Durante las últimas cuatro décadas, la mercadotecnia política ha degenerado la esencia de los sistemas democrático-representativos en todas las naciones del orbe. Me explico. Estos sistemas fueron concebidos para hacer que todas las personas con capacidad de votar en las elecciones se implicaran directamente en los asuntos de las instituciones gubernamentales; de tal modo que, al momento de elegir a sus representantes, lo hicieran no sólo informados, sino convencidos que las posiciones que enarbolarán y defenderán, principalmente en el parlamento, serán coincidentes con su sentir y forma de pensar con respecto a la forma en que se llevarán los asuntos públicos.
Sin embargo, la realidad ha mostrado que los asuntos gubernamentales, y la política en general, resultan de poco interés para la mayoría de las personas. ·En nuestro país, según la Encuesta sobre Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México (ENPECYT) del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), sólo el 3.5% de los encuestados dijeron estar muy interesados en estos temas, en tanto que el 42.9% declaró tener nulo interés.
Dadas las condiciones sociales, aunado a una desculturización política y la falta de una eficaz cultura cívica que se ha perdido durante los últimos cincuenta años, ciertamente la cosa pública se ha vuelto, por decir lo menos, impopular y notablemente alejada de la cotidianidad de las personas. Somos pocos los que tenemos interés por la política y las cosas del gobierno y eso, notablemente dificulta la presencia de un debate de ideas que sea de interés para el público y para los votantes.
De este modo es como se fue pervirtiendo los sistemas democráticos: por un lado, la indiferencia, desconocimiento y falta de involucramiento de las personas, junto con el alejamiento de la clase gobernante y su actuar de la cotidianidad social al exceso de tecnicismos, lenguaje rebuscado y complejidad de los temas políticos, hicieron que el interés se redujera aún más. Por esta razón, las instituciones fueron reduciendo la participación ciudadana constriñéndola sólo a las votaciones en los comicios.

En las sociedades cuyo sistema educativo ha sido no sólo pobre sino paupérrimo y más respecto a la política, no existen muchas cosas que puedan hacer que las personas se interesen por la cosa pública y, mucho menos, que tengan la cultura política suficiente para cuestionar y contrastar, con la convicción necesaria, las posiciones y propuestas de los partidos políticos y de quienes son candidatos a puestos de elección popular.
De este modo, la mercadotecnia política crea complejas estrategias para atraer la atención del público y, así, se crean imágenes que son afines a determinado sectores de la sociedad, al tiempo que crean personalidades, se estudian ademanes y se perfeccionan discursos para atraer la atención de los votantes y crear personajes —casi ficticios— que sean afines a la imagen con mayor aceptación, para que puedan ser más votados.
Así, la política electoral se ha volcado hacia un complejo concurso de popularidad, en el que es electo un personaje más que un político; una imagen que, a veces, resulta ser sólo eso, sin solidez ni contenido. Con lo que se deja sin bases reales al lectorado para sufragar por una visión política acorde a su pensar, sentir o visión de país.
@AndresAguileraM