Desarmarnos para estar seguros
Luis Wertman

Construcción Ciudadana

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Los programas de desarme voluntario que se han implementado en la Ciudad de México y que ahora se repiten en algunos estados, permiten que muchas…

Imagen: Nexos.
Imagen: Nexos.

Lectura: ( Palabras)

En sus memorias, William Bratton, el famoso jefe de la policía de Nueva York, refiere a un diálogo que escuchó entre una vecina y un agente durante los peores años de inseguridad de una de las metrópolis más conocidas del planeta y en el que ella concluye: “lo que antes se arreglaba a golpes, ahora se arregla a tiros”.

La posesión ilegal de armas de fuego es uno de los retos más apremiantes que tenemos como país y sociedad; para resolverlo debemos comprender que no sólo nos referimos a las que tienen en sus manos los delincuentes, sino a las que portamos sin permiso nosotros, los que nos consideramos del lado de los buenos.

El falso sentido de protección que brinda una pistola es una idea arraigada en gran parte del país y su fundamento ‒proteger a la familia y al patrimonio‒ no ha correspondido con la realidad y menos con el modus operandi que implica el robo a casa habitación, en donde la mayoría puede cometerse sin violencia, simplemente porque es más sencillo e implica menos riesgo de encontrarse con otra persona armada.

Cualquier criminal aprende a calcular los riesgos del delito que comete y la relación de impunidad que tiene para lograrlo. Si en la balanza el riesgo es bajo, entonces la impunidad debe ser elevada y eso lo hace atractivo. Cuando ese equilibrio no es favorable, por lo general, es mejor pensarlo dos veces a menos de que el delincuente sea novato o esté desesperado. 

No a las armas
Ilustración: Giovanni Tazza (tomada de Comercio de Perú).

Así que, tener un arma cargada dentro de una caja de zapatos arriba de un armario, es un peligro más para los habitantes de ese hogar que para quienes pensaran en ingresar a robarlo. En cualquier tipo de enfrentamiento, las posibilidades de salir herido o perder la vida tienden a repartirse en porcentajes iguales entre los involucrados; por lo tanto, quien dedica su vida a una conducta antisocial llega a la conclusión de que eludir la agresión es lo más recomendable.

Luego está el riesgo adicional de la intervención de las autoridades y la información (que corre rápido en las calles) acerca de su eficacia para llevar a cabo o no detenciones. Ahí el delincuente enfrenta a una persona con un conocimiento similar para manejar un arma y verse superado en número por la policía, lo que hace todavía menos atractivo el duelo, porque esto es la vida real, no una película o una serie de acción.

Sin embargo, de nuestro lado éstas evidencias parecen contar con menos peso y en eso estamos fallando como ciudadanía. Desarmarnos es un pendiente en el que podemos ayudar mucho a las autoridades, y en un ejercicio de colaboración entre ambos, los resultados positivos son inmediatos.

Los programas de desarme voluntario que se han implementado en la Ciudad de México y que ahora se repiten en algunos estados, permiten que muchas casas sí se encuentren verdaderamente seguras, porque ya no cuentan con un arma a la mano. Comprobarlo es sencillo, sólo basta con hojear los periódicos del lunes para hacer el recuento de las muertes que provocan las armas de fuego en situaciones de riñas, venganzas personales o motivos pasionales en los que no está relacionado un delincuente. 

Esto no significa que los homicidios dolosos no se cometan entre criminales, pero éstos tienen un motivo de rivalidad por un territorio que representa un negocio, por lo que provocar guerras entre bandas puede tener una intención y dura un período de tiempo, porque de lo contrario se atrae demasiada atención y eso complica mucho cualquier actividad ilegal.

control de armas en el mundo
Imagen: El Definido.

Sin embargo, las agresiones que pueden suscitarse en una casa por violencia, descuido o abuso de alcohol pueden no conocer límites. La mezcla entre estos elementos ocasiona que los ánimos lleguen a niveles que contemplan un abanico de agresiones y para alguien fuera de sí, una de las más efectivas es ir, buscar su arma y descargarla en contra de quien considera que lo ha ofendido.

Si las autoridades tienen la responsabilidad de combatir al crimen, nosotros como sociedad tenemos una que cumplir para renunciar a vivir con un arma (o varias) en casa. El número de accidentes y homicidios culposos (no intencionales) es demasiado alto cada año para ignorarlos, junto con aquellos que se cometen entre civiles, que no deberían ocurrir por causas que no están relacionadas con la delincuencia.

Una auténtica cultura de la paz se fundamenta en la no agresión; todas las comunidades tienen diferencias y episodios en los que surgen actos violentos que deben tratarse con base en el diálogo, la tolerancia y el respeto. Las armas representan todo lo contrario y deshacernos de ellas es parte de la corresponsabilidad que podemos establecer como principio de conducta social y también es una aportación directa para lograr la tranquilidad que tanto demandamos. No a las armas.

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