Hiroshima y Nagasaki en la geopolítica del 2022
Nydia Egremy

Cristal Geopolítico

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Algo es cierto: ningún gobierno debe usar el átomo como arma de destrucción masiva.

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Lectura: ( Palabras)

Hace 77 años, en agosto de 1945, Estados Unidos lanzó dos bombas nucleares (Little boy y Fat man) sobre civiles, en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Con esa ofensiva Washington logró tres objetivos geopolíticos: ostentarse como potencia atómica mundial, mostrar a la Unión Soviética esa capacidad y disuadir a Japón de intentar otra acometida militar.

El poseedor y usuario de tal arsenal tiene dos objetivos: persuadir a los adversarios de abstenerse de atacar su integridad territorial, e inclinar la balanza a su favor para ser hegemónico y garantizar su seguridad nacional e intereses vitales.

Estados Unidos (E.U.), tras ser pionero en el uso de esa arma de destrucción masiva, hoy posee unas 3,750 ojivas nucleares y 2,000 más por desmantelar, según el Departamento de Estado. En la carrera atómica lo siguieron: Rusia, China, Reino Unido y Francia con incierto número de bombas.

Esas potencias aseguraron su puesto permanente en el Consejo de Seguridad, órgano de decisión en Naciones Unidas; más tarde se unieron al club nuclear India, Pakistán, Israel y Norcorea –que de vez en vez muestra su músculo para exhibir el irresuelto conflicto intercoreano–.

Hiroshima y Nagasaki en la geopolítica del 2022

Hiroshima y Nagasaki marcaron el inicio de la aciaga era de ensayos nucleares. Bikini, el mítico traje de dos piezas usado por bañistas en los sesentas, designa al atolón en Oceanía donde E.U. realizó detonó 23 artefactos entre 1946 y 1958.

Ahí lanzó la bomba de hidrógeno Castle Bravo de 15 megatones (mil veces más potente que la de Hiroshima). Su radiación impidió que los antiguos habitantes volvieran al lugar, como prometió E.U., que los trasladó al atolón Rongerik y a la isla Kili. Ahí carecían de sustento y necesitaban ayuda, por lo que la potencia nuclear los indemnizó con sólo 125 millones de dólares, de los 2,000 mdd que ofreció.

Entre 1966 y 1996 Francia realizó 178 ensayos submarinos y atmosféricos de armas nucleares y unas 15 pruebas de ‘seguridad’ en los atolones de Mururoa y Fangataufa, en la Polinesia. Los frenó por presión pública.

A la sazón, E.U. libraba su guerra en Vietnam y su ejército estuvo tentado a usar ahí el arma nuclear.  “¡Deben estar locos! No podemos usar esas cosas horribles contra los asiáticos por segunda vez en menos de diez años. ¡Dios mío!”

Así respondió el presidente Dwight D. Eisenhower a las insinuaciones del jefe de Estado Mayor Conjunto, almirante Arthur W. Radford, y al Jefe del mando supremo de la Fuerza Aérea, general Nathan F. Twining, en la primavera de 1954, según La Vanguardia (1 marzo 2021).

Y aunque el Pentágono no usó la bomba ahí, en la Ofensiva del Tet (1968) empleó armas químicas que aniquilaron a más de 10 000 norvietnamitas y usó munición con uranio empobrecido en Irak. La excepción es América Latina, zona desnuclearizada por el Tratado de Tlatelolco de 1967, a iniciativa de México y del embajador Alfonso García Robles.

tratado de Tlatelolco México

En Medio Oriente este es tema sensible. El programa nuclear de Israel habría desarrollado entre 200 y 400 bombas para responder a ataques; con lo que amplió su influencia regional, señala el politólogo Juan Carlos Gardeazábal.

Del Golfo Pérsico llegó un respiro de alivio el 14 de julio de 2015, con la firma del acuerdo entre la República Islámica de Irán y el llamado G5+1 –conformado por China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia más Alemania y la Unión Europea–.

El estado persa garantizó el uso pacífico de su energía nuclear: desactivó más de 12 mil centrifugadoras y removió unas 10 toneladas de uranio enriquecido y aceptó la supervisión internacional en procedimientos e instalaciones.

A cambio, el G5+1 levantaría el veto económico en su contra y liberaría millones de dólares que congeló la banca. En mayo de 2018, hubo un giro cuando el veleidoso Donald John Trump repudió el pacto.

trump acuerdo nuclear

En cambio, Asia-Pacífico está en ebullición. A siete décadas de sufrir el poder del arma nuclear de E.U., hoy Japón, es su cercano aliado en el objetivo de proyectar su influencia en el Pacífico y contener a China.

E.U. respalda el reclamo de Tokio por la soberanía de las islas Sensaku (en japonés) o Diaoyu (en chino). Lo hace con sus 55,000 tropas emplazadas en bases que posee desde 1945; la mayoría en Okinawa, pese al repudio de sectores contra tan expansiva presencia. Sensible a ello el primer ministro Fumio Kishida prometió reducir esa presencia, sin lograrlo, pues la clase política nipona aprueba ese despliegue.

Hoy el contexto del poder nuclear se da: cuando el mundo se reconfigura geopolíticamente en un orden multipolar, en plena colisión multidimensional entre Washington y Beijing, el difícil conflicto Ucrania-Rusia y en medio del efecto boomerang de las sanciones de Occidente contra el Kremlin.

Y hoy, como en la Guerra Fría, la estrategia es oxigenar la paranoia nuclear de la audiencia. Lo hacen la prensa corporativa militante y las tecnologías de la ‘información’ al omitir información veraz, no sustentarse en estudios, evidencias, estadísticas ni análisis objetivos e independientes.

Miedo para manipular e ideologizar a millones. Hacerlos creer que un supuesto enemigo usará contra ellos el arma nuclear, con estas portadas: Amenazas rusas elevan peligro nuclear en el mundo, tituló Los Angeles Times el 2 abril; El verdadero poderío nuclear de Rusia y cómo se compara (BBC, 1 marzo).

CNN, el canal del magnate Ted Turner presentó el 1 de marzo su “Análisis de las armas y las amenazas nucleares de Rusia: lo que debes saber”. Citó a Petro Poroshenko –que llegó al poder de Ucrania por un golpe y que reprimió al Donbás en 2014– diciendo: “Putin es una amenaza para el mundo, más de lo que fue Bin Laden”.

Abona a la histeria la reciente advertencia del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, de que “El mundo está a un error de cálculo de la aniquilación nuclear”. Ante ello ¿Quién corre a confirmar que Rusia posea 6,250 ojivas nucleares y E.U. 5,500 como afirman fuentes estadunidenses? O quién le cree a la alemana DW cuando publica que “La Agencia Central de Inteligencia (CIA) no ve indicios de que Rusia busque desplegar armas nucleares tácticas”.

Algo es cierto: ningún gobierno debe usar el átomo como arma de destrucción masiva. La historia y las víctimas de Hiroshima y Nagasaki lo confirman.

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Paulina Latapi

No aprendemos de la Historia. Brillante artículo

Paulina

¡Excelente reflexión! Me quedo con esto: ningún gobierno debería usar al noble átomo como arma de destrucción masiva.

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