Comprometernos a restaurar el planeta
Luis Wertman

Construcción Ciudadana

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No estemos adoptando los comportamientos adecuados y por ello perdemos disciplina para lograr que nuestra huella en el medio ambiente se reduzca.

Lectura: ( Palabras)

Si nos guiamos por el mapa de calor que asuela al mundo, y en particular a nuestro continente, parece que nuestros esfuerzos por cambiar hábitos que contaminen el planeta no están funcionando.

Es probable que no estemos adoptando los comportamientos adecuados y por ello perdemos disciplina para lograr que nuestra huella en el medio ambiente se reduzca, en tanto las naciones hacen lo que les corresponde para disminuir el impacto de industrias e instituciones en el cambio climático que ya no podría estar a debate sobre si existe o no.

Las altas temperaturas rompieron, de nuevo, el récord del año anterior y la reducción que esperábamos por el confinamiento debido a la pandemia no ocurrió, así que dejar usar popotes de metal o abandonar las bolsas de plástico para la compra tampoco está surtiendo el efecto deseado.

Ante este fenómeno que podría ser permanente, debemos evaluar si somos parte de modas pasajeras o estamos actuando de manera corresponsable al momento de reciclar y aprovechar objetos y espacios que sirvan para que nuestra presencia sea menos contaminante hacia la naturaleza.

Una de las primeras preguntas que podríamos hacernos es si efectivamente reciclamos de manera correcta o nada más nos quedamos con la costumbre de separar la basura para que quienes nos ayudan con la recolección la seleccionen de nuevo, aunque con un criterio económico y no ambiental.

Otro cuestionamiento estaría enfocado en las maneras en que podemos usar los desperdicios orgánicos para cultivar alimentos en casa o en áreas comunes, como hemos compartido en colaboraciones anteriores. Establecer un huerto, que se nutra de lo que desechamos y luego consumir los producido es un ciclo completo de autoconsumo que nos permite ahorrar y ayudar al ambiente al mismo tiempo.

comprometernos a restaurar el planeta

Apagar focos que no estamos utilizando, desconectar aparatos eléctricos, no dejar cargadores en los enchufes y aprovechar la luz del sol son pasos domésticos que solo consisten en tomar decisiones familiares para llevarlos a cabo. Y, de acuerdo con la ciencia, ayuda mucho a no afectar el entorno en el que vivimos todos.

¿Cuántos días vamos de dejar de viajar en automóvil o a compartir el nuestro con otras personas que van al mismo destino? Uno o dos días que lo hagamos sería de un gran impacto para la calidad del aire y de esa forma ninguna autoridad tendrían que imponerlo de manera obligatoria. Aún mejor: que esa prohibición siga por el bien de nuestras contaminadas ciudades con los niveles sobrepasan la norma, pero que les sumemos esos otros días en los que, como una sociedad inteligente, nos organizamos para evitar que los mismos automóviles de siempre, la mayoría con un solo ocupante, circulen.

Hacer una lista de objetos de un solo uso que traemos a casa y tiraremos una vez que cumplan con su propósito. Basta con mirar la cocina, la alacena o cualquier otro espacio para identificar lo que irá al bote de basura. Acordar entre todos los integrantes del domicilio que no está permitido traer envases, envolturas, bolsas, entre muchos otros artículos, porque no son susceptibles de ser reciclados, es otra manera sencilla de contribuir. Ubicar un centro que acepte esos residuos no estorba y hasta genera un ingreso económico adicional.

Esos son algunos de ejemplos para revisar lo que podemos hacer, pero también está lo que podemos evitar. Reducir la cantidad de alimentos que tiramos a la basura es una buena práctica y también un acto de solidaridad con quien no cuenta con alimentos suficientes; muchas organizaciones han contabilizado que más del 40% de la comida que compramos o elaboramos se pierde, porque no hemos aprendido a racionar y pedir solo lo que pensamos consumir. Puede que la abundancia sea uno de los rasgos sociales que más nos identifican; sin embargo, desperdiciar también lo es y eso debemos rechazarlo.

No tirar basura a la calle o saturar los botes en espacios públicos es otro buen comportamiento que podemos incorporar a nuestro día a día. Viene la temporada de lluvias y de nada nos servirá que la naturaleza nos regale agua si no la cosechamos o evitamos que se pierda en encharcamientos porque el sistema de drenaje está tapado con los desechos que consideramos accidentales cuando caminamos. Colillas, goma de mascar, vasitos para café, pañuelos desechables, servilletas, todos son residuos que dejamos y esa sí es la huella que estamos intensificando como ciudadanos.

Existen muchas más acciones reales que se pueden conversar con quienes habitamos y ampliar a los vecinos y a las calles que rodean el sitio donde vivimos. Ya no son prácticas que están relacionadas a ciertas edades o estilos de vida, son comportamientos que debemos seguir todas y todos, sin distinción. Si alguien lo duda, solo vea el termómetro.

Podemos inclinar la balanza del cambio climático si nos ponemos de acuerdo y cambiamos. De nuevo, no hay evidencia de que podamos mudarnos a otro planeta igual a éste en el corto plazo y nada más eso nos debería convencer de no hacerle daño al único hogar que tenemos disponible. Empecemos donde inician las transformaciones que perduran: en nosotros mismos.

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