Si ya perdiste la noción del tiempo, y tampoco te preocupan demasiado los horarios del día, este artículo es para ti. Como verás, muchas de nuestras actividades anteriores nos quitaban tiempo –traslados, juntas, jornadas de trabajo que se sabe cuándo inician, pero nunca cuándo terminan, trámites y más– y reducían las oportunidades de convivencia, de diálogo y hasta de eficiencia laboral, por la gran cantidad de distracciones que vivíamos como si fueran normales.
Hoy que llevamos semanas de confinamiento para detener el contagio del coronavirus, el tiempo se ha vuelto flexible y, en algunos casos, ha funcionado a nuestro favor. Convencionalismos como la vestimenta o necesidades como presentarnos a lugares específicos para llevar a cabo diferentes tareas son en este momento innecesarios; sin embargo, aunque estamos adoptando nuevos hábitos y nuevas formas de organización, para muchas personas este relajamiento las afecta y provoca problemas que derivan de un aislamiento que nos tomó por sorpresa.
Desde quienes sufren violencia intrafamiliar –que no es culpa del virus porque se da a lo largo de mucho tiempo, incluso años–, hasta aquellos que empiezan a desarrollar problemas emocionales que nos les permiten lidiar con una situación atípica como ésta.
En oportunidades anteriores hemos puesto a disposición el 5511-8575-55 que es la línea de primeros auxilios emocionales de Confianza e Impulso Ciudadano A.C., sus redes sociales y también la posibilidad de mandar mensajes instantáneos vía WhatsApp al 55 2323-0303, para recibir apoyo gratuito de un profesional y no perder la brújula en momentos de gran incertidumbre.
Uno de los libros que más me han impactado ha sido “El Hombre en Busca de Sentido” –lo recomiendo ampliamente para esta contingencia– de Víktor Frankl, en éste se hace una propuesta que es muy importante tomar en cuenta hoy: necesitamos encontrar nuestro propósito de vida, nuestro sentido, para poder enfrentar cualquier cosa que esta existencia nos presenta.
Si hemos usado estos días para aburrirnos, descansar de rutinas muy arraigadas o, tristemente, para aumentar nuestro nivel de violencia en contra de las personas que se supone son las más cercanas a nosotros que es nuestra propia familia, es momento de detenernos, reflexionar, pensar en el presente y buscar ayuda.
Para quienes son víctimas de ésta o de cualquier otra forma de violencia durante este confinamiento, es momento de denunciar. La agresión no nació con el coronavirus, pero sí ha crecido en este resguardo forzado en donde nos estamos jugando la vida, ni más ni menos.
Tenemos tecnología a la mano, redes sociales en particular, que nos permiten hacer públicos muchos de los aspectos positivos y negativos que ha provocado esta pandemia en nuestro comportamiento social y personal. Usemos estas herramientas para detener la ansiedad, la violencia y una posible y dañina pérdida de dirección en nuestras vidas.
Porque vienen momentos para muchos en donde a estos cambios brutales de convivencia se sumarán los efectos económicos y laborales de una pandemia para la que todavía no tenemos soluciones de fondo, y no las tendremos hasta que logremos desarrollar un tratamiento o una vacuna, tal como ocurrió hace una década con la influenza H1N1, tomando en cuenta que el COVID-19 es una crisis totalmente distinta a cualquier otra que hayamos vivido en el pasado.
Esta combinación de problemas deberá encontrarnos en las mejores condiciones posibles de solidaridad, innovación, creatividad e inspiración, para que salgamos lo mejor librados. Y para quienes en este momento siguen siendo víctimas de cualquier forma de violencia familiar o de pareja, el tiempo ocioso podría jugar en contra y como sociedad no podemos permitirlo.
Enfoquémonos en el presente, en el que nos demanda fortalecer nuestros lazos inmediatos, ayudar a quienes lo necesitan y denunciar cualquier cosa que pueda afectarnos. Son momentos de pensar en una nueva realidad y en una nueva sociedad.
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