La presidenta hondureña Iris Xiomara Castro Sarmiento ha visitado España esta semana en donde se ha reunido con el monarca español Felipe VI, además con el presidente del país europeo, Pedro Sánchez. Sin lugar a duda, es magnífico estrechar lazos con los distintos países –al margen de cualquier ideología– en las diversas áreas que aporten al desarrollo en la “aldea global” que tenemos actualmente producto de la revolución de las tecnologías y los transportes.
Ahora bien, “el problema” es que la mandataria hondureña se ha venido “acostumbrando” a dejar “encargado” de la presidencia de la república a su esposo y asesor presidencial José Manuel Zelaya Rosales, cuando ya el artículo 242 establece que “en las ausencias temporales del Presidente de la República lo sustituirá en sus funciones uno de los Designados”.
Y el país tiene tres designados presidenciales de los cuales, automáticamente uno de ellos debería asumir las “riendas” del país en lugar de Zelaya Rosales. Creo que esta es una falta de tacto, en tanto la clase política de este país centroamericano nunca entendió la imperiosa necesidad de anteponer los intereses de paz y tranquilidad nacionales antes que los “caprichos” y ambiciones particulares.
Decía en su momento Patrick Henry, uno de los fundadores de los Estados Unidos de América que “La Constitución no es un instrumento para que el gobierno controle al pueblo, es un instrumento para que el pueblo controle al gobierno –para que no venga a dominar nuestras vidas e intereses–”.
Particularmente siempre he pensado que “la política es un arte”, en tanto es una actividad orientada a la gestión del bien común, de manera tal que, como el alfarero va dando forma al barro así se debe activar desde el gobierno la sensibilidad social pero dando al ciudadano las herramientas para que “aprendan a pescar”.
Por otra parte, es evidente que Castro Sarmiento y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) –entre otros presidentes de izquierda de la región latinoamericana– hablen el mismo lenguaje, el desoír las críticas que no vienen de “sus semejantes” ideológicos pues lo consideran una “conspiración” contra su impulso de “provocar” los cambios estructurales que ciertamente necesitan nuestras naciones, pero no es ampliando la división sociopolítica como se generan esos cambios pues se estaría atentando contra la lógica democrática originaria de “el poder del pueblo” y el pueblo es todo ciudadano que habita un territorio determinado.
Ahora bien, opino que la sanidad democrática pasa por la amplificación y profundización del consenso como una poderosa herramienta de convivencia en nuestras sociedades contemporáneas, mismo que debe agotarse para alcanzar los estándares “soñados” de una pacífica convivencia, pero teniendo en el horizonte la anulación de la deuda histórica que ha postergado indefinidamente el desarrollo socioeconómico en condiciones de igualdad en el subcontinente y el mundo.
Es incuestionable que Castro Sarmiento es una persona –primera mujer presidenta– de “buena voluntad”, pero sus ejecutorias deben ir en consonancia con la búsqueda de una agenda común en pro del impulso de diálogos fructíferos con los opositores.
En definitiva, si bien es cierto se debe hacer cambios “de raíz” para lograr las metas de contención de la pobreza socioeconómica y pasar a una etapa floreciente en todos los sentidos, no es menos cierto que dignatarios como los mencionados anteriormente deben apuntar hacia la armonización y la convergencia de ideales pero dejando de lado el discurso maniqueísta que no sirve mas que como distractor en lugar de “aprovechar” las oportunidades que genera el disenso para generar desarrollo “hacia adentro”.
Posdata: Desde que asumió en enero de 2022, la dignataria hondureña ha realizado hasta el momento siete giras oficiales al extranjero. Canceló el pasado noviembre una visita a la república mexicana luego de que se confirmase por parte de AMLO la suspensión de la cumbre de la Alianza del Pacífico –a la cual busca incorporarse “formalmente”– a raíz de la ausencia del expresidente peruano Pedro Castillo.