La foto de las fotos
Mauricio Jalife

Encerrado en un Círculo

94 opiniones • veces leído

Todas las fotografías parecían informar de mejores tiempos. La felicidad documentada, para que nadie pueda desafiar el éxito de nuestra historia.

Imagen: Peta Pixel.
Imagen: Peta Pixel.

Lectura: ( Palabras)

La desolada pared mostraba sólo los clavos y su breve sombra. Como personas con sana distancia, unos por acá, unos más por allá, y otros distribuidos solemnemente como soldados en formación. Un clavo solo en una pared es siempre una ausencia.

La labor del retiro de las fotografías había sido meticulosa. Primero, hacer el inventario a través de una detallada colocación de etiquetas numeradas en cada una, para finalmente sacar una fotografía de todas las fotografías del muro, a fin de poder recordar su posición en el conjunto.

La decisión de rentar la casa nos obligaba a meter temporalmente en cajas el cúmulo de fotografías familiares en espera de ser rescatadas y reinstaladas en el mediano plazo. Las había de todo tipo, las de celebración de algún aniversario, las de viajes con los niños, las de boda, las fotos con amigos y familia, las de las mejores mascotas, y una colección selectiva de imágenes de momentos que parecían corresponder a otras vidas.

La selección de imágenes parecía contar una historia por partes. El niño de allá era ahora el papá de acá; la prima Hortensia ahora ya era la abuela de Manuel, y muchos de los personajes simplemente ya no habitaban el mundo. El paso y el peso de los años intensificaba su efecto nostálgico desgastando los colores de fotografías inicialmente luminosas.

Todas las fotografías parecían informar de mejores tiempos. Las sonrisas en lo alto de una montaña; los brazos extendidos en la caída de una cascada; la postura de broma al lado de una escultura en algún lugar de Europa. Fotografías colocadas en el muro como diplomas de la felicidad alcanzada. La felicidad documentada, para que nadie pueda desafiar el éxito de nuestra historia.

foto de las fotos
Imagen: Getty Images.

Meter las fotos en la caja parecía un desahucio en secuencias fraccionales. Cuando tuve la foto de los abuelos en las manos la sensación era clara. Lo guardaría, y posiblemente nunca sacaría de ahí ese viejo cuadro para recordar el momento preciso en que fue capturado. Un domingo de mayo, de hacía unos 25 años, en una comida familiar para celebrar el cumpleaños de mi hijo Robertito.

La tarea de envolver los bastidores en periódico para evitar que unos dañaran a otros tenía su mérito. A veces, unos recuerdos se imponen y terminan por opacar a los restantes. De hecho, en el proceso de resguardo, mirando algunas imágenes que sólo había visitado superficialmente en los últimos tiempos, reparé en la forma en que vamos resignificando el pasado. Ciertos parientes insoportables ya no lo parecían tanto, y determinados momentos rutinarios gozaban ahora de una inmerecida preponderancia. Aquel viaje a Morelia, que recordaba como francamente caluroso y aburrido, a la luz de la fotografía familiar parecía memorable.

Me di cuenta, entonces y sólo entonces, que las fotos no eran vanos intentos por retener el pasado, sino el boleto a su perfeccionamiento. También eran, al propio tiempo, recordatorios de expectativas incumplidas, traiciones inservibles y pérdidas inconfesables. El pasado inexorable gritando, tratando de ser recordado para no dejar de ser.

Al cerrar la caja tuve una sensación de alivio. Por fin, los recuerdos estaban donde debían estar, sin imposiciones gráficas que exigen una reverencia permanente. Hay que recordar a quienes se quiere bajo el manto del sueño, en la luz incoherente del subconsciente y en el encaje repentino de un pasado borroso y escurridizo.

Por fin, liberado del peso de la historia para poder estar en un presente con tanto ruido y malos olores, pero al fin presente.

Cuando la caja estaba no sólo cerrada, sino arrinconada en el closet dispuesto para el efecto, me regresó a la realidad la voz de mi señora esposa. “¿Sabes qué?, vuélvete a colgar las fotos” (…) ¿por? (…) “siempre la casa no se renta, llamaron que siempre no. Y lo estuve pensando y mejor nos quedamos aquí, las clases presenciales ya van a regresar y a Roberto le queda cerca la universidad. Además, esta casa me trae muchos recuerdos”.

Más columnas del autor:
Todas las columnas Columnas de

Deja un comentario

Lo que opinan nuestros lectores a la fecha