A propósito del Día mundial de la Mujer, el pasado 8 de marzo, uno de los temas que apareció en la discusión pública en medios y redes sociales, fue la situación de este sector de la población en relación con las tecnologías digitales. Son diversas las aristas de este asunto, derivadas de las múltiples situaciones en que nos desenvolvemos las mujeres en las esferas pública y privada. No obstante, sin importar cuál aspecto se desee atender o entender de estos temas, es preciso tomar en cuenta dos factores fundamentales: la perspectiva de género y la desigualdad.
Así, desagregar el enunciado Mujeres y tecnologías digitales precisa demarcar a qué grupo en específico de mujeres nos referimos: si es por grupos de edad, las circunstancias son distintas para niñas, adolescentes, jóvenes, adultas y adultas mayores. O si queremos hablar de origen étnico o nivel de ingresos, nivel educativo, lugar de residencia, condición legal necesariamente habrá que afinar la mirada para ponderar todos los elementos que en la vida cotidiana determinan el acceso de ellas a las tecnologías, así como el uso que les dan o podrían darle.

La perspectiva de género, como herramienta fundamental para entender la condición de las mujeres, permite identificar las diferencias y correlacionar elementos económicos y culturales con posibilidades de desarrollo. Las desigualdades de todo tipo, que históricamente las mujeres –de todos los orígenes, edades y condición social– hemos tenido que enfrentar, y que hoy en día, la pandemia por COVID-19 ha agudizado, suman un nuevo factor: el acceso a los beneficios del desarrollo tecnológico, que ha reproducido el estado de cosas preexistente y ha dado lugar a nuevas brechas, expresando la intersección e interacción de las inequidades.
En este amplísimo panorama de injusticia y violentación de los Derechos Humanos de las mujeres, en un extremo, el de las mujeres que han tenido acceso a estudios superiores y al mundo laboral, en el sector de Tecnologías de Información y Comunicación, por ejemplo, las diferencias entre hombres y mujeres aún se expresan en menores sueldos para ellas. Un análisis de la organización Conectadas, con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, de 2019 muestra que los ingresos de las mujeres en dicho sector, pueden ser menores hasta en un 47% respecto a lo que ganan los hombres, así como que la proporción de mujeres en esta área laboral no ha variado significativamente entre 2005 y 2019 en México, al representar un 33% de mujeres y frente al 67% hombres. Asimismo, de acuerdo con cifras del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), en nuestro país las mujeres que ocupan un puesto en el sector representan solamente un 27.6%
En el otro extremo de la realidad económica, la investigadora Ma. Elena Estavillo, impulsora de diversas iniciativas en favor de la presencia de más mujeres en el campo de la tecnología y con acceso a los diversos usos y aplicaciones que ésta posibilita, presenta un análisis sobre las dificultades que tienen las mujeres más pobres para adquirir un dispositivo para acceso a internet.

La analista menciona que la GSM Association ha calculado que en los países de medios y bajos ingresos, las mujeres tienen un 20% menos de posibilidades de tener un smartphone propio que un hombre, con lo que se reducen casi exponencialmente sus posibilidades de conocimiento del mundo más allá de su localidad, el acceso a plataformas de autoaprendizaje o sus posibilidades de emprender un negocio, por pequeño que sea, pero que podría impulsarle en la obtención de su independencia económica y comenzar a librarse de la sujeción de género, de la violencia y en suma, de la dependencia familiar, marital o de pareja.
En el medio de estas realidades impactantes, encontramos la iniciativa STEM (acrónimo de Science, Technology, Engineering, Matemathics) impulsada a nivel mundial por diversos organismos, universidades y Estados con la finalidad de incrementar la presencia de niñas, adolescentes y jóvenes en las carreras de estas especialidades y que campos que se pensaban ámbitos masculinos se enriquezcan con la presencia masiva de mujeres por medio de políticas públicas, becas y estrategias mundiales que rompan con los estereotipos, lleven a cabo programas y planes de trabajo que atiendan, con perspectiva de género, las condiciones reales de las estudiantes y motiven el encuentro temprano de vocaciones científicas y tecnológicas, así como el convencimiento de su capacidad en estas áreas.
El costo de desestimar la relación de las mujeres con las tecnologías digitales, a todos los niveles, es dejar a la mitad de la población mundial en la orilla del futuro y perder la riqueza cultural, económica, política, social que ello significa.
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