La sencillez es difícil
Sergio Block

El cristal de las palabras

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Eliminar, ya sea palabras de un texto, láminas de una presentación o juntas de una agenda, no es nuestra forma natural de actuar.

Imagen: Scott Balmer.
Imagen: Scott Balmer.

Lectura: ( Palabras)

En mi trabajo en temas de comunicación y lenguaje claro, suelo encontrarme con muchas oportunidades de mejorar algo a través de la sustracción. Por ejemplo, documentos que pueden expresar su mensaje con menos palabras, presentaciones que pueden llegar al punto con menos láminas o mecanismos de colaboración y coordinación que requieren de menos juntas.  

Siempre me ha sorprendido cómo, a pesar de que las personas suelen aceptar la racionalidad y las bondades de estas formas de simplificación, en la práctica les cuesta mucho trabajo llevarlas a cabo. Eliminar, ya sea palabras de un texto, láminas de una presentación o juntas de una agenda, no es nuestra forma natural de actuar.  

Cuando trabajo sobre algún contenido con mis clientes, suelo oír frases como “hay que meterle más” o “métele más carnita a esta lámina”. Si el cliente es abogado, no es raro que insista en agregar, después de una sección que ya trata un tema de manera exhaustiva, un último párrafo que inicie con la frase “para mayor abundamiento” y luego repita lo que ya dijo con otras palabras (más abundantes y más largas). En cuanto a las juntas, el calendario de muchos de mis clientes y colegas suele verse así:  

agenda llena

Esta situación siempre me ha intrigado: ¿por qué insistimos resolver o mejorar agregando, a pesar de que ya estamos abrumados por juntas excesivas y presentaciones interminables?, ¿por qué nos cuesta tanto encontrar soluciones sustractivas? En este sentido, me parecen muy interesantes los resultados de una investigación que muestra cómo los seres humanos nos sesgamos hacia las soluciones aditivas.

Leidy Klotz, profesor en la Universidad de Virgina y uno de los autores de esta investigación, describe cómo tuvo un momento de revelación mientras jugaba a armar un puente de legos con su hijo de 2 años y medio: tenían que nivelar una estructura y, mientras Leidy buscaba un bloque que agregar, su hijo resolvió el problema quitando uno de los que ya estaban puestos. Una solución más elegante, más sencilla y más barata. Pero muy poco natural para nuestra forma de pensar.  

A partir de esa experiencia, Klotz le planteó el problema del puente a diversos colegas que, de manera consistente, proponían agregar una pieza para nivelar. Eso condujo a esta investigación que confirmó, a través de diversos experimentos, nuestro sesgo hacia las soluciones aditivas y la manera en que tenemos que pensar más para llegar a las opciones sustractivas.  

simplicidad y productividad
Imagen: Blog P&A.

Así, vivimos rodeados por documentos con más secciones, agendas con más juntas, procedimientos con más pasos, trámites con más requisitos, ciudades con más autos, casas con más muebles o edificios y vialidades con más pisos: personas cada vez más abrumadas en entornos cada vez menos sostenibles.  

Por eso, es esperanzador que las ciencias del comportamiento pueden idear mecanismos para revertir este sesgo. En un experimento, por ejemplo, les pidieron a los participantes que mejoraran un modelo de legos y les indicaron que ganarían una suma por resolver el problema, pero tendrían que pagar por cada pieza agregada. A pesar del costo, las soluciones aditivas dominaron. Sin embargo, cuando las instrucciones aclararon explícitamente que quitar piezas no generaría ningún costo, aumentó la proporción de soluciones sustractivas. Éstas también aumentaron cuando se pidió a los participantes que generaran más de una propuesta para resolver el problema.  

Producir soluciones sustractivas puede ayudarnos a tener una mejor calidad de vida, procesos más productivos y, también, un planeta más sustentable. Vale la pena intentarlo.  


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