*Tomado del curso de Existenciología de Jutta Battenberg Galindo.
Una de las características humanas es la capacidad de ampliar nuestro horizonte de comprensión más allá de nuestra limitación espacio-temporal. Es decir, podemos preguntarnos e incluso saber que pasa en otros espacios más allá de donde nos encontramos físicamente (espacial), así como poner nuestra atención en el pasado o en el futuro (temporal).
La intención de saber qué sucede allende de nuestro espacio físico inmediato ha sido el motivador de muchos inventos de los cuales disfrutamos hoy en día, el radio, la televisión, los teléfonos, las computadoras, el internet, entre muchos otros, que nos han permitido tanto el entretenimiento, como estar informados y en contacto con otras personas. Estos medios se han sofisticado tanto que incluso podemos rastrear en tiempo real la posición de alguien o algo por medio del GPS (Global Positioning System, Sistema de posicionamiento global).
Con relación al aspecto temporal, la capacidad de recordar el pasado, permite volver a él una y otra vez para recrear los momentos afortunados, pero también para lamentarse por adversidades, pérdidas y acciones equivocadas e incorrectas. La proyección al futuro, por su lado, permite planear nuevas perspectivas profesionales, existenciales o lúdicas, así como plantear diferentes escenarios frente a determinadas situaciones para prever o imaginar tanto nuevas propuestas como soluciones.
Esta virtud humana que abre la existencia a futuros no programados también se convierte en una importante fuente de angustia por la preocupación que se genera al dejar volar los pensamientos y la imaginación a situaciones amenazantes y a la incertidumbre de la vida misma.

Si bien, la preocupación puede tener un aspecto favorable, generalmente es un hábito inútil y negativo que resta energía y roba la paz. Esta tendencia desgraciadamente se fomenta culturalmente y se aprende a repetir. Entonces la persona queda atrapada y sufre por pensamientos de situaciones que no están sucediendo o bien por la resistencia a aceptar lo inevitable
La preocupación por imaginar situaciones dramáticas cuando aún no hay certeza, así como la rebeldía a asumir la realidad son inútiles porque gastan una cantidad considerable de energías que impiden tanto la claridad de pensamiento como la ejecución de acciones asertivas y posibles en medio del escenario que se presenta.
La preocupación desgasta físicamente al cuerpo humano al producir entre otras sustancias adrenalina y cortisol que al mantenerlos de forma constante en el cuerpo incrementan el riesgo de padecer males dolores de cabeza, dolor muscular, problemas de sueño, aumento de peso, problemas digestivos, enfermedades cardiacas, deterioro de la memoria y de la concentración entre otros[1].
Es importante reconocer que la preocupación, por sí misma, es inservible pues jamás ha conseguido evitar aquello que se teme y solo tiene sentido si impulsa a la acción pertinente cuando esta procede y entonces pasa de preocupación a ocupación.
Para lidiar con la preocupación es necesario aprender a recurrir a estrategias que faciliten erradicar los efectos negativos como hacer ejercicio, meditar, leer, escuchar música, convivir con personas nutricias, bromear o trabajar a favor de los demás (voluntariado) y evitar aquellas que dañan a la salud como el exceso de comida, el cigarro y el alcohol[2]. También es indispensable aprender a aceptar la realidad, así como se presenta y quedarse exclusivamente con aquello que se conoce en ese momento.
Referencias:
[1] “Estilo de vida saludable. Control del estrés”, Mayo Clinic.
[2] Íbid.