¡Vota! En defensa de la democracia
Gonzalo Rojas-May

La tierra de los espejos

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De extrema derecha a extrema izquierda; el populismo, sea nacionalista, anarquista, fascista o reformista, amenaza con destruirlo todo.

Imagen: Sébastien Thibault.
Imagen: Sébastien Thibault.

Lectura: ( Palabras)

Las democracias del mundo tienen una capacidad aterradora de autofagocitarse. Hoy, en cada continente, el mejor sistema de imperfección política, el que mayor bienestar ha traído a la humanidad; el que tantas veces descuidamos y ninguneamos cuando lo tenemos y tan profundamente anhelamos y lloramos cuando lo perdemos, está en serio peligro. De extrema derecha a extrema izquierda; el populismo, sea nacionalista, anarquista, regionalista, fascista, religioso, ecologista, comunista, étnico o reformista, amenaza con destruirlo todo.

A veces olvidamos lo sencillo que es perder la democracia y lo tremendamente difícil que es recuperarla. Los latinoamericanos, en particular, sabemos muy bien lo que esto significa. Buena parte del siglo XX nos la pasamos de horror en horror, de dictadura en dictadura; incluso hoy aún quedan entre nosotros regímenes totalitarios y claramente antidemocráticos. Sin memoria se cometen siempre los mismos errores y, sin embargo, pareciera que la tozudez puede más y estamos cada vez más cerca de desaprender todo lo que, con tanto dolor, entendimos en el pasado. Esto es, que las sociedades que progresan y se fortalecen son aquellas que discuten, negocian y llegan a grandes acuerdos; que no excluyen, que celebran la diferencias que coexisten en ellas y que son capaces de hacer de la política un instrumento, que aunque imperfecto, es capaz de darle brújula, orden y sentido a los anhelos de nuestros países.

marcha a vota
Imagen: Clara Selina.

El progreso y la justicia se escriben con diálogo, generosidad, esfuerzo y responsabilidad. El bienestar ciudadano se construye generando riqueza; la historia así nos lo ha enseñado, los países pobres no pueden garantizar seriamente ningún derecho social. Por ello, el rol fundamental del Estado, además de ordenar y administrar la vida en sociedad, debe garantizar que existan condiciones básicas para que el desarrollo económico, científico, tecnológico y cultural sea posible en nuestros países, en el marco de una alianza público-privada virtuosa, con reglas justas y claras y con mirada de largo plazo. Así también, los empresarios y grupos económicos deben entender su rol en el desarrollo colectivo de las naciones, que al no hacerlo sabotean su propio crecimiento y estabilidad en el tiempo.

Por otra parte, hoy más que nunca es necesario que la clase política sea capaz de ponerle límites a las expectativas de sus electores, explicando a la ciudadanía que las grandes transformaciones sociales se hacen con planificación, tiempo y recursos concretos. No se trata de acotar los sueños y anhelos de progreso de nuestros pueblos, al contrario, se trata de asumir la responsabilidad histórica de conducir con seriedad esas transformaciones; no hacerlo, inevitablemente continuará horadando los cimientos de la confianza y la fe pública en el sistema representativo y en la democracia.

Desde luego, científicos, artistas e intelectuales también están llamados a contribuir al buen cuidado del debate y al diálogo ciudadano. Su labor es fundamental: dotarnos de ideas e imaginación para afrontar los grandes desafíos que tenemos frente a nosotros; advertirnos y cuidarnos de los discursos fáciles del populismo; enseñarnos el valor del rigor intelectual y darle “oxígeno” al debate político-empresarial que tantas veces se toma la agenda impidiendo analizar con perspectiva las verdaderas prioridades para el desarrollo y el progreso humano, así como el cuidado de nuestro planeta.

vota por la democracia
Imagen: The Guardian.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo puedes tú, lector de esta columna, hacer también tu parte para mejorar y perfeccionar aquellos aspectos de tu sociedad que consideras deben cambiarse? La respuesta es simple: ¡vota!

Cada elección es la oportunidad de mejorar lo ya hecho.  Incluso si crees que te equivocaste la última vez, ¡vota! Si tu candidato te decepcionó, ¡vota! Si crees que todos los políticos son iguales, ¡vota! Si crees que la democracia es imperfecta, ¡vota! Si piensas que nada va a cambiar, ¡vota! Si tienes sueños, ¡vota! Si no crees en las utopías, ¡vota! Si crees en el Estado, ¡vota! Si crees en el Mercado, ¡vota!  En cada elección, local o nacional, en cada plebiscito: ¡vota!

Las naciones que no entienden la noción de reciprocidad social terminan actuando como adolescentes, es decir, con un enorme derroche de energía, grandes dosis de narcisismo y pulsiones cortoplacistas. El voto, el acto de votar es la posibilidad de que un país se haga adulto. No es casualidad que el derecho al mismo sea, en la mayoría de los casos, a contar de los 18 años. En la frontera de la adolescencia los seres humanos nos transformamos en ciudadanos. Entonces, cuida tu derecho a elegir, cuida tu derecho a equivocarte, cuida tu voto. Cada vez que puedas, ¡vota! No importa si no compartimos la misma visión de mundo, no importa si no estás de acuerdo conmigo, ¡vota! Hazte responsable de tu lugar en la historia. Cuida la democracia.


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