Notre Dame
Avelina Lésper

Arte y Dinero

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El incendio de la Catedral de Notre Dame nos enfrentó a la vulnerabilidad del arte, a su fragilidad, a la sensación de muerte, de algo que se va y que no volverá a responder nuestras preguntas. La destrucción de los testimonios del…

Fotografía: El Español.
Fotografía: El Español.

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CATEGORÍA: Arte y Dinero | Opinión


El incendio de la Catedral de Notre Dame nos enfrentó a la vulnerabilidad del arte, a su fragilidad, a la sensación de muerte, de algo que se va y que no volverá a responder nuestras preguntas. La destrucción de los testimonios del pasado nos deja sin Historia, el fuego es tan voraz como nuestra negación de la memoria, de la deuda que el presente tiene con lo que antecedió a la pertenencia de esta época. El dolor de esta pérdida es que hoy, con los supuestos avances tecnológicos que tiene la arquitectura y la industria, carecemos de la capacidad artesanal que convirtió en arte la construcción de Notre Dame. La fervorosa idolatría al progreso ha despreciado y pasado por encima de los artesanos, de la herencia generacional de trabajar las maderas, la piedra, hacer capiteles, esculturas, gárgolas, mosaicos, marquetería, todo ha sido sustituido por los materiales hechos en serie, por torres de vidrio y concreto.

Reconstrucción de Notre Dame
Visión de la posible reconstrucción del techo y aguja de la Catedral de Notre Dame, a base de cristal y acero inoxidable, permitiendo la iluminación natural de la catedral. Diseño: Norman Foster (Imagen: Cuatro).

El concurso de restauración es para arquitectos, no para historiadores y artistas clásicos, los candidatos como Foster, Martin Ashley, Stephen Barrett, coinciden en que hay que “modernizar” la estructura, “tomar la oportunidad de acercarla a nuestro tiempo y nuestra cultura”, “espiritual pero diferente”, “materiales más luminosos y funcionales”, esa es la verdadera tragedia, la restauración puede ser peor que el incendio. Los arquitectos contemporáneos ponen su estilo por encima de la función del edificio, por eso las iglesias modernas parecen aeropuertos o centros comerciales. La pretensión de que nuestra época es “más avanzada” es una arrogancia que permite que esas restauraciones atenten contra el espíritu real de los edificios y obras de arte. Quieren adaptar el pasado a nuestro presente y si restauran una pintura le quitan las veladuras y la dejan como cromo de calendario; si restauran un edificio le dividen sus techos de triple altura y meten pisos intermedios porque la actualidad tiene agorafobia y vivimos en cajas de zapatos.

Reconstrucción de Notre Dame
Visión del arquitecto ruso Vasily Klyukin de una actualización moderna de la Catedral de Notre Dame en París, cuyo material principal es el cristal (Imagen: Pop Picture).

Modernizar Notre Dame no es restaurarla, fue creada en el Gótico, es un concentrado de la filosofía de la Edad Media y ese es su valor, representa un momento del pensamiento y la espiritualidad humana que no tiene por qué ser como la de hoy. La demagogia de la integración es parte de las iglesias de hoy que se supone que albergan todas las religiones como si un sitio para la oración y la intimidad fuera un fast food donde puedes comer una pizza o unos tacos en la misma mesa. La oscuridad de un recinto así es parte de su filosofía, es para estar en otro estado del ser, si quieren luz que se metan a un corporativo de vidrio con su obsesión inhumana de la “trasparencia”, la gente que quiere orar tiene derecho al silencio y a la introspección, a escuchar los coros que nacían de la oscuridad de las celosías. Notre Dame fue un sitio para coronarse, santificarse, suicidarse; antes de verla convertida en un aeropuerto o un corporativo, que la dejen así, un esqueleto carbonizado por nuestra ignorancia y soberbia.

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La fe construye al arte sacro, es la fuerza que levanta las cúpulas y que hace interminables las columnas que las sostiene. Ken Follett escribió un pequeño libro sobre Notre Dame, basado en su novela Los Pilares de la Tierra, con la finalidad de donar las regalías para su reconstrucción. En la investigación para escribir este libro conoció las grandes catedrales de Europa, en todas recuerda cómo los trabajadores dejaban en el interior de sus torres, basura, restos de materiales de reparación y colillas de cigarros, y pensaba que esos desperdicios un día provocarían una desgracia.

Las catedrales antiguas son obras de arte en sí mismas, cada fragmento está realizado por artistas y artesanos, las esculturas y capiteles, los murales y pinturas de los altares. La obra no concluye con el edificio, le mandan escribir música coral y conciertos, por eso en su corazón habita un órgano que se fabrica especialmente para cada recinto, la atmósfera es una obra de arte, lo que se escucha y vemos, la luz del sol que se filtra por los vitrales de colores, y entendemos que el camino del misticismo inicia en los sentidos. La Catedral de Notre Dame fue incendiada por la negligencia y la irresponsabilidad humana, es una pérdida irreparable para la Historia del Arte, hoy no existe esa decisión de construir la devoción en la Tierra, y la devoción al arte.

La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México está esperando su propia tragedia, no vivimos tiempos de fe, el revanchismo no da espacio ni para el arte ni para la protección de obras maestras irrepetibles. Desde la plaza del Zócalo se ven las grandes ramas que crecen encima de las cúpulas, que están rompiendo las estructuras, el despedazamiento de las piedras de sus torres, las ventanas arqueológicas del piso están invadidas por vegetación. ¿Qué están esperando para reparar ese daño? Si esto está así es porque el interior debe ser más grave. La pérdida de Notre Dame le enseñó al mundo que el arte verdadero es insustituible, que no se hace con tecnología, se hace con la voluntad humana, cuando hicieron estas catedrales había voluntad de hacer arte, ahora hay voluntad de hacer dinero, de pagar arquitectos estrambóticos que no piensan en la misión del recinto, piensan en hacer negocio con materiales y constructoras.

Las cúpulas, ese milagro de la arquitectura, fueron verdaderos experimentos científicos, los antiguos arquitectos se arriesgaban con un ejército de trabajadores, para levantar aún más alto esas bóvedas que concentrarían un fragmento de la divinidad. Es inconcebible que una obra como nuestra catedral padezca ese deterioro y ese abandono. Si en esta época no pueden hacer bien un centro comercial y las obras públicas quedan a la medida de la mediocridad imperante, qué van a hacer si esta catedral se viene abajo, no hay elementos humanos ni tecnológicos para reconstruirla.

El abandono de estas obras es consecuencia del desprecio generalizado que hay por el arte y la cultura, creen que son un lujo prescindible y quedan fuera de la agenda política. De esos miles de millones que van a gastar en el Orozco Park, podrían destinar un poco para reparar la Catedral Metropolitana, que es más valiosa que todo ese proyecto.

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