¿Qué tanto mejora el panorama económico y hasta dónde puede llegar?
Gerardo Gutiérrez Candiani

Zonas de Desarrollo

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Hay que cambiar los términos de la aritmética con conciliación social, confianza, inversión, empleo. Más trabajo; menos polarización y extravío en la política.

Imagen: ENJO.
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Como mostró la última Encuesta a Especialistas en Economía del Sector Privado publicada por el Banco de México, los pronósticos mejoran paulatinamente. Los analistas estimaron un alza del PIB de 4.76%, desde el 4.53% previo. Hay convergencia hacia el 5% y podría ser más. Sin embargo, es preciso moderar las expectativas de una recuperación sólida, entre otras razones porque no ésta puede darse, ni posteriormente habrá un crecimiento sostenido al nivel que requerimos, si no reconocemos y actuamos sobre factores que están afectando el desempeño económico más allá de la pandemia.

Por un lado, hay que contar con la inflación, que se proyecta por encima de 4.5%, arriba del rango objetivo. Desde luego, hay un efecto de comparación con los niveles muy bajos que se dieron con el shock de los primeros meses de la pandemia. Sin embargo, como sea, el PIB real resultará inferior al de 2019 y al de 2018. Pero, sobre todo, en la perspectiva no hay nada que remita a una recuperación vigorosa, principalmente por dos motivos.

  1. El crecimiento esperado o rebote de la recesión es muy bajo para regresar a los niveles del 2019 al concluir este año e incluso ya entrado el 2022, tomando en cuenta una caída de -8.2% en 2020 y de -0.1% en 2019. Más aún, el efecto de reactivación casi se habría agotado para 2022, cuando, volviendo a la encuesta de Banco de México, estaríamos ya en los rangos inerciales históricos, con un pronóstico de 2.66%. El problema mayor es que la “nueva normalidad” podría llegar con tasas de crecimiento promedio anual aún menores, por debajo del 2%.
  2. La principal fuerza impulsora de la reactivación es el dinamismo estadounidense y su efecto en nuestro sector exportador, dado que nuestro mercado interno no crece lo suficiente y el motor de la inversión continúa en niveles históricamente bajos. Recordemos que en el 2020 se registró una caída de la inversión fija bruta de -18.2%, la más abrupta desde la recesión de 1995. Además, en ello ya veníamos de una contracción de -4.6% en 2019, sin pandemia. No hay bases para pensar que los datos en este aspecto puedan mejorar significativamente con la reapertura de la economía o la llamada “inmunidad de rebaño”.
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Imagen: BS.

Empleo y precariedad social

La expectativa sobre la evolución del mercado de trabajo es consistente con un horizonte de recuperación insuficiente tanto en velocidad como en profundidad: los analistas sólo esperan 435 mil nuevos empleos formales (inscritos en el IMSS) y una gran parte de éstos vendrá de los que se suspendieron durante la pandemia. Pero para el 2022 la expectativa es aún más baja: 384 mil. Es bien sabido que México debe generar anualmente más de 800 mil plazas de este tipo para estar a la altura de su trayectoria demográfica.

Hay que tener presente todo eso al afrontar una realidad socioeconómica muy dura: millones de empresas y familias han vivido una grave crisis, que continúa para buena parte.

Según un estudio recién publicado por la OCDE, 66% de los hogares mexicanos ha sufrido dificultades financieras por la pandemia, el doble del promedio de los países miembros y cinco puntos porcentuales arriba de Turquía y Chile, los siguientes más afectados. La inmensa mayoría no cuenta con coberturas por desempleo ni ha habido apoyos fiscales. Un 40% de nuestros hogares reporta que ha tenido que pedir préstamos o vender activos para cubrir gastos, contra 17% en el promedio, y 26% no ha podido cubrir un gasto básico, contra la media de 10%.

Desde el gobierno se nos ha dicho que los programas sociales con transferencias en efectivo han contenido los efectos de la recesión porque llegan a la mayoría de la población, pero los datos del censo de 2020 indican que 75% de los hogares no recibía ningún ingreso por esa vía. Más aún, ni la recuperación económica ni el crecimiento sostenido e incluyente pueden depender de este tipo de ayudas. La gente necesita empleos y oportunidades para salir adelante: los paliativos no bastan.

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Imagen: Katie Gorbacheva.

El papel de la inversión: ¿política versus economía?

En el análisis del escenario económico nacional debe tenerse presente un factor decisivo: sin más inversión, difícilmente puede repuntar el empleo, el consumo y el crecimiento, y en ese aspecto, como hemos insistido, el freno obedece a causas que anteceden y van más allá del Covid-19.

Desde luego, la pandemia redujo el dinamismo económico abruptamente, lo que incluye el desarrollo de proyectos de inversión, pero más temprano que tarde se irá, sin que podamos decir lo mismo de la tendencia de declive de la inversión que lo antecedió, acentuada desde el 2018. En particular, deriva de incertidumbre jurídica y sobre la estabilidad económica provocadas por una politización y polarización que tienden a radicalizarse, socavando el Estado de derecho en México o la percepción al respecto de los inversionistas y agentes económicos.

Los ejemplos están ahí, a la luz: como la emisión de decretos y la promoción de reformas a leyes inconstitucionales, un proceder secundado con incidentes de intromisión y amagos frecuentes a organismos independientes del Estado y al Poder Judicial mismo. Así lo refleja la propia encuesta del Banco Central a economistas sobre los principales factores que podrían obstaculizar el crecimiento: el más relevante, la gobernanza (44%), seguido de las condiciones económicas internas (40%). A nivel particular, incertidumbre política, debilidad del mercado interno, incertidumbre sobre la situación económica nacional.

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Imagen: GS1.

Lo que resta del mes de mayo apunta a una politización aún más extrema, sin muchas esperanzas de que el proceso electoral sirva para plantear y debatir soluciones de salida de la sequía de la inversión y el estancamiento económico. Así, en el panorama posterior a los comicios del 6 de junio lo único cierto es la incertidumbre.

Arrastre limitado

Por lo pronto, la variación anual del PIB estimada por el INEGI para el primer trimestre, -3.8%, sería la sexta contracción trimestral consecutiva en términos anuales. Para comparar, Estados Unidos creció al 6.4% anual en el mismo periodo. Así, los pronósticos apuntan a que nuestros vecinos podrían crecer hasta 6.5% este año, y a pesar de nuevos temores sobre un surgimiento de la inflación, todavía no hay un consenso en las estimaciones de que ésta salga del objetivo. Además, en 2020 su caída del PIB fue de sólo 3.5%.

No por nada, en marzo, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos repuntaron 10.9%, el mejor avance desde septiembre de 2018. Las remesas que envían paisanos a sus familiares llegaron a un récord histórico en el mismo mes, rebasando los 4 mil millones de dólares. Pero esa capacidad de arrastre es insuficiente.

Desde el gobierno se ha dicho que, pese a todo, nuestra economía estará en los niveles prepandémicos a mediados de año. Por simple aritmética es imposible e incluso no es algo totalmente seguro para el 2022.

Hay que cambiar los términos de la aritmética con conciliación social, confianza, inversión, empleo. Más trabajo; menos polarización y extravío en la política.

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