Conversaciones de adultos
Juan Patricio Lombera

El viento del Este

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A partir de ahí, pensé que la conversación cambiaría de tercio y que ambos pasarían a abordar temas más serios de la realidad cotidiana…

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Lectura: ( Palabras)

Cuando era pequeño y había una reunión con amigos de la familia, debía mantenerme callado y permitir que los mayores hablaran libremente sin interrumpirlos. Quizá de ahí tomé la costumbre de oír conversaciones ajenas. Hace unos días decidí comer en un restaurante cercano a casa por variar el menú. Todavía no hacía tanto calor y tenía una sombrilla para protegerme de los rayos solares. No llevé “El Ulises criollo” de Vasconcelos, pues el servicio es bastante rápido y a duras penas habría podido leer una página.  

Estaba tan quitado de la pena, hasta que se sentaron a mi lado dos personas de mediana edad. Diría que tendrían unos treinta, treinta y cinco años. Uno de ellos comentó que ese fin de semana (era viernes al mediodía) tenía que ir al cine con sus hijos y pidió consejo al otro comensal sobre qué película ir a ver. A partir de ahí, el otro empezó toda una disertación sobre entretenimiento infantil. A todo esto, debo confesar que me puse a oírlo por matar el rato mientras comía, aunque no habría podido evitarlo dada la cercanía de las mesas.

Durante veinte minutos, el susodicho contertulio hizo un análisis comparativo de Lightyear y los Minions; de la paradoja de viajar a una velocidad cercana a la de la luz durante unos segundos y llegar 4 años después al planeta del que salió instantes atrás, de la profundidad del mensaje de la primera película y la repetición de los chistes en el caso de los Minions. Incluso hubo tiempo para abordar la polémica con el beso lésbico que aparece en Lightyear (que según el comensal casi ni se ve). Su recomendación final fue que su compañero llevase a sus hijos a ver la película de los Minions y que no se complicase la vida. Caso cerrado.

A partir de ahí, pensé que la conversación cambiaría de tercio y que ambos pasarían a abordar temas más serios de la realidad cotidiana que, desafortunadamente, tantos temas de conversación nos traen cada día: inflación, guerra, pandemia, tácticas mafiosas de Uber, uso de la policía para espiar y desprestigiar a los rivales políticos a través de fake news etc. ¡Cuán equivocado estaba! Las nuevas series de Disney acerca de los personajes de Star Wars pasaron ante su escrutinio. Su visión en términos generales era que tanto Kenobi, como Bobba Fet y no recuerdo que otra serie eran un sacrilegio que devaluaban a los protagonistas. Finalmente y no contento con su clase magistral acerca de las series infantiles, el inefable personaje abordó otro tema de gran interés. Los videojuegos. Comparativa de precios, dificultades para pasar de etapa y más cosas.

A esas alturas; una hora después de sentarme, yo acababa  de disfrutar de una tarta de queso y pagaba mi cuenta. Durante todo ese tiempo no hubo ninguna mención a una serie o película para adultos. El otro comensal tan solo se limitó a asentir y reforzar los comentarios de su compañero. Por un momento pensé ¿Qué habría pensado Vasconcelos de esta conversación entre dos supuestos adultos, luego que el intelectual, siendo aún niño, se tuviese que hacer respetar a punta de navaja en Eagle Pass de un gringo abusón?

Existe en esta sociedad un deseo de prolongar la edad adolescente ad eternum. Los 30 pasan a ser los veinte de antes, los padres se convierten en amigos de sus hijos en lugar de ser sus educadores y por nada del mundo hay que estresar y/o traumatizar a los menores. Aparentemente, una mala calificación, por muy justa que sea, puede tener nefastas consecuencias en la psique de los menores. Con esa mentalidad, yo me habría suicidado en la preparatoria.

Lo que realmente me preocupó y sé que no puedo tomar esta charla como una prueba demoscópica es la idea de que vivimos en una sociedad (al menos aquí en Europa) cada vez más infantilizada donde nadie asume la responsabilidad de sus actos, empezando por nuestros propios dirigentes que tienen la impunidad asegurada.

En Pedro Páramo, el protagonista, tras la muerte de su hijo Miguel, dice: “Estoy comenzando a pagar. Más vale empezar temprano, para terminar pronto”. Es decir, Pedro Páramo asume que merece un castigo fruto de sus fechorías, lo que no le impide seguir haciendo toda clase de atropellos.

Si bien una sociedad infantilizada permite evadir al individuo de la asunción de sus responsabilidades, también le impiden defender sus derechos y luchar por cambiar las cosas. Lo más que vemos estos días son berrinches colectivos más o menos violentos del tipo los chalecos amarillos, los indignados que, pasado su momento de gloria, se acaban reintegrando en el sistema sin que nada haya cambiado. En el peor de los casos, los ciudadanos, hartos de políticos tradicionales ladrones y mentirosos, acaban eligiendo a salvadores de la patria del tipo Trump, Bolsonaro o Chávez que son peores que la enfermedad que se busca erradicar. ¡Así nos va!     

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