Lecciones de avicultura e historia
Fulvio Vaglio Bertola
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Se les hace fácil y conveniente olvidar otro 11 de septiembre (1973, en Santiago de Chile, financiado y organizado por los servicios de inteligencia norteamericanos)…

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Lectura: ( Palabras)

Chickens come home to roost” es un viejo dicho popular que puede traducirse laxamente como “todo se paga, tarde o temprano”. Tiene antecedentes literarios (ya se encuentra en los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, segunda mitad del siglo XIV); que yo sepa, la última vez que causó sorpresa (justificada) e indignación (hipócrita) fue el primero de diciembre 1963, cuando Malcolm X lo usó para expresar su reacción al asesinato de JFK. Quizás algunos recuerden que, a consecuencia de ese epitafio, Malcolm X fue primero silenciado, luego suspendido, y después expulsado por la Nación del Islam de Elijah Muhammad.

El “todo se paga” de Malcolm X se refería específicamente a los asesinatos de Patrice Lumumba (Congo, 1961) y de Medgar Evers (Mississippi, 1963), pero más en general resumía el historial de violencia política y racial, consustancial con el sistema socioeconómico norteamericano (blanco). De no haber sido ejecutado menos de quince meses más tarde (probablemente por orden del propio Elijah Muhammad), el tiempo le hubiera permitido a Malcolm X agregar muchos más ejemplos, hasta George Floyd y Black Lives Matter.

Malcolm X
Malcolm X (Foto: La Vanguardia).

Hace quince años Francis Fukuyama también produjo sorpresa e indignación cuando abandonó el movimiento neoconservador. No deja de ser una ironía interesante el que el autor del Fin de la Historia, saludado en 1992 como el manifiesto ideológico del neoliberalismo, llegara en 2006 a criticar el movimiento que tanto le debía, precisamente porque su historia reciente estaba plagada de errores y contradicciones con los que Fukuyama no podía vivir: citaba expresamente la era Reagan-Thatcher y la guerra en Irak.

La autocrítica de Fukuyama no fue llamarada de petate: hace tres años, en una entrevista con el New Statesman, el enfant terrible del neoliberalismo abrió la puerta para la aceptación de posiciones “socialistas” en el panorama político anglosajón.

¿Revancha de los historiadores, entonces? Quizás sí, si la consideramos como una muy necesaria toma de posición respecto a valores considerados, hasta anteayer, incontrovertibles. Una revancha que nos llevaría a establecer nuevos parámetros, y nuevas fechas, para repensar el pasado del sistema político norteamericano como hoy lo conocemos.

Francis Fukuyama
Francis Fukuyama (Foto: Die Zeit).

Podemos empezar con los años 1945-60, cuando el sistema económico norteamericano se sacudió de encima la herencia demasiado dominante de la economía keynesiana y de un movimiento obrero demasiado combativo. Eran los años en que Charles Wilson podía afirmar: “lo que es bueno para [Estados Unidos] es bueno para General Motors – y viceversa–”: frase pronunciada frente al Congreso, sin sombra de ironía, por el expresidente de General Motors que Eisenhower acababa de escoger como su Secretario de Defensa.

Era el inicio de lo que el propio Eisenhower, en su mensaje de despedida del 17 enero 1961, denunciaría como “la peligrosa influencia del complejo industrial-militar”: dominio sustentable del mercado mundial de bienes, servicios y fuerza de trabajo, apoyado en el conveniente espectro de la guerra (fría en principio, sin excluir calentamientos locales) y los jugosos contratos que ésa proveía a la industria privada. Para eso era indispensable eliminar de la memoria colectiva los restos incómodos del New Deal de Roosevelt, representado internamente por las cejas pobladas de Henry Wallace y exteriormente por la pipa de Douglas MacArthur.  

Inició en aquellos años el trabajo de rescritura/cancelación de la historia reciente, incluyendo el rol fundacional de Estados Unidos en la Corea de Syngman Rhee y el Vietnam de Ngo Dinh Diem y Nguyên Van Thieu. El espacio de esta columna no sería suficiente para seguir en detalles la involución de la democracia estadounidense. Para eso voy a tener que remitir a ensayos míos anteriores.

Douglas MacArthur
Henry A. Wallace y Douglas MacArthur.

Sin embargo, hay una efeméride que vale la pena subrayar, por lo menos porque es de actualidad. Todos, desde los republicanos más impenitentes a los demócratas de todo color, están utilizando el recuerdo del 11 de septiembre (2001 en Nueva York) para explicar las guerras de Georgie W. y sus sucesores, justificadas (la de ayer, de hoy y de mañana) por la lucha contra el terrorismo. Se les hace fácil y conveniente olvidar otro 11 de septiembre (1973, en Santiago de Chile, financiado y organizado por los servicios de inteligencia norteamericanos), quizás porque allí no había ni fundamentalistas islámicos ni amenazas terroristas que contener, sólo una doctrina de dominio continental que sostener a como diera lugar.

Golpe de Estado y bombardeo en el Palacio de La Moneda
Golpe de Estado en Santiago de Chile; bombardeo en el Palacio de La Moneda (Foto: La Vanguardia).
Golpe militar en Chile contra Salvador Allende
Golpe militar en Chile contra Salvador Allende (Foto: La Vanguardia).

“Nunca me ha entristecido la suerte de los pollos cuando regresan a casa”, había dicho Malcolm X ese 1º de diciembre de 1963. Algún historiador debería tener el valor (civil y profesional) de repetirlo hoy (sottovoce, no vaya a armarse la de Dios es Cristo) frente a los once ataúdes repatriados de Kabul.

funerales de Estado, USA
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