Todos los días aparecen recomendaciones y guías para prepararnos a retomar esas actividades que hemos añorado durante esta pandemia para tratar de darles sentido en el cambio de color del semáforo epidemiológico y así entrar a una nueva realidad.
Viajar, ir a conciertos, salir a bailar en la noche, comer en restaurantes, son experiencias sociales que nos unen en grupo y que tuvieron que suspenderse en cuanto se tuvieron los primeros datos acerca del comportamiento de este tipo de coronavirus. Casi de un día para otros fuimos confinados y hemos vivido a una prudente distancia desde entonces.
Ahora que estas limitaciones empiezan a suavizarse, gracias al avance de la vacunación en ciertas partes del mundo, la intención es volver, poco a poco, a juntarnos. Sin embargo, llegar a ese punto tiene varios aspectos que vale la pena tomar en cuenta.
Uno básico es que debemos seguir cuidándonos para cuidar a otros. Aunque varias naciones empiezan a diseñar esquemas de convivencia con turistas y visitantes (por medio de “pasaportes de vacunación” o estancias gratuitas de semi-cuarentena previas al periodo de visita real) la realidad es que no llegaremos a la llamada “inmunidad de rebaño” en el corto plazo, como ya ha sido anunciado por países como Estados Unidos que, irónicamente, tiene mayor oferta de dosis que demanda en las últimas semanas.
Otro elemento será la forma en que podremos ingresar y permanecer en muchos sitios. Si bien los centros comerciales, cines, bares y hoteles han abierto y progresivamente aumentan su capacidad de clientes y usuarios, los espacios cerrados continuarán siendo un riesgo de contagio con las inesperadas consecuencias que ya hemos conocido para ciertas personas que pueden sufrir un embate más severo de la enfermedad que provoca el virus.
No darles seguimiento a las cifras diarias de contagios y hospitalizaciones no evita que esos casos se den, mucho menos en nuestro entorno cercano. Entiendo que la percepción sea que cada vez estamos un paso más lejos de esa sensación de que la enfermedad estaba afuera de la puerta de nuestro hogar, pero es demasiado pronto para cantar victoria.
No obstante, también es importante que iniciemos una etapa de convivencia con este virus (tal y como lo hacemos con miles más que nos rodean) empleando a la higiene personal a nuestro favor. Tanto el gel antibacterial como el lavado de manos, el uso de cubrebocas y la sana distancia, son hábitos que pueden coexistir en aviones, autobuses, teatros, entre otros lugares con una ventilación menor.

Continuar llevando a cabo nuestras actividades al aire libre es una opción que debe volverse costumbre. Si esta pandemia puede traer transformaciones positivas en lo cotidiano es precisamente la valoración de los espacios abiertos (del espacio, punto) para estar en grupo, disfrutar, jugar, fortalecer lazos familiares y trabajar.
Existen números interesantes que reflejan el aumento de personas que desean mantener el trabajo a distancia como una opción, que acompañarán con un cambio de residencia donde el ritmo de vida sea menos acelerado y cuenten con mayor espacio para desarrollar actividades con sus familias. Eso antes de esta crisis sanitaria era impensable.
De la misma forma, un porcentaje alto ha manifestado inquietud sobre el trabajo que desempeñaba o desempeña para reconsiderar y emprender un nuevo camino. Recientemente, un estudio en Estados Unidos resaltaba que sólo un 26% de quienes laboran estarían realmente convencidos de que ése es el empleo en el que quieren jubilarse.
Durante muchas décadas adoptamos una dinámica de vida en la que salir temprano, enfrentarnos al tráfico, llegar a un edificio de oficinas, tomar un espacio para comer, regresar, y salir de nuevo al tráfico para llegar a casa, era la rutina de una existencia productiva, feliz y próspera, si habitas en una ciudad mediana o en una gran urbe.
Parece que el coronavirus cambió todo eso y hoy miles de personas piensan que despertar, asearse, desayunar, compartir un rato con la familia antes de que la mayoría se conecten, entrar a una junta virtual, suspender, trabajar en un reporte, hacer una pausa para comer y desconectarse para ir al parque o ver juntos una película, es lo que auténticamente te da ese equilibrio.
¿Ocurrirá lo mismo en el siguiente concierto o cena a la que vayamos? No lo sé. Son cambios dentro del cambio mismo, que apenas aprenderemos a estudiar como saldo de una emergencia sanitaria que nunca habíamos vivido.
De lo que sí estoy convencido es que podemos aprovecharlos para darle nuevo sentido y equilibrio a nuestras vidas, detenernos un momento, y aprovechar estas nuevas condiciones para darle justo valor a cosas que antes pasábamos por alto. Y esa sería la gran contribución que esta pandemia hará a la humanidad. Está en nuestras manos que así suceda.