Romper el silencio
Sara Baz

La deriva de los tiempos

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Pensemos que nuestros actos conllevan consecuencias. Pensemos que nuestros actos son escritura para otros; aun cuando no sepamos o no tengamos la pretensión de escribir. Pensemos que, con el hecho de ejercer un solo acto, tenemos la…

Imagen: El País.
Imagen: El País.

Lectura: ( Palabras)

We must paint, write, film, dance, hip hop and rap the past in a way that makes the tragedies and joys of the human voyage meaningful to the contemporary world.

Robert Rosenstone, “Space for the bird to fly” (2007).

Además de tratar de encontrar múltiples justificaciones académicas para mi silencio escriturístico “científico”, muchas de mis reflexiones se han estado volcando en la manera en que podemos –debemos– escribir sobre los acontecimientos que nos interesan; esos acontecimientos pueden ser tanto pasados como presentes; inclusive podríamos atrevernos a plantear escenarios de futuro. Resulta que soy historiadora, historiadora del arte y docente y, en la reflexión de mi práctica, me he dedicado a leer textos que me permitan discernir sobre cómo es mejor escribir. Ojo, no de qué (lo cual también es un tema), sino cómo escribir. Esto parte de una consideración: escribir es un acto de magia porque hace aparecer cosas.

Al margen de todas estas disquisiciones, no puedo dejar de pensar en la jornada electoral del próximo domingo. Tampoco puedo dejar de pensar que no soy analista política; solamente soy historiadora. Esto no implica que no pueda mostrar interés por el proceso histórico que estamos viviendo, por la importancia de estas elecciones en particular. De otro lado, están el desinterés o la indolencia de muchos sobre nuestra situación política, por el desaliento que nos embarga a otros y por la esperanza que, al mismo tiempo, se cierne en un solo acto que consiste en ir a votar.

No sé si el resultado de ejercer ese acto va a redundar en un viraje; no sé si tendrá consecuencias profundas a corto, mediano o largo plazo, de la misma forma en que no sé qué pasa con lo que escribo. Quizá la única experiencia que pueda narrar respecto de este hecho histórico es la mía y tal vez esa experiencia ni siquiera sea valiosa para los demás. Lo que sí sé es que la conciencia se manifiesta en actos y los actos después son escritura. Así se forma este ouroboro: actos que son escritura y escritura que, a la vez, produce actos.

uroboro
Imagen: Pinterest.

Como alguna vez manifesté precisamente en esta columna, me interesa ser parte de mi tiempo; aunque no tenga hijos, tengo alumnos y no quiero que quienes me interroguen sobre hechos de los que debí formarme una opinión, no tengan una respuesta.

Si antes el sesgo de lo individual le restaba valía a lo “científico” de una historia, hoy ya no pensamos lo mismo. Esto es una gran fortuna. Pensemos que nuestros actos conllevan consecuencias. Pensemos que nuestros actos son escritura para otros; aun cuando no sepamos o no tengamos la pretensión de escribir. Pensemos que, con el hecho de ejercer un solo acto, tenemos la oportunidad de injerir en una historia: no una historia con H mayúscula, sino en la historia que compartimos todos; en esas historias que se hacen cuando entretejemos nuestras vidas cotidianas. En esa historia que aspira a un bien común, sin importar colores, banderas… Simplemente a un bien. Vayamos a votar este domingo. No encontremos justificación para nuestro silencio, porque el que calla, otorga y también escribe: escribe por ausencia y esa ausencia conlleva consecuencias.

Más allá de los grandes relatos –los relatos de que se ocupan de la historia mundial o nacional– tenemos nuestros relatos, nuestras experiencias y queremos contarlas de manera significativa en un futuro. Si al sostener el bolígrafo frente a la boleta te tiembla la mano, no importa: supera el reto. Escribe y perpetúa un derecho. Escribe y haz que lo que quieres, aparezca.

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