Cochabamba de Jorge F. Hernández
Manuel Ramiro Hernández

Visión Integral

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Hernández es un privilegiado de la palabra escrita, también lo es de la expresión oral, y toda la obra está llena de maravillosos pasajes, tanto de las reuniones con el narrador como de la propia novela.

Lectura: ( Palabras)

A fines de 1999, decidí dejar el Hospital 1.º de Octubre del ISSSTE en donde era el director, no tenía una buena relación con la Subdirección General Médica ni con la Dirección General, aunque si con la Delegación Norte, que era de donde dependía el Hospital. Un antiguo director general del ISSSTE me animó a que dejará el hospital, como ya tenía la antigüedad necesaria me jubilé, el ex director me invitó a trabajar al PRI en donde era ahora el presidente, me decía que me iba a caer bien separarme de la administración de la atención de la salud. Me fui de vacaciones, a recibir el año 2000 en Madrid; y cuando le llamé para felicitarle el año nuevo, me dijo que no fuera al partido, que me presentara en la Secretaría de Salud, porque le habían nombrado Secretario. Llegué el 6 o 7 de enero, justo para su toma de posesión, rápidamente me nombró Director General de la regulación de los servicios de salud. Dos cosas resultaron, una que el descanso de la administración de la salud pasaba para otro momento, y segunda que yo no estaba listo para para asumir el cargo; al hacerlo, me percaté de algunas cosas: el funcionamiento y las responsabilidades no eran tan complicadas, algunas de las personas que ya estaban en la dirección no me recibieron bien, entre ellos el que era el secretario particular de la anterior directora y dos directores de área, con ello me vi obligado a cambiarlos.

Para las direcciones les pedí a dos amigos jóvenes que se vinieran conmigo y lo hicieron muy bien; para el secretario particular no tenía candidato, el que empezaba a ser secretario del señor subsecretario, mi amigo Javier Castellanos, me recomendó a un compañero suyo, también abogado, recién egresado de la Escuela Libre de Derecho, me entreviste con él, la primera impresión fue muy agradable y empezamos a trabajar, no conocíamos la dirección, pero a los pocos días habíamos agarrado el tranquillo y nos fue muy bien. Él era muy trabajador, dedicado, inteligente, honesto y fiel, además de llevar a cabo las funciones rutinarias, hicimos cosas interesantes, sacamos adelante dos reglas de operación de leyes, que estaban atoradas desde hacía muchos meses, establecimos relaciones muy importantes, una de ellas con los distribuidores de gases medicinales, de donde salió una reglamentación que cada has debía tener una salida del trasporte y una entrada al depósito también particular, para que no se confundieran y se evitaron muchos accidentes.

Establecí con él una buena relación; un día se presentó con un libro que me regalaba, La Emperatriz de Lavapiés de Jorge F. Hernández, le dije que ya la había yo leído y que me parecía extraordinario, al día siguiente me invitó a tomar café cerca de la oficina y ahí estaba Jorge F. Hernández que era su primo, me autografió el libro nuevo y platicamos largo rato, el autor es un tipo extraordinario, culto, simpático, gran charlista y por si fuera poco aficionado a los toros, algo sabía yo de los emigrados españoles, uno de los temas de la Emperatriz. Quedamos de vernos nuevamente y nos reunimos cinco o seis veces más, siempre resultaban muy agradables y aprendí muchísimo. Después él se fue al extranjero y mi secretario inició una nueva andadura. También he seguido su carrera como funcionario y promotor cultural, tuvo no hace mucho un escandalo, que le obligó a dejar su cargo en la embajada de México en España, pero no ha regresado, se quedó a administrar una vieja librería y tratar de resucitarla, no sabemos si como propietario o como empleado.

Fui leyendo las nuevas obras que publicaba y una era mejor que la otra, pero no me habían atrapado nuevamente hasta que hace unos días leí Cochabamba. Una nueva historia de amor, también trasatlántico, aunque esta vez es de ida y vuelta de Bolivia a París y de retorno. Utiliza una argucia para contarnos la historia, nos dice que fue contratado por uno de los hijos de la heroína para escribir la historia, con el compromiso que no podía quedar en un cuento que lo menos que podía ser es una nouvelleté y terminó en una gran novela. De manera prácticamente simultánea, mientras recibe la historia del hijo Elva escribiendo la novela, maratónicas sesiones entre el informador y el autor se llevan a cabo en la Ciudad de México.

Hernández es un privilegiado de la palabra escrita, también lo es de la expresión oral, y toda la obra está llena de maravillosos pasajes, tanto de las reuniones con el narrador como de la propia novela. Alguien podría pensar o aseverar que la cantidad de adjetivos que utiliza es excesiva, el narrador es un francés (boliviano) agregado cultural en Cuba y que por lo tanto no conoce mucho México, nos hace en su relato muchas descripciones extraordinarias, pero dos destacan, una de una corrida de toros y otra del poster constituido por zapote negro y naranja, yo diría que no son excesivas si no completas y precisas. En cuanto a los personajes de la novela, especialmente ella, el principal, hace descripciones maravillosas de su belleza y de su inteligencia, que le permiten no sólo adaptarse a París si no conquistarlo, había sido llevada ahí por su padre, el malo de la novela, para evitarle relaciones con los bolivianos nativos de Cochabamba, en poco tiempo ha sido plenamente recibida en los ambientes parisinos , casa con un noble francés antes de la guerra mundial, la guerra lo complica todo y el matrimonio aunque de apariencia estable es muy distante, ella sueña con amantes maravillosos y Hernández asegura que fue amante de Malraux un tiempo antes que falleciera en el accidente automovilístico. Cerca del final muere Dupont el noble francés, no antes de haber rehecho la fortuna y ella decide regresar a Bolivia a desenterrar casa y recuerdos y se encuentra con el minero motivo de su exilio y reinicia en la senectud una nueva historia de amor, pena, dulce respetuosa.

El autor debe haberse tardado mucho en escribir la novela, porque parte de sus emolumentos estaban establecidos con un viaje a París para conocer a los protagonistas y los sitios donde suceden los hechos, pero el conde muere y Catalina decide irse a Cochabamba, también estaba pactado un viaje a Bolivia, pero cuando lo intenta hacer ya la heroína ha muerto.

Les recomiendo Cochabamba, una magnífica novela, ingeniosamente escrita, redonda, con un uso del lenguaje extraordinario, rico, ingenioso, iluminado, el dice que se pasaba mucho tiempo novelando, pensando, sin miedo a los gerundios porque también son acción

Si leen Cochabamba (Alfaguara. México.2023) podrán pasarla muy bien, aprender y disfrutar y si también leen La Emperatriz de Lavapiés (Alfaguara. México.1999) podrán tener un doble placer.

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