Sacudida inflacionaria y presupuestal en México por la invasión a Ucrania
Gerardo Gutiérrez Candiani

Zonas de Desarrollo

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México no está exento de los efectos de la invasión a Ucrania, aunque el gobierno busque contener el alza en las gasolinas.

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La incertidumbre es la marca del momento y todo apunta a que, efectivamente, con la presión en los precios de combustibles y, en general, en las materias primas, habrá un impacto importante en la inflación global. México no está exento de sus efectos, aunque el gobierno busque contener el alza en las gasolinas, lo cual, además, conduce a un importante boquete en los ingresos fiscales.

Los precios del petróleo bajaron un poco, cuando hubo algún resquicio de oportunidad de salida en el conflicto por la invasión de Ucrania, así como probables fuentes de abastecimiento emergentes para aumentar la producción y, con ello, la oferta. Sin embargo, eso duró muy poco, mientras la guerra sigue y deja más daños, en primer lugar para los ucranianos, en segundo para los rusos y en tercero para la economía global. Los impactos difícilmente dejarán de hacer mella en México, de entrada por el lado de la inflación, pero también en el presupuesto fiscal y con un escenario de crecimiento a la baja.

Por lo pronto, los precios por barril de crudo han vuelto a niveles por arriba de 110 dólares en las referencias Brent y WTI. Los futuros no bajan de 100 dólares hasta los contratos a septiembre y en Estados Unidos, la gasolina continúa en niveles promedio cercanos a 4.30 dólares por galón, y en California, de 5.8 dólares.

Níquel, trigo, maíz

El aumento en los energéticos presiona en diversas cadenas de suministro internacionales, cuyos efectos se trasmiten a la economía mexicana vía insumos y productos de importación. Se presentan aumentos en diversas materias primas que están en la base de diversos encadenamientos. Por ejemplo en el níquel, cuyos costos se ha disparado, al grado de que ocasionalmente se ha tenido que interrumpir su transacción en mercados de futuros.

La situación es igualmente complicada en agropecuarios, como el trigo, cuyos precios están en los rangos más altos desde 2008. Desde el 23 de febrero, previo a la conflagración, los futuros de este grano han subido cerca de 30 por ciento. Los analistas esperan que otros productos, como el maíz, sigan una trayectoria similar, no sólo porque Ucrania y Rusia concentran, en conjunto, más de 16% de las exportaciones globales, sino por factores como una mayor demanda de etanol, ante el aumento en los hidrocarburos. Hay que considerar que probablemente México es el principal importador en el mundo: del total del consumo nacional de casi 45 millones de toneladas al año, aquí se producen hasta 28 millones y el resto se importa.

Así, lo más probable es que en nuestro país tendremos una afectación por partida doble: en la persistencia de la inflación, que permanecerá alta por más tiempo, y en la reducción en los recursos presupuestarios por la determinación de subsidiar los combustibles.

inflacion y trigo

Precios, tasas y desaceleración

El subsidio a las gasolinas ayuda algo a los consumidores, pero no deja de tener impactos colaterales que, en el balance, pueden ser mucho más importantes que las ventajas: menos dinero para asuntos más relevantes en este momento que una promesa política de que no subirá la gasolina. Por ejemplo, el gasto en salud.

Asimismo, hay que tomar en cuenta que se trata de una política pública altamente regresiva, pues son los sectores de mayores ingresos los que más se benefician de ella, mientras se precariza la capacidad de gasto para temas más críticos.

Además, todo esto viene junto con el aumento en las tasas de interés, con la reciente decisión de la Reserva Federal de aumentar la tasa de referencia en Estados Unidos en 25 puntos base. Esta medida puede ayudar a contener la inflación, pero no deja de suponer riesgos de desaceleración económica en ese país, que indudablemente pueden pegarnos por el lado de la exportación.

Para México, además, habrá una mayor presión para incrementar más nuestras propias tasas, tanto por la inflación interna como para retener capitales, en un escenario en el que ha vuelto a verse su salida.

Todo esto no sólo puede significar mayor costo financiero para la deuda pública, sino menor capacidad de crecimiento interno debido al aumento en el costo del crédito.

Hay que recordar que si bien la economía nacional converge con la de Estados Unidos en tasas de inflación que se acercan al 8%, allá ésta se da tras una recuperación bastante vigorosa de una recesión pandémica mucho menos severa que la que aquí se vivió (Estados Unidos: 2019, 2.3%; 2020, -3.4%; 2021, 5.7%. México: 2019, -0.1%; 2020, -8.1%; 2021, 4.8%).

En México todavía no volvemos a los niveles prepandémicos del PIB, o peor aún, a los de 2018, pues en 2019 fuimos uno de los pocos países del mundo que no crecieron. En suma, México está, claramente, en una perspectiva de menos dinamismo, tras dos años de recesión y el rebote insuficiente de 2020.

inflacion

Menos dinero en un mal momento: riesgo de estanflación

Es ante tal panorama que la política de subsidiar las gasolinas parece tener un balance poco alentador en términos de costo-beneficio. De acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), la aplicación de subsidios al Impuesto Especial a Producción y Servicios (IEPS) a las gasolinas y diésel, derivado del incremento en el precio del petróleo, podría generar pérdidas recaudatorias por alrededor de 554 mil millones de pesos. Esto es alrededor de 2% del PIB.

Aunque parte de esta pérdida se compensa con ingresos adicionales por la exportación de crudo, queda un efecto regresivo indudable. El CIEP estima que el incremento en los ingresos petroleros, derivado de un mayor precio, puede ser por casi 644 mil millones de pesos. Eso daría como efecto neto una recaudación adicional de poco más de 89 mil 700 millones. Sin embargo, la captación proveniente del IEPS se va a la bolsa general, por lo que el Gobierno Federal dispone de ella para la realización de políticas públicas. No pasa lo mismo con los ingresos petroleros, ya que parte de estos son de Pemex, utilizados para su operación.

En resumen, los recursos disponibles para financiar políticas públicas disminuyen, y como subraya el CIEP, se deja al Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP) en niveles muy bajos.

No es el mejor escenario de balance presupuestal ante un riesgo cada vez más claro de estanflación, en el que resulta limitada la capacidad del Banco de México de contener a corto plazo las presiones inflacionarias a través del aumento en la tasa de referencia.

Como han señalado analistas, habría que considerar medidas antiinflacionarias y de sus efectos dañinos para la economía. Por ejemplo, trabajar con el sector privado para desahogar los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Eso se hizo Estados Unidos, donde el Presidente Joe Biden negoció con los puertos para que trabajaran más turnos.

Especialistas creen que el SAT podría hacer lo propio, con apoyo de cámaras, empresas y academia para evaluar este tipo de soluciones alternativas.

Lo primero es asumir una postura de realismo ante la situación presente y las perspectivas, seguida de pragmatismo y resiliencia. Nuestro gobierno haría bien en seguir la famosa frase atribuida al célebre economista John Maynard Keynes: “Cuando las circunstancias cambian, cambio de opinión”.

México necesita estar a la altura, con proactividad y flexibilidad, frente a los retos y las oportunidades de hoy. La peor receta es enfrentar las sacudidas internas y externas con camisas de fuerza ideológicas y de enfoque político y partidista.


Fuentes y lecturas sugeridas:
Incrementos en el precio del petróleo: Efectos en la recaudación”, (CIEP).
Precios de granos: “Charts suggest corn and wheat futures could continue to rise due to Russia-Ukraine war, Cramer says”, (CNBC).
México, primer importador de maíz en el mundo: CNA”, (La Jornada).
Precios de gasolina y futuros de petróleo: Gas Prices.

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