La delincuencia organizada del país ha sido reconocida por el propio Presidente de la República por su buen comportamiento, de acuerdo con él, durante el día de las elecciones federales del 6 de junio.
El crimen organizado, según el presidente, “se portó muy bien” y contrario a ello consideró que “se portó mal la delincuencia del cuello blanco, pero no se pasaron de la raya y tampoco alteraron lo fundamental, los resultados”.
Es cierto, el presidente nunca mencionó al Instituto Nacional Electoral (INE) como “la delincuencia de cuello blanco”, pero es muy fácil inferir la referencia a esta institución, por la que él tiene una particular y grave aversión, contra un organismo autónomo cuyo pecado es no estar a las órdenes presidenciales, como nunca lo ha estado desde su fundación.
Es muy probable que el INE (antes IFE) haya cometidos errores o muchos errores en su actuación histórica, pero lo que nunca ha comprometido es su independencia frente al poder del presidente, del gobierno y de los partidos políticos.
El INE, organismo autónomo logrado por las luchas de cientos de miles, millones, de mexicanos por la democracia, ha sido objeto de un asedio encabezado por uno de sus beneficiados de sus acciones democráticas: el Presidente de la República, a quien obedecen ciegamente una horda de personajes impresentables, que se dicen demócratas, como ese “prohombre” que es Félix Salgado Macedonio (el que gracias al INE no podrá ser gobernador de Guerrero, aunque vaya a ser el poder estatal tras el trono por la corrupción de su partido y, hay que decirlo, por los votos de los guerrerenses) que amenazó públicamente al organismo autónomo en general y a su Consejero presidente en lo personal, como simple ejemplo de los ataques de los miembros del partido oficial.
Pese a todo, al mal ambiente, a los obstáculos, a los insultos y a los intentos de desprestigio, a los ataques desde el gobierno, a las amenazas, el INE (en donde por cierto están representados los partidos políticos) organizó y efectuó de manera prácticamente impecable el mayor proceso electoral de la historia del país, en el cual se votó a más de 21 mil cargos de elección popular, por quienes acudieron a las urnas, aproximadamente el 50% de un padrón electoral de 94 millones de ciudadanos, el mayor número absoluto y relativo de votantes en unas elecciones federales intermedias (las de mitad de sexenio).
Para ello, el INE logró convocar y convencer a más de un millón de mexicanos voluntarios para integrar todas y cada una de las casillas electorales en la que usted voto y pudo ver a sus vecinos votando, pero también a sus conocidos y vecinos que recibían los votos, incluido, sí, algunos improvisados que suplieron a quienes ya comprometidos en participar no asistieron, tal vez atendiendo a la indicación del partido oficial de intentar descarrilar un proceso ciudadano.
Y no hubo asomo de fraude electoral alguno. Delitos electorales (compra de votos, coacciones, presiones, chantajes, acarreos, propaganda y pagos por propaganda el día de la elección y violencia) sí los hubo y a ellos resistieron el INE, los funcionarios de casilla y los ciudadanos votantes para entregar a todos los mexicanos un proceso electoral limpio de fraude.
“Incidentes” les llaman ahora (delitos se decía antes) hubo muchos antes y el día de las elecciones. Por ejemplo, se reportaron unos seis mil actos de violencia en las casillas o en sus alrededores, muchos de ellos provenientes de la delincuencia, quienes de acuerdo con el Presidente de la República se portaron bien ese día.
Los que realmente se portaron bien el día de las elecciones fueron los ciudadanos que salieron a votar, los ciudadanos voluntarios que recibieron los votos y el INE que organizó todo el proceso electoral. Ellos son los reales triunfadores de estas elecciones, más allá de los triunfos de cualquier partido político o candidato.
Cierto, tiene usted razón en lo que está pensando, todos ellos no recibirán el reconocimiento de nadie, muchos menos el del presidente, ocupado en reconocer al crimen organizado.
Hay niveles, dicen en las calles. Y cada quien se coloca en el nivel al que pertenece o cree pertenecer.
Por cierto, los delitos electorales deben ser investigados y sancionados por la fiscalía especializada en ellos y que depende de la Fiscalía General de la República y no por el INE. Ojalá y pronto sepamos de esas investigaciones y sanciones penales (son delitos).
Mientras, además del reconocimiento popular que merece, habrá que cuidar a nuestro (así, de los ciudadanos) INE, como garante de la democracia en este país.
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