente sigue sin utilizar cubrebocas ( al parecer sólo se lo coloca al subirse a un avión o cuando hace un viaje al extranjero) .
Desde luego que al ser la pandemia por SARS-CoV-2, desconocida hasta hace muy poco, no se puede afirmar cuál es la conducta más adecuada y sólo al final (que no parece cercano) se podrá hacer un balance y emitir juicios de cuál fue la política adecuada para enfrentarlo desde el punto de vista sanitario, económico y social. Me parece que con la observación de resultados parciales en México ha faltado un liderazgo sanitario. Algunas de las declaraciones de nuestro secretario de Salud han sido catastróficas (v. gr. dijo que no vacunaría a sus nietos porque los niños vacunados pueden tener consecuencias inmunológicas), el Dr. López-Gatell, subsecretario responsable directo del control de la Covid-19, ha tomado decisiones erróneas y ha hecho declaraciones catastróficas que no detallo aquí porque sería muy largo.
Me parece que la mayor falta de ambos es no haber podido convencer al titular del Poder Ejecutivo de la gravedad del problema y haberlo dejado que se condujera erróneamente. Jorge Alcocer es un hombre muy bien preparado, exitoso en su campo de investigación, pero los problemas de la Secretaría de Salud, agravados en todos sentidos por la pandemia, no han sido motivo de sus estudios ni de su reflexión profesional a lo largo de su carrera. López-Gatell se supone que está específicamente preparado para la responsabilidad que enfrenta, cuando menos su currículum así lo señala, pero ha mostrado una absoluta incapacidad emocional para enfrentar la responsabilidad.
En unas gráficas que hice especialmente para este comentario, pueden observar cómo vamos en la pandemia y comparar frente a otros países.
Espero que una vez controlada la pandemia se pueda hacer un balance sereno de la situación y juzgar qué tan acertadas o no fueron las medidas sanitarias, económicas y sociales que se han estado tomando.
El problema es el Presidente y la falta de carácter y autoridad del Secretario y Subsecretario de Salud. El primero se mueve y actúa en razón de su nivel de aprobación y lis segundos no han demostrado tamaños para el cargo que debieran defender para tomar decisiones colegiadas y multisciplinarias en donde el Presidente no debiera intervenir.