Dado que todos navegamos en aguas turbulentas en estos últimos tiempos bien vale la pena preguntarse algunas cosas. ¿Está la embarcación preparada?, ¿hay una carta de navegación?, ¿hay un capitán?, y si lo hay, ¿tiene experiencia para conducir el navío por borrascas, neblinas, tormentas y ciclones, intercalados con días de aparente calma? Y la tripulación, ¿reconocen al capitán o quieren ser ellos, en forma colegiada quienes gobiernen, distribuyan y ejecuten las tareas para preservar el barco, sin que este sucumba a las turbulencias del viaje o encalle debido a que no se avizoró a tiempo que se estaba en aguas poco profundas? ¿Podrá llegar a puerto? Y en ese sentido, ¿se sabe bien a qué destino se quiere llegar, o es posible que entre los tripulantes haya visiones contradictorias al respecto?
Hace un par de años asistí a una conferencia de Paul Romer, Premio Nobel de Economía 2018. En esa ocasión, refiriéndose a la situación que vivía Chile, meses antes del estallido social de octubre de 2019, hacía notar su preocupación por el “descuido” hacia el barco que observaba en buena parte del mundo y en mi país en particular. Refería, que una noción fundamental para su teoría económica acerca del “Capitalismo de los pueblos”, la había aprendido en la armada de Estados Unidos, donde había hecho su servicio militar. El principio al que hacía referencia era que, todo miembro de la tripulación de una embarcación, si quería contribuir a alcanzar el objetivo que se les había planteado, debía en primer lugar preocuparse del barco, en segundo lugar de su compañero de viaje y finalmente de sí mismo.
Romer sostenía que “el barco”: la democracia y la institucionalidad, se venían deteriorando a pasos agigantados a nivel mundial desde hacia años y que gobiernos, políticos, empresarios, intelectuales y ciudadanos en general, estaban poniendo su interés personal o gremial por encima de todo, no sólo su conveniencia social, sino también por encima del buen cuidado del sistema democrático que, con todas sus imperfecciones, había traído un inusitado progreso en las últimas décadas a buena parte del mundo.
Vivimos tiempos complejos, transitamos a territorios inexplorados o, tal vez, lugares que conocimos, pero que creímos haber superado. Sea un nuevo comienzo o el retorno al lugar que quisimos dejar prematuramente atrás, más nos vale responder pronto y honestamente las preguntas previas. Urge saber si estamos todos usando la buena lógica de Romer o si, por el contrario, estamos en la “Stultifera navis”, la nave de los necios; donde en nombre de sueños y utopías añejas, terminemos ahogando a nuestras cada vez más precarias democracias.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.