Muy pocos se acordarán de Juanito Martínez; sólo los mayores de 65 años o más, casi como meme sobre la vacunación contra el Covid-19.
Perdida entre de las informaciones sobre la violencia, la corrupción, la polarización, las próximas elecciones, los desatinos del gobierno federal, las cifras de la inflación y el desempleo, la pandemia y su vacunación, por ahí apareció la noticia de la muerte, a los 74 años, de Juan Máximo Martínez.
Así se llamaba Juanito Martínez. Y fue un ídolo deportivo de México hace casi 53 años. Huérfano desde muy pequeño, analfabeta hasta más allá de la adolescencia, Juanito Martínez tuvo en vilo al país entero dos veces en octubre de 1968.
Compitió con los mejores del mundo en los cinco mil y diez mil metros planos en los Juegos Olímpicos de 1968, la recién estrenada pista de tartán del estadio de Ciudad Universitaria.
Fue el más bajito, chaparro decimos en México, de todos los competidos y sus rasgos eran los de un indígena mexicano, pero no se arrugó y corrió como los grandes. En las dos competencias obtuvo el cuarto lugar.
No, no, Juanito Martínez no ganó ninguna de las nueve medallas olímpicas que obtuvieron los deportistas mexicanos en esa Olimpiada, pero fue uno de los queridos por los mexicanos que se identificaron con él, luego de su esfuerzo le valió para dos cuartos lugares en las dos competencias que participó. Todos supimos que hizo lo imposible por subirse al pódium olímpico.
Hoy, como se dice arriba, pocos, muy pocos se acuerdan de él, como muy pocos recordarán la represión política que se vivía en México en 1968.
Sí, eran otros tiempos los que se vivían en México, lejos de las libertades políticas, bajo el absoluto control gubernamental, sin posibilidad de elecciones libres en un sistema donde el control de los procesos electorales estaba en manos del gobierno, en donde la única opción segura era votar en favor del partido del gobierno, aunque ya había miles, quizás millones de mexicanos que se arriesgaban a votar por la oposición (en realidad un solo partido, el PAN), para mostrar su inconformidad y también sus aspiraciones democráticas.
Eso ya no lo saben la inmensa mayoría de los mexicanos de hoy, como no saben tampoco quién fue Juanito Martínez.
No vaya a suponer el lector que el escribidor sabía mucho de política en aquel año. No, al contrario. Apenas si tenía 12 años y la verdad es que estaba muy preocupado porque los Juegos Olímpicos fueran cancelados por la actividad de los “revoltosos” y “comunistas” estudiantes universitarios, quienes pusieron en jaque al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, como antes las luchas de los movimientos médico (1966) y ferrocarrilero (1958), entre otras.
Y seguramente por los Juegos Olímpicos, los ojos del mundo voltearon hacia México, pero no lo suficiente para ayudar a modificar el autoritarismo del PRI.
Luego vinieron muchas luchas políticas y sociales durante casi 30 años para conseguir, en 1997, cierta normalidad democrático, en la que los votos de los ciudadanos “se contaran y contaran”, como se decía entonces. El escribidor confía en que allá mexicanos que recuerden esa época, como se recordó a Juanito Martínez, y otros que comiencen a saber que antes los votos ciudadanos poco significaban.
Hoy, que el gobierno federal y su partido intentan una regresión a las épocas antidemocráticas del priismo más cerril y rancio y, además, los grupos criminales impunes “votan” a través de las balas, la única oportunidad ciudadana para evitar tal regresión es acudir, el próximo 6 de junio, a las urnas y votar con libertad y en secrecía. Nada más, tampoco menos.
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