Los cambios
Jutta Battenberg

Espiritualidad Sin Fronteras

94 opiniones • veces leído

El ser humano a veces se resiste al cambio, imprevisible o de secuencia lógica, por ello sufre al tiempo que pierde la posibilidad de disfrutar ese período.

Ilustración: Dijoeregún
Ilustración: Dijoeregún

Lectura: ( Palabras)

El movimiento es la naturaleza misma de todo lo existente, aun cuando nuestra percepción suponga inmovilidad, la vibración es su característica. Este es el principio de la vida que se manifiesta en todas las esferas, en todos los tiempos, en toda la materia. Algunos de estos cambios son tan sutiles para nuestra percepción que apenas registramos sus efectos como el movimiento de la tierra, otros son tan intempestivos y notorios que generan sorpresas y a veces miedos como los temblores.

En la vida humana también se manifiesta esta característica. En efecto, el devenir de nuestra especie se teje a partir de los múltiples cambios esperados y sorpresivos que implican la existencia. Algunos de estos movimientos son deseados, planeados y disfrutados; otros son temidos y pretenden ser evitados; y unos más son inesperados o imprevistos, pero todos ellos modifican la realidad cotidiana.

A pesar de esta situación ineludible, el ser humano a veces se resiste al cambio, imprevisible o de secuencia lógica, por ello sufre al tiempo que pierde la posibilidad de disfrutar ese período, percibir qué significa verdaderamente esa experiencia, reaccionar a ella por medio de las emociones que dirigen la adaptación a su propia existencia y descubrir que está perfectamente diseñado para enfrentar el reto de su vida.

Efectivamente el ser humano al nacer tiene un equilibrio perfecto entre sostenerse en algo que le llame la atención como en pasar a la novedad que le ofrece el ambiente. Esta habilidad natural es alterada tanto por costumbres, condicionamientos, miedos, prejuicios, creencias e interpretaciones de la realidad que afectan la capacidad de fluir con el ritmo mismo de la vida como por apegos al entorno, situaciones y relaciones que la persona asume como indispensables y, por lo tanto, se identifica con ellas y se rigidiza.

Otro de los impedimentos para aceptar y fluir con el cambio está en generar expectativas hacia las personas, las situaciones y el entorno que al manifestarse en forma diferente a la conducta esperada genera resistencia y se intenta presionar de alguna forma para conseguir los resultados articulados en la imaginación.

Todos los cambios generan cierto estrés necesario para hacerles frente. En efecto, la tensión que generan las variaciones libera las sustancias indispensables en el organismo que lo habilitan para estar atentos al evento, responder pertinentemente y adaptarse lo más pronto posible para quedar listos a las nuevas experiencias.

Cuando en los cambios deseados se desborda el nerviosismo se debe a pensamientos catastróficos, generalmente inconscientes, que generan presión. En esto caso, conviene identificar los pensamientos, validarlos (solo en cuanto a reconocer que allí están), y revisar la posibilidad real de su concreción para establecer las estrategias de afrontamiento correspondientes.

Con los cambios indeseados es necesario reconocer la probabilidad real que tienen de acontecer e imaginar los escenarios mediante los cuales es posible adaptarse a ellos y superarlos. Cuando estas son certezas ineludibles como la muerte es necesario aceptar que van a suceder y preparar la vida para cuando lleguen esos momentos.

Percibir el cambio, sin resistencias, en una actitud contemplativa, conecta con la estructura, origen y finalidad de la realidad; desarrolla la capacidad de adaptación al comprender que la existencia así es, permite reconocer los momentos y experiencias más agradables para cada uno y genera un profundo gozo que se caracteriza por una paz infinita.

Más columnas del autor:
Todas las columnas Columnas de

Deja un comentario

Lo que opinan nuestros lectores a la fecha