La percepción de seguridad es tan importante como la realidad de la seguridad, pero una no puede sustituir a la otra. Mientras no asumamos un papel mucho más activo como sociedad para que nos sintamos y estemos en los hechos más seguros, no alcanzaremos la meta de vivir en paz y con tranquilidad.
Y eso implica que desarrollemos vínculos de comunicación más estrechos, redes de apoyo por medio de la tecnología que nos ofrecen las plataformas y las aplicaciones de mensajes instantáneos, para establecer mecanismos ciudadanos que actúen de manera complementaria con los recursos y las herramientas que las autoridades deben aportar para que todos, en los hechos, estemos protegidos.
Uno de los programas que han resultado eficaces desde hace varios años, en el que tuve oportunidad de participar al frente de un organismo ciudadano de atención a víctimas del delito, es el de “Sendero Seguro”, el cual consiste en definir corredores en donde la vigilancia se suma al buen estado de la infraestructura pública (alumbrado, banquetas, andadores) y a rutas específicas en las que quienes los transitan sepan que están acompañados.
¿Por qué no hacer, entre todos, una red de senderos en los que la seguridad esté garantizada hasta cubrir, progresivamente, el territorio completo de la colonia, del municipio y de la ciudad? Juntos podemos acordar como vecinos los puntos en los que estaremos al pendiente de mujeres, niñas, niños, adolescentes y jóvenes, para asegurarnos que salen de la escuela hacia un medio de transporte o llegan a casa sin contratiempos en el camino que toman diariamente.
Conocemos los horarios de cada integrante de la familia y podemos organizarnos para que alguien se haga responsable de apoyar en estos traslados, pero lo mismo se puede hacer en el trabajo, en la escuela y en cualquier otro espacio donde nos concentramos durante varias horas.
Si compartimos el automóvil, definimos puntos de partida y de llegada al momento de iniciar o de cumplir con la jornada de trabajo, podemos estar seguros de que colegas y colaboradoras tendrán el apoyo necesario para prevenir cualquier inconveniente.
Las madres y padres de una escuela pueden formalizar estos grupos de ayuda que se desarrollan en cada plantel y en coordinación con las directivas, diseñar las mejores acciones para que las y los jóvenes puedan ir y venir en un entorno pacífico.
La recomendación es vivir tranquilos, pero nunca pasivos. Hacer lo que nos toca es una aportación civil que no podemos eludir o dejar solo en manos de las autoridades, porque el compromiso es mutuo si queremos evitar que quienes buscan dañarnos lo consigan.
Si socialmente mandamos un mensaje contundente de que no permitiremos ninguna agresión a las mujeres y a otros grupos de la población que pueden ser vulnerables y haremos lo correspondiente para prevenirlo, entonces será complicado que éstas ocurran.
Uno de los principales elementos que necesita la delincuencia es la dispersión de la comunidad, porque entonces puede sorprender y estar incluso en superioridad de fuerza frente a los ciudadanos. Si estamos unidos y atentos saben que no tienen oportunidad.
No me refiero a sustituir las funciones de las autoridades que tienen la atribución –que nosotros les hemos conferido– de proporcionar seguridad pública, sino de pasar a las acciones concretas en el ámbito que sí nos corresponde para estar ayudándonos entre todas y todos.
Cada colonia puede llenarse de espacios seguros, bien iluminados, con gente en las calles que está dispuesta a darle la mano a quien lo necesite y a esperar a quienes deben trasladarse a otro punto por diferentes actividades para reducir las posibilidades de que sean sorprendidos.
Además, es oportuno que iniciemos con la construcción de una cultura de paz, de tranquilidad y de respeto a las mujeres, con la condena enérgica en cualquier sitio del más mínimo intento de afectarlas en su integridad.
La educación también es una herramienta de prevención y desde casa podemos hacer mucho para que uno de los comportamientos básicos sea formar entornos seguros en donde cualquier mujer pueda desarrollarse sin temor alguno.
Recordemos que las mujeres son más de la mitad de la población en México y su participación en todas las actividades de la vida pública y privada debe crecer para que el país avance. Educarnos para su salvaguarda es una labor que debe fortalecerse y movernos a poner de nuestra parte para que vivan seguras y se sientan seguras.
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