Seducido por las ruinas, intrigado por la arquitectura que crea el tiempo, la historia y la violencia de la Naturaleza, el arquitecto y dibujante Giovanni Batista Piranesi, plasmó en sus dibujos y grabados, el silencio del abandono.
Nació en Venecia en el siglo XVIII, fue arqueólogo, arquitecto y grabador. En el siglo XVIII el sistema para documentar las investigaciones eran dibujos y la información llegaba al público a través de los grabados. Artistas acompañaban a los investigadores y dibujaban la naturaleza, botánica, fauna, de anatomía, enfermedades, arqueología, crearon un género artístico erudito de gran belleza.
El paisaje urbano no es un invento contemporáneo, fue una creación del siglo XVIII, ahí se estableció el canon. En el Renacimiento y la Edad Media, el paisaje era una metáfora. Los grabados de vistas de las ciudades eran exquisitos. Los artistas especializados en arquitectura recreaban todos los detalles y aspectos como calles, plazas, monumentos, vistas abiertas, puentes. Hicieron estudios de las luces y sombras, del clima, porque las ciudades están vivas y evolucionan, cambian con la atmósfera, y retener esa movilidad exige observación y paciencia.
Los grabados eran muy buscados por el público, porque era la forma de suspender el tiempo en una vista del paisaje. Aparecían en guías turísticas, en postales, en pequeño y mediano formato. Esas obras son un testimonio histórico, gracias a ellas podemos conocer las ciudades en su pasado. Estos paisajes urbanos se llamaban “veduta” que significa vista en italiano.
Fue el género artístico que dimensionó el valor del urbanismo, de la historia y belleza de las ciudades, de ese entorno en el que vivimos como individuos y sociedad. Con la invención de la perspectiva, de la composición en la distancia, y algo muy importante, la valoración de los puntos de vista que constituyen la personalidad y la belleza de una ciudad.
El urbanismo estaba condicionado por el arte, las cuidades crecían y adquirían su personalidad, su identidad estética y cultural porque el arte urbano estaba presente en plazas con estatuas, esculturas, fuentes, columnas, cariátides. Recrear eso en los gabados constituía una disciplina en si misma.
Los artistas observaban la cuidad como un objeto de contemplación, captaban y retenían esos espacios que definen las ciudades. La técnica del grabado y de las “veduta” lo aprendió Piranesi en Roma con Giusepe Vasi, maestro de grabado y uno de los mejores especialistas en “veduta”.
En esta observación de la ciudad y sus espacios, Piranesi descubre para sí mismo la belleza de la decadencia en las antiguas ruinas romanas que sobrevivían en la ciudad. Saqueadas, mutiladas, con vegetación que crecía entre sus piedras, la gente llevaba ahí a sus animales a pastar. Esos lugares que albergaban el olvido. Para Piranesi fueron la síntesis de la nostalgia por la belleza. Del orden de la urbe, de su paisaje en la distancia se trasladaba a recrear cómo el esplendor sobrevive al abandono.
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