Servir y no servirse de “el otro”
Manfredo Martínez

Sociedades del Siglo XXI

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Crisis ingentes como las caravanas migrantes formadas espontáneamente desde territorio hondureño han sido “colateralmente” propiciadas desde los centros de tomas de decisión para los países del triángulo norte centroamericano…

Fotografía: El País.
Fotografía: El País.

Lectura: ( Palabras)

En el mundo se conmemora esta semana el culmen de la vida pública de Jesús, desde su entrada en Jerusalén hasta su posterior crucifixión y resurrección. El nazareno quiso dejar una huella indeleble e imperecedera en el corazón de sus interlocutores; el servicio al prójimo como un antídoto para gestionar el bienestar colectivo y la armonía social. Ciertamente que estas actividades desarrolladas a lo largo de la historia, con menor o mayor intensidad, se han llevado a cabo en los últimos dos años bajo condiciones “extrañas” (limitación del contacto físico entre particulares, mascarillas y uso de productos farmacéuticos de diversa índole para reducir las posibilidades de contagio en el escenario de la COVID-19).

Para empezar, he querido utilizar esta analogía como titular de este escrito de Semana Santa 2021 para remarcar la necesidad de reinstaurar en nuestras sociedades latinoamericanas nuevas figuras políticas que respondan efectivamente a las inquietudes y sentimientos sociopolíticos de los depositarios de la voluntad popular (en este caso los votantes en la arena de la democracia electoral), con base a la idea de observar los estamentos institucionales públicos como agencias para “torpedear” en búsqueda del bienestar común, anteponiendo en consecuencia los intereses ciudadanos ante los propios.

Es decir, esto nos debe motivar a pensar en que, si no hay condiciones de vida florecientes de la sociedad en condiciones de igualdad –desde los accesos a la educación, salud, gestión política, acceso laboral– se requiere repensar si efectivamente se materializa en lo concreto la idea de un servicio desde la actividad política en pos del beneficio colectivo.

Juan Antonio Hernández, Honduras
Juan Antonio Hernández (Fotografía: Infobae).

Y, esto lo traigo a colación porque, en el caso particular hondureño se ha observado cómo a finales de marzo la sentencia de perpetuidad contra el ex diputado Juan Antonio Hernández, hermano del actual jefe del Ejecutivo hondureño Juan Orlando Hernández, ha mancillado de una u otra manera la bandera nacional de un país en donde habitualmente la gente mantiene rutinas diarias consolidadas en el tiempo y el espacio de trabajo decente y de pervivencia, agravadas por la actual pandemia. Esto se puede observar en un reciente informe generado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), instancia adscrita a la ONU que subraya que en Honduras “cerca de la totalidad de la población ocupada –que es de 81.4%– tiene un empleo informal”, de los cuales, aquellos trabajadores que están dentro del sector informal representan el 67% y advierten de que esta población “se verá afectada en el plazo inmediato por el parón de consumo que implican las restricciones de movilidad a las personas como parte de las medidas sanitarias implementadas por el país”.

En ese sentido, sería importante preguntarse: ¿Qué perspectivas originarias copan el imaginario sociopolítico del dirigente hondureño que postula a cargos públicos? y digo globalmente dirigente hondureño porque de acuerdo a la Agencia Estadounidense Antidrogas (DEA por sus siglas en inglés), desde 2006 dignatarios del país centroamericano han sido “beneficiados” con sobornos de distinta naturaleza por parte de integrantes del crimen organizado que trafican drogas a Estados Unidos. Otra interrogante: ¿Acaso no sabía Juan Orlando Hernández los desproporcionados ingresos generados por su hermano, menor producto de actividades ilícitas provenientes del narcotráfico? (desde la corte federal de Manhattan en Nueva York se le ordena reintegrar 138.5 millones de dólares). Además, me parece pertinente cuestionarse por qué el actual dignatario “catracho” no gusta ceder impresiones a colegas de diversas instancias mediáticas internacionales que buscan auscultar sus impresiones a temas de tan variada índole como estos.

Ricardo Zúñiga
Ricardo Zúñiga (Fotografía: El País).

Crisis ingentes como las caravanas migrantes formadas espontáneamente desde territorio hondureño han sido “colateralmente” propiciadas desde los centros de tomas de decisión para los países del triángulo norte centroamericano, y, al parecer el nuevo jefe de la Casa Blanca, Joe Biden, lo ha entendido al “encargar” al honduro-estadounidense Ricardo Zúñiga, la canalización económico-social de la emigración proveniente de la región. Hemos venido observando en este año con gran estupor cómo los movimientos migratorios “trastornan” las locales ecologías de vida desde los países de origen, que se acrecientan después en los territorios de tránsito –caso guatemalteco y mexicanos– y que de una forma u otra tensionan los mercados laborales del país receptor visionado por parte de los emigrantes –en este caso Estados Unidos–. Ejemplo concreto de ello es observar cómo traficantes de personas lanzaron el reciente 30 de marzo desde una valla fronteriza –de unos cuatro metros–a dos pequeñitas ecuatorianas de 3 y 5 años desde territorio mexicano hacia el anglosajón.

caravana migrantes
Fotografía: ABC.

En definitiva, pienso que si desde nuestras propias experiencias rutinarias no logramos empatizar y “canalizar” las visiones sociales en torno al servicio desde la institucionalidad pública y en el cómo deben gestionarse los asuntos nacionales en condiciones de tolerancia, honestidad y prudencia, enmarcados en la construcción de plataformas efectivas del goce concreto ciudadano de los derechos humanos, evitando las “tentaciones” ofertadas desde diversas fuentes en esos sitios gubernativos, es “mejor hacerse a un lado”.  

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