Cuando reflexionamos sobre el futuro, tanto a nivel individual como societal, nos encontramos con una realidad innegable: nuestras expectativas difieren dependiendo de diversos factores; como la actividad que desempeñamos, nuestra edad, formación y experiencias de vida. Sin embargo, es lamentable constatar que, en muchas ocasiones, no vislumbramos ese futuro con ilusión, sino que lo percibimos como un horizonte sombrío y plagado de incertidumbre.
Nuestro cerebro posee mecanismos de defensa natural, que lleva a recordar el pasado de manera selectiva y agradable, ocultando y protegiéndonos de los eventos desagradables. Asimismo, este órgano complejo nos lleva a buscar la comodidad de lo conocido y familiar, razón por la cual idealizamos el pasado y lo consideramos superior al presente.
Sin embargo, debemos afrontar lo irrefutable: el pasado NUNCA retornará. La naturaleza nos enseña que la evolución es continua en todas las condiciones y que los eventos nunca se repiten de la misma manera. Incluso si anhelamos fervientemente la posibilidad de regresar a épocas pasadas, debemos aceptar que esa idealización es una ilusión inalcanzable en la realidad. Imaginemos, por un momento, la utopía de poder recrear el pasado en nuestra vida actual. Sería un completo desorden y caos. Las personas, las sociedades, las leyes, el conocimiento, las relaciones, todos estos elementos se han transformado y evolucionado a lo largo del tiempo. La fusión de condiciones pasadas con el presente resultaría inviable, ya que cada uno de ellos es el resultado de un aprendizaje, sufrimiento y vivencias particulares.
Es cierto que podemos experimentar descontento con la situación presente y sentir que nuestras expectativas no se han cumplido. Sin embargo, debemos tomar en consideración que nunca antes en la historia de la humanidad hemos sido tan protegidos como especie. Nunca en la historia de la humanidad como hoy, la guerra, las epidemias o el hambre son factores que ponen no en riesgo la especie humana, la existencia de legislaciones e instituciones destinadas a salvaguardar nuestro bienestar, es un fenómeno sin precedentes, la lucha por la igualdad por los derechos humanos y la inclusión de pensamientos diversos es franca y conquista mas cada día. Asimismo, se han realizado esfuerzos magníficos, a nivel individual, colectivo y nacional, para erradicar la pobreza y la ignorancia. Cabe destacar el creciente nivel de conciencia hacia el prójimo que se ha manifestado en la sociedad actual. Nunca antes habíamos presenciado una multiplicidad de voces individuales con tanto alcance y resonancia. Estamos en un momento histórico ante la solidaridad y el reconocimiento de la importancia de los demás.
Es imperante reconocer que aún queda mucho por hacer. La búsqueda de la igualdad en la dignidad humana y las oportunidades de vida para cada persona demanda un esfuerzo titánico y un trabajo constante. Para lograrlo, es necesario invertir en educación, fortalecer las instituciones, contar con líderes responsables, visionarios y muchas cosas más. Resulta fundamental dejar de lado el egoísmo individual y adoptar una mentalidad enfocada en el bien común. Si comprendemos esta premisa fundamental, es decir, que elevar la dignidad humana conlleva a un crecimiento y mejora colectiva exponencial, entonces estaremos en el camino correcto. El avance conjunto de la humanidad generará beneficios incalculables para todos los individuos que la componen.
En conclusión, debemos abandonar la añoranza del pasado y dirigir nuestras miradas hacia el futuro. El pasado NUNCA regresará, el Mundo NUNCA se mantendrá estático, la vida nos pondrá más retos al avanzar en ella. Entenderlo y adaptarnos nos permitirá centrar nuestros esfuerzos en construir un mañana próspero y justo para todos. Depende de nosotros, como sociedad, asumir la responsabilidad y tomar las acciones necesarias para forjar el futuro que anhelamos.
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