Primera Postal
Es tan amplio y popular el uso de la bicicleta en ese país, que no es extravagante pensar que en el imaginario social se asuma casi su invención.
Así las cosas, presentaron para la carrera de lo que se llama “Ciclismo de ruta” tres competidoras que, juntas o en lo individual, eran ciertamente las rivales por vencer.
De las tres, dos ya habían ganado la misma competencia en ediciones inmediatas pasadas de los Juegos. De la tercera, sin campeonato olímpico aún, pero monarca mundial, se esperaba que lo hiciera esta vez.
Entre un paisaje esplendoroso que incluye como telón de fondo el legendario Monte Fuji, 67 corredoras inscritas, para recorrer 137 kilómetros, en lo que se esperaba durara unas cuatro horas.
Además de las bicicletas extra tecnologizadas de fibra de carbono, de la nutrición, el seguimiento y los planes de entrenamiento meticulosamente monitoreados, el día de la carrera, las tres favoritas portan unos chalecos especiales que controlan la temperatura corporal.
Nada tendría por qué haber fallado; pero falló.
A diferencia de las carreras de ciclismo de ruta de corte profesional, en las que se llevan a cabo en los Juegos Olímpicos no se permite el uso de intercomunicadores entre quien corre y su equipo de apoyo, apostando en puntos de la ruta o a bordo de un automóvil que sigue al pelotón.
La restricción comunicativa tiene una consecuencia inesperada.
La corredora favorita rebasa a las dos que supone son las únicas que tiene por delante y se lanza a la meta. Cuando la cruza, levanta los brazos, segura de que ha ganado. No es así; lo sabrá más que pronto.
Segunda Postal
Un nadador, muy joven, y poco conocido, o, en todo caso, por mediático, se presenta en la alberca para competir.
En un esfuerzo casi sobre humano, el nadador novel se impone sobre los competidores más experimentados y se lleva la medalla de oro.
La sorpresa del joven nadador, su emoción, es mayúscula; también la de sus familiares y amistades quienes le han seguido desde su ciudad de origen.
El video, que registra a la vez, la transmisión en la televisión de la competencia y el ambiente en el salón donde a lo lejos apoyan al joven, se viraliza a una gran velocidad.
Experiencias similares veremos multiplicarse: levantamiento de pesas, atletismo, clavados; la presencia en la ausencia, en tiempo real.
Lo que hoy hace distinto a este modo de saberlo es el registro tecnológico, mediante las redes, de ese modo de querer a alguien que es vivir con intensidad lo que la persona querida vive.
Tercera Postal
Llegó siendo una adolescente. En calidad de refugiada. Su procedencia, algún rincón de la tierra en el que la promesa de vida se ha vuelto (prácticamente) inviable.
Fue acogida y encontró en el deporte, para el que tiene cualidades sobresalientes, un médium para suturar las heridas de vida más evidentes.
Hoy, tiene 28 años. Busca, en nombre del país que le dio refugio, una hazaña de magnitud colosal. Se ha propuesto ganar las tres disciplinas atléticas en las que compite: 1,500; 5,000; y, 10,000 metros.
Llega la primera eliminatoria. El camino hacia la proeza: 1,500 metros.
Corre entre el pelotón. Antes de tomar una curva, entre la danza de largas piernas que parecen arremolinarse en un solo carril, enreda y cae.
Su cuerpo largo, fuerte, impulsado por su propio impulso cae sobre el hombro derecho. En el traspiés, ha caído otra corredora junto con ella.
El pelotón entra a la curva y se aleja al paso que estás competencias son. La caída no tiene, sin embargo, mayores consecuencias. Rueda, se rehace.
De pronto, se ha levantado, aprieta el paso. Su última vuelta será fenomenal, acaba ganando el hit eliminatorio.
En una ocasión contó que cuando se quiere calmar, reza. Lee el Corán. Su versículo favorito dice: “Porque en verdad, con las dificultades habrá alivio”, se llama Dificultades.
Horas más tarde de la caída, gana los 5,000 metros; su primer reto.
***
De la sociedad tecnológica en la que vivimos, no escapa, desde luego, el deporte. Ya sea en su expresión como práctica/disfrute o como rendimiento/resultado, la práctica deportiva se halla entrecruzada por la presencia de lo tecnológico.
Hace unos años, convocado por la Universidad de Buenos Aires, tuvo lugar un Encuentro Académico sobre Ciencias Sociales y Deporte.
En ese entonces, el filósofo argentino Oscar Minkevich alertaba sobre el creciente predominio de la dupla rendimiento-resultado por encima del dúo práctica-disfrute en relación con la práctica deportiva.
En ese sentido, asegura el filósofo argentino, la legitimidad de las intervenciones tecnológicas en el campo de lo deportivo están a su vez “legitimadas por la eficacia de los resultados de sus aplicaciones”.
De ahí la necesidad de advertir: “Cuanto más se aleje el deporte de aquellos componentes lúdicos que le dieron su peculiar origen, más lejana se presentará la posibilidad de un desarrollo y un autoconocimiento que sean significativos para el sujeto que se intenta formar”, postula Minkevich, desde ese sitio único del que emerge toda reflexión crítica sobre el mundo de la vida.
El factor humano.
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