“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo.
Puedes engañar a algunos todo el tiempo.
Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”
Abraham Lincoln
Aunque desconozco el contexto en el que Abraham Lincoln dijo esta frase, es muy probable que él como político avezado, y conociendo las debilidades de las personas de carácter público, quienes no suelen tener empacho en mentir o al menos tergiversar la información para el logro de sus fines personales, concluyera que esta deformación tiene sus límites.
Nuestra generación quizá más que ninguna otra, está siendo constantemente bombardeada por noticias falsas o desinformación, que o es inventada o es deliberadamente distorsionada con el propósito de engañar o manipular a las personas. Antaño cuando recibíamos información ya fuese de persona a persona o proveniente de alguna fuente, uno tenía mayor posibilidad de saber si quien te lo decía era creíble o no o que tanto le confiabas a la fuente de la que provenía. Hoy en día en que la información circula en línea a través de sitios web, redes sociales, aplicaciones de mensajería y otros medios digitales, y donde tenemos poco tiempo para revisarla, o asegurarnos de su procedencia, es cada vez más común ser presa de información falsa, y lo peor de todo es que nos volvemos parte del hilo transmisor de dichas noticias, mediante nuestro dispositivo digital.
La difusión de noticias falsas y la manipulación de imágenes y videos que distorsionan la realidad ya son de uso común. Ahora se utilizan argumentos emocionales en lugar de racionales para persuadir a la gente y de esta forma manipular creencias y emociones para influir en la opinión pública, donde se va reforzando la polarización en nuestra sociedad, y la ausencia de un debate sobre hechos verificables. Poco a poco se va alejando aquello que conocemos como “la verdad”, que exige coincidencia entre las afirmaciones y los hechos o la realidad, y con preocupación vemos como se instaura la posverdad.
Hoy veo con preocupación como las emociones y las creencias personales tienen más influencia en la opinión pública que los hechos objetivos. En éstos últimos 5 años hemos sido testigos de cómo políticos como Donald Trump o López Obrador, son capaces de dirigir mensajes a sus oyentes, a sabiendas que están divulgando información engañosamente falsa o tergiversada. Según Spin, una empresa de verificación de información, ha mantenido que en México desde las mañaneras se lanzan diariamente unas 94 afirmaciones falsas, engañosas o que no se pueden probar, y de ahí que en 4 años de gobierno sumaban más de 94,000 mentiras dichas por nuestro presidente, mientras que Trump, quien se decía que mentía 6 veces al día, según un conteo del Washington Post, acumuló más de 30,000 mentiras en su periodo al frente del gobierno; una tercera parte de las contabilizadas a López Obrador.
No es raro que aquellos que hacen de la mentira parte de su estrategia de comunicación, tiendan a descalificar a todos aquellos que les hacen ver que están manipulando la información; fueron famosos los desplantes de Trump contra los verificadores de información o comunes las frases de López Obrador para descalificar a la prensa simplemente llamándoles mentirosos, o saliéndose del problema afirmando que él tenía otros datos.
Si todo lo anterior no fuese ya de por si preocupante, ahora podemos sumarle que la irrupción de la inteligencia artificial (IA), nos plantea desafíos y riesgos adicionales en relación con la posverdad debido a su capacidad para generar y difundir información a gran escala y a alta velocidad.
Hoy con la IA es posible con mucho mayor facilidad: (i) Generar contenido falso, a través de generadores de texto y generadores de imágenes, para crear contenido falso y convincente de manera más eficiente que nunca, (ii) Difundir la desinformación en forma automatizada: Los bots y sistemas automatizados basados en IA pueden ser utilizados para difundir información falsa o engañosa en redes sociales y otros medios digitales de manera rápida y coordinada, lo que puede amplificar la difusión de la posverdad, (iii) Personalizar la información: Los algoritmos de IA pueden personalizar el contenido que se muestra a los usuarios en función de sus preferencias y comportamientos pasados. Esto puede crear “burbujas de filtro” en las que las personas solo ven información que refuerza sus creencias preexistentes, lo que fomenta aún más la posverdad, (iv) Manipular las opiniones: La IA puede ser utilizada para crear perfiles falsos en redes sociales, lo que permite la manipulación de la opinión pública y la creación de una falsa impresión de consenso en torno a ciertas ideas o narrativas, y (v) Suplantar la identidad: La IA puede ser utilizada para crear voces y caras falsas que se asemejan a personas reales, lo que aumenta el riesgo de suplantación de identidad y la difusión de información engañosa a través de videos y llamadas de voz falsificadas.
Viendo todo lo anterior, el panorama que se nos presenta a la sociedad en el futuro es por decir lo menos muy retador; como muestra sólo un botón. Ahora que en México estamos en la antesala de un proceso electoral sin precedentes, ante un electorado muy polarizado, no quiero ni imaginar lo que veremos en términos de diseminación de información falsa y engañosa, que incluirá muy probablemente suplantación de identidad en videos y mensajes, difundidos por bots y sistemas automatizados, lo que puede tener gran influencia sobre el desenlace del proceso. Siendo honesto, hay pocas vacunas contra este mal; yo no espero que los políticos y los partidos se comporten a la altura, sino dependerá de que cada uno de nosotros ejerza su juicio crítico sobre la información que reciba y disemine, además de pedirles a los medios, empresas tecnológicas y plataformas que asuman la responsabilidad de combatir la difusión de información falsa y engañosa. De la mano del desarrollo de la IA debe darse asimismo el desarrollo de tecnologías de verificación de contenido más avanzadas que nos puedan alertar cuando la misma sea no verificable o engañosa.
Habrá que seguir ejerciendo nuestro buen juicio sobre si confiamos en las personas o en los medios de los que recibimos información, y antes de diseminarla, habrá que buscar revisar su veracidad y su apego a los hechos, es decir habrá que asegurar que ésta sea verdad.
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