“A David Calderón, Presidente Ejecutivo y Fundador de Mexicanos Primero,
quien ahora parte, pero su legado queda”.
A diferencia de la marcha blanca de principios de siglo en contra de la inseguridad durante la gestión de AMLO en la Ciudad de México y de la marcha rosa que detuvo a AMLO de destruir al INE mediante reforma Constitucional, la marcha de este domingo no debe verse solamente como una lucha de la población a favor de la libertad, de la democracia, de las instituciones, especialmente del INE, y de la Constitución, ni tampoco solamente como un movimiento para proteger elecciones independientes, sino también como una primera oportunidad para convertir el gran Zócalo de la Ciudad de México y las plazas de por lo menos 91 ciudades del país y de 7 en el extranjero, en un lugar de encuentro periódico de la gran diversidad de personas y grupos que integran nuestro país. La nueva marcha debe lograr que todos los mexicanos, especialmente los más privilegiados, abramos los ojos respecto de los problemas que enfrentan otros grupos sociales en temas que para algunos se presentan tan lejanos, como el de las personas desaparecidas, las personas con capacidades diferentes, o personas sin acceso a servicios tan elementales como el agua, entre muchos otros. Tenemos que aprovechar la oportunidad de sensibilizarnos ante los problemas de los demás, para que esta marcha se convierta en el gran movimiento ciudadano que defina el cambio político que México requiere: el de la justicia.
La marcha de este domingo 26 de febrero será sin duda la más grande concentración popular espontánea de la historia de México y significará una exigencia de justicia a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la que integrantes de todas las capas sociales de nuestro país nos apropiaremos de su principal plaza pública y de las otras a lo largo y ancho de nuestro territorio y aún del extranjero, nos plantaremos para ver de frente a los Ministros de la Corte, con el fin de brindarles nuestra confianza en que cumplirán su principal función de proteger nuestra Constitución, la democracia y nuestras libertades. El pódium estará colocado sólo con dos oradores, Beatriz Pagés y José Ramón Cossío, teniendo a sus espaldas el edificio de la Corte, para que nosotros ciudadanos la miremos de frente. De ella dependerá la subsistencia del brevísimo interludio democrático que nuestro país ha vivido, frente a siglos de autoritarismo.
El mantenimiento de nuestra insipiente democracia de apenas un cuarto de siglo, resulta indispensable para el progreso y la superación de nuestra nación. Es por eso que nosotros, ciudadanos con las más diversas posiciones políticas, económicas y sociales, ejerciendo nuestros derechos democráticos, defenderemos nuestra democracia con energía, pero en paz y en orden. Si en la marcha rosa del 13 de noviembre le dijimos al Presidente de la República y al Congreso de la Unión que “el INE no se toca”, ahora que el Presidente impuso su llamado Plan B logrando doblegar al Congreso de la Unión, le decimos a los Ministros de la Corte: “mi voto no se toca”. Solamente veremos un video, escucharemos las demandas ciudadanas a través de nuestros voceros Beatriz Pagés y José Ramón Cossío y entonaremos el Himno Nacional. Nada más, pero nada más importante que eso en la peligrosa coyuntura que enfrentamos.
¿Que quién nos convoca? Yo, tú, él, ella, nosotros, nosotras, ustedes, ellos y ellas. Somos todos y cada uno de los demócratas de este país que, sin renunciar a nuestras respectivas convicciones y luchas, nos unimos para que el sistema electoral independiente que hace muy poco arrebatamos del poder del PRI que lo controló cerca de 70 años, se siga desarrollando y perfeccionando sin la intervención del Gobierno que ahora pretende volver a apoderarse de él. Son 121 organizaciones que se han sumado a nuestra causa ciudadana con una denominación que lo dice todo: UNIDOS, bajo la cual se integran SUMA, SÍ POR MÉXICO, Frente Cívico Nacional, Sociedad Civil México, UNE, Poder Ciudadano, Unidos por México y muchas otras más. Esta demostración de nuestro músculo ciudadano que seguramente tendrá que continuar, con periodicidad creciente, enfrentará en sus próximas ediciones el gran reto de incluir y empoderar a los jóvenes para que tomen el lugar que les corresponde en la construcción del país que todos queremos, mediante alternativas distintas que ellos deberán vislumbrar e implementar.
Si yo fuera Pagés o Cossío centraría mi mensaje en la lucha en favor de la “imparcialidad electoral” y en contra de las “elecciones de Estado”, lucha que no se puede entender separada de la lucha por la vigencia de los Derechos Humanos. Combatiría la falsa percepción construida por AMLO de que lo que queremos es el privilegio alejado de los dolores humanos de nuestros hermanos más desfavorecidos. Me centraría en la urgencia de brindar justicia a nuestra población más empobrecida, la cual solamente es posible mediante autoridades elegidas democráticamente, a través de elecciones libres, sin la intervención del Estado. Pondría énfasis en que la finalidad última de nuestro movimiento es la justicia, tanto en la asignación de lo que a cada uno corresponde de la riqueza nacional, como en el traslado de dicha riqueza a quien le corresponde, dándole a cada quien lo suyo.
Por ahora confiemos en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación va a hacer su trabajo de declarar inconstitucional el llamado Plan B de AMLO. Si mediante nuestra marcha rosa logramos evitar su Plan A, ahora tenemos que echar para atrás las reformas a las leyes secundarias que pretenden reestablecer en México las elecciones de Estado. La marcha de noviembre se celebró en 63 ciudades y ahora se desarrollará en casi un centenar, incluso en el extranjero. Nuestro movimiento ciudadano habrá de imponerse a la voluntad de un solo hombre y de su séquito sumiso. Que nadie se quede sin participar, incluyendo los demócratas seguidores de ese hombre, porque también ellos y sus hijos enfrentarán las consecuencias de sus actos, omisiones y sumisiones.
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