Hablando en futuro
Gonzalo Rojas-May

La tierra de los espejos

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Entonces, ¿cómo estamos pensando el futuro?, ¿lo hacemos desde el voluntarismo, desde el deseo, desde el asombro, desde el miedo tal vez? Lo que vendrá, pone siempre en juego a la incertidumbre y al anhelo.

Imagen: El País.
Imagen: El País.

Lectura: ( Palabras)

La filosofía, la historia y la psicología ofrecen múltiples herramientas y posibilidades para abordar la noción de temporalidad. Lo hacen desde la reflexión, el estudio y la indagación teórica y psíquica profunda acerca de lo que, para todo ser humano, supone saberse mortal, habitante de un entorno delimitado, amante de personas y criaturas que también tienen un plazo de existencia acotado y testigo de un presente en perpetuo movimiento y transformación.

Hablar del pasado, inevitablemente, supone un abordaje desde la experiencia presente y desde las ideologías que cada uno de nosotros adscribe, como consecuencia de nuestro acervo cultural.  En cierto sentido, al igual que en el aquí y en el ahora, toda lectura e interpretación del pasado es fenomenológica.

Entonces, ¿cómo estamos pensando el futuro?, ¿lo hacemos desde el voluntarismo, desde el deseo, desde el asombro, desde el miedo tal vez? Lo que vendrá, pone siempre en juego a la incertidumbre y al anhelo. Y la cosa se pone aun más vertiginosa si tratamos de definir donde comienza el futuro. ¿Es en el instante que sigue a la consciencia del presente, es a partir de un hito, de un suceso, de un comienzo o de un final?

Al día de hoy lo que parece necesario, es que todos debemos asumir que hay que seguir aprendiendo a surcar esta nueva manera de vivir y que pretender controlar las grandes transformaciones utilizando la misma mecánica del pasado ya no es posible.

pensar el futuro
Imagen: Revista Anfibia.

Uno quisiera pensar que a propósito de lo que estamos viviendo, todos saldremos ganadores ya que todos hemos perdido algo o, en otras palabras, todos ganamos porque nadie pierde. Más allá de los juegos lingüísticos uno quisiera soñar, que habremos aprendido a convivir con fórmulas y lógicas más amables, solidarias y cooperativas. Sin embargo, es muy probable que las pulsiones expansivas que existen en cada uno de nosotros, pasado los momentos de epifanía comunitaria, vuelvan a sus caudales habituales y nos sigan llevando, dando tumbos, saltos cuánticos, uno que otro codazo y un gran derroche de ambición y creatividad, hacia un futuro distinto y deslumbrante, tal como ha sido desde siempre.

Ahora bien, qué bueno sería, que, pasado todo esto, si nos quedara una huella permanente, una memoria definitiva, ésta fuera la idea, la noción, de que aquí no sobra nadie, la de que en el planeta hay lugar para todos.

Hablando en futuro, entonces, sí habrá enormes razones para celebrar.

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