Cuando termine o cuando menos declinen las consecuencias de la pandemia por la Covid-19, tendremos tiempo de reflexionar acerca de muchas cosas. Estoy seguro de que esta época en la que nos ha sumido la pandemia pasará, no sé cuándo, pero terminará. Los que llevamos un tiempo ejerciendo la medicina recordamos perfectamente la aparición del Síndrome de Insuficiencia Adquirida (SIDA). En un principio nos enfrentamos a pacientes que no sabíamos qué les pasaba y por qué les sucedía. Fueron surgiendo conocimientos que nos permitieron comprender algunas cosas, sin embargo, las aportaciones se dieron lentamente, hasta comprender que era causado por un virus, el VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana); las formas en que se transmitía, cómo se podía diagnosticar, resaltó aquí como la prueba de ELISA, ahora tan común, pero que tardó mucho tiempo en poder establecerse rutinariamente.
De esta manera, se presentaron primero medidas preventivas, y poco a poco medidas terapéuticas. La participación de diversos grupos sociales, entre los que se incluía a algunos particularmente afectados por el SIDA, resultó fundamental para el manejo del padecimiento. Dentro de las posibilidades terapéuticas, la industria farmacéutica creo diversos antivirales con los que se ha conseguido, entre otras medidas, que la enfermedad pasara de aguda y mortal a un padecimiento crónico con una buena calidad de vida. Las medidas preventivas han conseguido disminuir su frecuencia, los cuidados durante las relaciones sexuales, la dotación de jeringas a los usuarios de drogas intravenosas, y los cuidados con las transfusiones sanguíneas, entre otras, que han permitido la disminución de casos, cuando menos en la mayor parte del planeta; algunas zonas de África aún son abatidas por el VIH.
No obstante, a pesar de los esfuerzos, no se ha conseguido una vacuna que prevenga la infección. En general, la mayoría de los países actuaron congruentemente con el surgimiento del conocimiento y de las evidencias, y han ido facilitando las medidas preventivas. Además, en la mayoría de ellos el tratamiento para los casos establecidos se otorga gratuitamente o a precios asequibles, los antivirales son muy caros. No olvidemos que en otras naciones surgieron medidas descabelladas, como en Cuba, que aislaron a las poblaciones en riesgo, estuvieran infectadas o no.
Entonces pienso que la pandemia por Covid-19 irá menguando, primero hasta convertirse en epidemias localizadas a ciertos sitios, y posteriormente se convertirá en un padecimiento endémico para el que habrá la posibilidad de programas de vacunación que la irán haciendo menos grave. Ojalá que pronto aparezca un medicamento realmente eficaz en los casos graves.
Será en ese momento que se deberá voltear la cabeza hacia atrás y observar cuáles fueron los mejores resultados de las diferentes gestiones que se han hecho sobre la pandemia. Habrá que ver los resultados que se hayan obtenido desde el punto de vista social, económico, político y epidemiológico o sanitario. Las medidas restrictivas han ocasionado, en diferente magnitud, restricción de la actividad económica y habrá que observar las caídas en el empleo, el PIB, las actividades financieras, la inversión y quizá en la calidad de vida, secundarias a las diferentes formas de restricción, desde la absolutamente total que aconteció en algunas regiones de China, hasta las muy discretas que se promovieron en algunos países europeos y se siguen promoviendo en Brasil, en donde su presidente insiste que no hay que tener restricciones sanitarias porque la actividad económica es primordial.
No son fáciles las comparaciones porque los países ricos y poderosos habrán tenido, por eso mismo, menos consecuencias económicas y una posibilidad de recuperación más pronta, como es el caso de Estados Unidos o los países de la Unión Europea que han echado mano de fondos de reserva que palian las consecuencias y seguramente aceleraran la recuperación. Las repercusiones políticas serán dignas de ser observadas y analizadas; ya vimos una primera consecuencia drástica que fue la derrota de Trump ante Biden, de los republicanos ante los demócratas, y que por cierto, Biden ha establecido medidas mucho más agresivas ante la pandemia. Las consecuencias sociales serán mucho más difíciles de medir, aunque seguramente las más interesantes; por ejemplo, cómo las restricciones originadas para impedir la propagación de la Covid-19 tuvieron implicaciones en la educación de niños, adolescentes y jóvenes, en su capacidad de interactuación, en la capacidad de las instituciones educativas desde párvulos hasta las universitarias; las repercusiones que haya tenido sobre el ánimo de muchos individuos serán entre otros fenómenos dignos de ser estudiados y servirá para, ante la no deseada posibilidad, de tomar mejores medidas.
Las consecuencias sobre la salud creo que sólo podrán ser medidas tomando en cuenta el fenómeno final, los fallecimientos por Covid-19, especialmente con el fin de poder comparar el número de fallecimientos por número de habitantes de las poblaciones estudiadas; otras maneras de abordarlo podrían tener muchos sesgos que desvirtuarían las comparaciones, si bien la saturación de camas utilizadas para la atención de los enfermos se ha venido utilizando ampliamente, creo que sólo mide la capacidad del sistema sanitario y no los resultados ante la enfermedad. El número de casos tampoco será útil porque estará sesgado por el número de pruebas que en los diferentes sitios se hacen ante individuos asintomáticos o pacientes poco graves. Creo que la forma adecuada será analizar los fallecimientos.
En las gráficas que acompaño este escrito muestro datos de algunos países en donde la pandemia ha sido particularmente grave. En ellas se puede observar que México ocupa un lugar muy alto en muertos por millón de habitantes solamente atrás de Reino Unido, Italia y Bélgica, en donde la gestión de las primeras fases del problema parece haber sido particularmente catastrófica; tenemos más muertos por millón de pobladores que Brasil y Estados Unidos. En Brasil la actuación ante la emergencia sanitaria ha sido criticada en todo el mundo, la de Estados Unidos lo fue en un principio, algo parecido aconteció con Italia y Bélgica, pero los resultados en los últimos meses ha ido mejorando excepto en Brasil; en México tampoco han sucedido cambios notables.
Pasado el tiempo habrá que buscar con cuidado por qué la letalidad en México es tan elevada, mientras en los países que muestro se mantiene en 3 o por debajo. En nuestro país es de 9 y de 10 sí se toman los casos registrados por el INEGI y no contabilizados por la Secretaría de Salud, ¿habrá alguna otra explicación además de las pocas pruebas de diagnóstico realizadas? Muestro, además, los números de fallecimientos totales para resaltar la magnitud del problema.
Me llamó profundamente la atención observar algunas imágenes de este principio del periodo vacacional de Semana Santa y el retorno de los sitios de recreo una semana después. En México se observaron grandes tumultos en aeropuertos y terminales de autobuses de viajeros que se trasladaban a sitios de recreo, mientras países como Francia, Alemania o Chile han establecido medidas restrictivas estrictas para intentar disminuir la difusión del SARS-CoV-2; una diferencia notable.
Tendremos que observar si habrán tenido consecuencias las actitudes del titular del Poder Ejecutivo y su vocero y gestor de la pandemia. El hecho de que inicialmente hayan desconocido la gravedad del problema, que nuestro presidente se haya negado en todo momento a utilizar cubrebocas, que el subsecretario haya avalado algunas opiniones descabelladas de su jefe, y que el mismo Dr. López-Gatell haya salido sin protección después de haber estado enfermo y sabiéndose portador de SARS-CoV-2 se paseara en un parque público, que se realizaran pocas pruebas diagnósticas, desencadenando una respuesta poco comprometida de una buena parte de la población, todo esto podría ser parte para explicar los malos resultados.
Mucho se habla de los malos resultados que la gestión en Brasil ha ocasionado, sin embargo, nosotros tenemos más fallecimientos por millón de habitantes y una letalidad bastante más elevada; ha sido muy criticada la actitud del presidente Bolsonaro, pero tiene algunos rasgos similares a los de nuestro gobierno. Una explicación también pendiente es por qué México ocupa el primer lugar en fallecimientos de personal sanitario que atiende enfermos por Covid-19; será difícil dar otra respuesta que no sea que se les protegió inadecuadamente.
Al cabo del tiempo sabremos también si hay alguna de las diferentes vacunas que existen más eficiente y con menos efectos secundarios que otra. Quizá vayan apareciendo biológicos que den una protección más eficaz, con protección más prolongada y con menos efectos secundarios.
Lecturas recomendadas:
José N. Iturriaga. Historia de las epidemias en México. Grijalvo, México, 2020.
DG Alerts: COVID19.
Statista, tasa de vacunación por país en 2021.
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