Fentanilo y otras drogas químicas: armas de destrucción masiva
Octaviano Couttolenc

Cambio y fuera

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La lucha contra los narcóticos no es un tema nada fácil de resolver, pero pareciera que los esquemas de combate hasta hoy utilizados no parecen ofrecer resultados alentadores.

Lectura: ( Palabras)

Hace unos años leí un libro que me impresionó mucho llamado “Dreamland” del autor Sam Quinones,  donde describía el grandísimo problema de salud pública en los Estados Unidos relacionado con el abuso y mal uso de los analgésicos para dolores crónicos, llamados “Painkillers”, y donde como resultado de la confabulación de empresas farmacéuticas, doctores y de la misma Federal and Drug Administration (“FDA”), un gran número de norteamericanos habían caído presa de estas sustancias y se habían vuelto adictos y como cerca de 500,000 personas entre los años 1999 y 2019 habían muerto por sobredosis.

Lo relevante del libro, radica en que fue de los primeros en poner todas las piezas juntas, es decir en ser capaces de explicar como el exceso de muertes por sobredosis en EE. UU. estaba relacionado con las estrategias y agresivas técnicas de mercadeo de empresas farmacéuticas alrededor de sus productos para eliminar o reducir el dolor, y donde por mucho tiempo mantuvieron que los mismos no causaban adicción, cuando la realidad era muy diferente. La FDA también tuvo su parte de culpa al haber autorizado con relativa rapidez analgésicos tan adictivos y dañinos como el OxyContin (oxicodona) de la tristemente famosa Purdue Pharma.

Como sabemos los opiáceos durante muchos siglos se han utilizado como medicamentos para quitar dolores muy fuertes, y aunque los mismos en un inicio provenían de la planta de la amapola, como eran el opio, morfina, heroína, etc., ahora han sido reemplazados por productos sintéticos de origen químico, de donde sobresale el fentanilo, metadona, oxicodona, entre otros. Los productos químicos ofrecen fórmulas más potentes para calmar/eliminar el dolor (fentanilo es 50-100 veces más potente que la morfina), y son de mayor facilidad de producción y bajo costo, sin embargo, suelen estar muy relacionados con sobredosis y muerte, al ser más adictivos y difíciles de administrar y en ocasiones son mezclados por traficantes sin escrúpulos con otras sustancias.

La responsabilidad por la pandemia en el uso de estos analgésicos en los EE. UU. se le atribuye en buena medida a la empresa llamada Purdue Pharma quien desde 1995, mediante estrategias muy agresivas de marketing de su analgésico estrella llamado OxyContin, enganchó a miles de norteamericanos en esta adicción. Se estima que esta empresa vendió en estos años más de $35,000 millones de dólares en estos productos lo cuál enriqueció en forma muy importante a sus dueños, la Familia Sackler, quienes se volvieron importantes benefactores de universidades y museos entre otros.

Esta empresa comenzó a tener problemas por demandas por su agresivo mercadeo, y ya en 2007 tuvo que pagar multas por 600 millones de dólares asociados a la venta de este producto y tuvo que declararse culpable de cargos federales. No es sino hasta 2021, en el que después de un largo proceso, se declaró la quiebra y disolución de esta empresa, con lo que se daba fin a un largo proceso contencioso, donde más de 3,000 demandantes exigían una compensación por los estragos de este fármaco; la familia dueña mediante el compromiso de pagar $4,500 millones de dólares, buscaba redimirse del daño causado, sin embargo con esta resolución judicial el resto de su fortuna quedará intocada de posibles demandas futuras.

Esta escalofriante historia ha sido llevada a la pantalla por HBO mediante un documental, al mismo tiempo que se han publicado varios libros. Han existido muchas críticas en EE. UU. alrededor del acuerdo judicial obtenido ya que, aunque representa un logro al otorgar a los demandantes incluidos gobiernos estatales y locales una suma importante para aplicarse como compensación, y apoyo a programas de desintoxicación y prevención, deja muy posiblemente a futuros afectados sin la posibilidad de demandar a la familia por este mismo motivo.

Durante 2021 las muertes en EE. UU. por sobredosis de drogas sintéticas alcanzaron las 108,000 personas, y de éstas el 70% estuvieron relacionadas al fentanilo. El fentanilo además de aplicarse en forma directa (inyectable y parches) hoy desgraciadamente es mezclado por traficantes de drogas con otras sustancias, y dados sus potentes efectos, puede conducir con facilidad a una sobredosis. China ha representado durante muchos años el proveedor principal de drogas sintéticas a EE. UU. incluyendo el fentanilo, ya que más de 5,000 empresas constituyen la poderosa industria farmacéutica china. Del 2014 al 2019 un gran número de empresas químicas y brokers exportaron fentanilo a los EE. UU. en forma ilegal. China bajo presión de EE. UU. estableció un régimen controlado para algunos precursores del fentanilo, pero muy pronto China encontró una ruta alterna vendiendo precursores químicos a los carteles mexicanos para su introducción como fentanilo a los EE. UU. Los cárteles mexicanos hoy producen en laboratorios clandestinos el fentanilo utilizando los precursores chinos y lo trasladan vía terrestre a la Unión Americana.

Esta pandemia que se ha gestado en Estados Unidos por los últimos 30 años pone de manifiesto la malvada complicidad del poder económico y político, y como los recursos tan cuantiosos que generan estos productos, son capaces de comprar consciencias y corromper al sistema de procuración de justicia. Quizá esto sea solo un capítulo más de la historia de las guerras alrededor de las sustancias prohibidas en el mundo, y habrán muchas más por venir. El caso criminal de Purdue Pharma que se develó ante nuestros ojos, mostró de vuelta las miserias humanas, y asimismo dejó ver la fragilidad de nuestros sistemas de control ya que, a pesar de ser una empresa formal, regulada, pagadora de impuestos, fue capaz de en plena luz del día causar una gran destrucción. La lucha contra los narcóticos no es un tema nada fácil de resolver, pero pareciera que los esquemas de combate hasta hoy utilizados no parecen ofrecer resultados alentadores, de ahí que como en varias esferas de la vida, si el esquema actual no ofrece la solución, es nuestro deber como sociedad buscar un esquema alternativo que si ofrezca soluciones. Tiempo al tiempo.

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