Las falsas promesas de la inversión ASG
Octaviano Couttolenc

Cambio y fuera

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Existe una tendencia al “greenwashing” donde nos quieren hacer creer que están haciendo suficiente en pro del medioambiente, cuando la realidad es otra.

Ilustración: Lina Gasys.
Ilustración: Lina Gasys.

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En estos últimos años se ha gestado un movimiento profundo en el mundo financiero y de inversión, en el que los inversionistas a través de sus decisiones de inversión invierten en empresas que han decidido adoptar criterios Ambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo “ASG”. Tan sólo en 2022 se estima que empresas emitirán cerca de 900 billones de dólares en bonos verdes, en los cuáles las empresas y gobiernos se comprometen a destinar dichos recursos a proyectos que contribuyan a mejorar el medioambiente. Inclusive miles de administradores de inversiones que manejan recursos por 131 trillones de dólares han sido firmantes de los Principios de inversión responsable de la ONU.

A raíz de este fenómeno, se han escuchado voces de gente muy prominente en el mundo financiero en favor de esta tendencia, de ahí que personas como Larry Fink de Blackrock han sido muy vocales expresando que existe un deber como capitalistas y como fiduciarios del dinero de terceros de buscar apoyar a las empresas en sus procesos de descarbonización y de pasar a ser una economía más verde, buscando los beneficios de largo plazo. “El capitalismo tiene el poder de cambiar a la sociedad y de actuar como un gran catalizador del cambio”. Me parece que hay un convencimiento de que las empresas tendrán mejores resultados en el largo plazo cuando tienen claro su rol en la sociedad y actúan en el mejor interés de sus empleados, clientes, comunidades y sus accionistas.

Sin embargo, existen al mismo tiempo otros inversionistas que parecen dar menor importancia al tema y donde su mayor preocupación reside en buscar que las empresas produzcan el mejor retorno posible a sus accionistas y dejan que las fuerzas del mercado sean las que les premien o castiguen de acuerdo con sus comportamientos.

A principios de este año, un renombrado columnista del Wall Street Journal, de nombre James Mackintosh publicó una serie de artículos en los que expresaba una postura muy crítica en contra de la inversión basada en criterios ASG, ya que consideraba que esto era una nueva moda impuesta desde Wall Street para hacer dinero ayudando a que la gente se sienta bien consigo mismo, ya que considera que el objetivo de hacer el bien y de tener buena rentabilidad son mutuamente excluyentes.

En esta serie de artículos bien documentados y donde presenta varias gráficas buscando demostrar y ofrecer evidencia de que esta tendencia ASG no beneficia a los accionistas de una empresa ya que indudablemente la necesidad de cumplir con criterios ASG le impondrá gastos y costos adicionales, lo que se traducirá en peores rentabilidades a la larga.

Asimismo, comenta que la existencia de nuevos instrumentos como los bonos verdes, no conducen a mayores inversiones de las que ya ocurrían, ya que los emisores sean empresas o gobiernos deciden sus presupuestos de inversión en forma independiente de cómo financiarlos, de ahí que no existe adicionalidad, sino sólo es un proceso a través del cual se ven forzados a etiquetar ciertos proyectos o inversiones, para cumplir con los criterios de elegibilidad necesarios

Las falsas promesas de la inversión ASG

Hace referencia adicionalmente a que en algunos instrumentos cuyo rendimiento está relacionado con el cumplimiento de alguna métrica medioambiental, en el supuesto de que la empresa la consiga, será el inversionista el que reciba una tasa menor y solo en caso de no lograrse es que éste recibirá una mayor, de ahí que quien paga el costo vía menor rentabilidad es el inversionista.

Desde su punto de vista, la inversión en “empresas que logran puntuaciones altas en criterios ASG” no son sinónimo de mejores desempeños ni rentabilidad. Como dirían los abogados, suponiendo sin conceder, que efectivamente las inversiones en empresas con criterios ASG, ofrecieran al inversionista mejores resultados, en donde estaría la virtud de haber participado en dichas inversiones. Si el Inversionista se considera virtuoso y un buen ciudadano, debiera estar dispuesto a recibir menores rendimientos por hacer el bien.

James Mackintosh asimismo argumenta en contra de aquellos casos en los que la administración de una empresa pública se ve forzada por sus inversionistas, a la venta de ciertos negocios por considerarlos contaminantes, pero si este negocio es adquirido por una empresa privada que lo seguirá operando, no existirá beneficio alguno medioambiental para la humanidad.

Sin duda, el mayor número de argumentos que presenta James en sus artículos apoyan su tesis de las falsas promesas ASG, sin embargo, también hace referencia a un par de aspectos en los que reconoce impactos positivos.  Entre estos, menciona que el surgimiento de nuevas tecnologías, y en especial aquellas benéficas para el medioambiente tal como los autos eléctricos, han traído consigo mayores inversiones en el sector, aunque la moda por invertir en los mismos muy probablemente lleve a cierta exuberancia y burbuja en los precios y valuaciones que, aunque beneficie a algunos, muy posiblemente le produzca minusvalías y menores retornos a muchos otros que entraron en la parte tardía del ciclo. Otro aspecto positivo que destaca es que hoy en día existe mucho mejor divulgación de información por parte de las empresas a los inversionistas, sobre sus actividades y el impacto de estas en el ecosistema.

James Mackintosh se une al pensamiento de muchos empresarios e inversionistas de corte capitalista, quienes sostienen que los flujos de inversión irán a aquellas empresas y sectores que ofrezcan una adecuada relación de riesgo-rendimiento, y que no es necesario imponer criterios, tales como los ASG, para lograr dicho propósito. Adicionalmente consideran que los gobiernos a través de ciertas medidas a su alcance incluyendo la aplicación de subsidios o impuestos, pueden modificar y lograr se redirijan los flujos de inversión en la economía.

Desde mi punto de vista, cualquiera de nosotros que ha visto el surgimiento de esta tendencia en los últimos años, no puede sino esbozar cierta sonrisa de alivio, al ver que la comunidad empresarial e inversora toma una postura responsable respecto del rol de las empresas ante su entorno y donde se reconoce su gran capacidad transformadora. Existe una tendencia al “greenwashing” donde algunas empresas y gobiernos nos quieren hacer creer que están haciendo suficiente en pro del medioambiente, cuando la realidad es otra. No somos ingenuos, pero tampoco debemos dejar de reconocer que tan sólo por el hecho de hablar sobre estos temas y ponerlos al escrutinio público, ya es un gran avance, aunque sea lentamente. Estoy convencido que el factor de cambio primordial reside en los gobiernos quienes con sus acciones y decisiones serán los que impulsen o desalienten la transición acelerada hacia la descarbonización.

Yo soy de los convencidos que hacer el bien y tener una buena rentabilidad no son excluyentes, y como inversionista de largo plazo estoy dispuesto con mis decisiones de inversión a promover un mundo mejor y de esta forma, cuando esto se vuelve una ola grande, es posible ejercer presión sobre los administradores de empresas y de inversiones. Para mí las promesas de inversión bajo criterios ASG son válidas y bien vale el riesgo de intentar a través de ellas buscar cambiar este mundo.

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