Escándalo en el Vaticano
Elías Cárdenas

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El Papa Francisco le pidió su renuncia personalmente, no obstante de que era su amigo y consejero, por haberle perdido la confianza. El acusado inmediatamente reclamó…

Foto: InterMundial Seguros.
Foto: InterMundial Seguros.

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El Papa Francisco levantó la bandera de la lucha contra la corrupción que ha corroído por siglos al clero romano. El martes 27 del pasado mes se abrió el juicio contra el exsecretario sustituto de Estado, Ángelo Becciu, quien fuera cesado del alto cargo –segundo en la correa de mando del Vaticano– y nueve presuntos cómplices más, por su participación en la compra de un lujoso edificio en Londres, en el prestigiado distrito de Chelsea, de diecisiete mil metros cuadrados y un costo aproximado de 232 millones de dólares. Con tal propósito el hoy acusado pidió un crédito de 200 millones de dólares a un banco suizo, mediante un empresario italiano residente en Londres, quien se dedicó a realizar operaciones especulativas que fueron en perjuicio de las finanzas del Vaticano –unos 400 millones de dólares–, por lo que se decidió terminar su pacto con el empresario y lo sustituyó por otro, Gianlugi Torzi, quien tuvo que indemnizar a su antecesor con 55 millones de dólares.

La investigación del escándalo que cimbra los muros del clero romano se inició hace dos años y consta en un expediente de quinientas páginas, que sirve de base para las acciones contra el cardenal Becciu, a quien el Papa argentino Jorge Mario Bergoglio, le pidió su renuncia personalmente, no obstante de que era su amigo y consejero, por haberle perdido la confianza. El acusado inmediatamente reclamó su inocencia y se dijo víctima de una vendetta –venganza propia de mafias italianas– y menos haber dispuesto del Óbolo de San Pedro que es un fondo de las limosnas de la iglesia en beneficio de sus hermanos de sangre. Becciu es el primer cardenal sometido a juicio en toda la historia de la iglesia, debido a que el Papa Francisco había decretado con anterioridad la anulación de este privilegio milenario. Por ello el cardenal inculpado no podrá estar en el cónclave para designar al nuevo Papa a la muerte del actual. ¡Dios no lo quiera!

Ángelo Becciu y el Papa Francisco
Ángelo Becciu y el Papa Francisco (Foto: Religión Digital).

Pero en este entramado, como en las películas de misterio, siempre aparece una mujer. Cherchez la femme, como señala la máxima de investigación francesa. Ella se llama Cecilia Marogna, de 39 años, contratada por el cardenal como asesora en seguridad, y está acusada del desvío de 575 mil euros, destinados a la liberación de los sacerdotes y monjas rehenes en el mundo, según una versión, y otra para la seguridad contra actos terroristas en las nunciaturas en los países con mayorías o minorías católicas, pero que han ido a parar a objetos de lujo, como bolsas, zapatos, perfumes (el lector(a)  ya adivinó las marcas) y hasta un sillón de 12 mil euros para su comodidad personal. Ella dirige una empresa, que la prensa italiana señala como fantasma, localizada en Eslovenia, que tiene como objeto social la seguridad y fue fundada en 2018. Natural de Cerdeña, al igual que el cardenal Becciu, ha sido tildada como sobrina o amante de éste, a lo que ella ha contestado “absurdo”. Por lo pronto ya ha sido arrestada para ser enjuiciada como cómplice del gran escándalo al interior del alto clero.

El Papa Francisco ha sido un enérgico defensor de la transparencia en las finanzas del Vaticano desde su arribo, hace ocho años, a la máxima jerarquía de ese territorialmente pequeño Estado y representante de Dios ante los católicos del mundo. Su vida de austeridad con la que se ha conducido revela el seguimiento a la de San Francisco de Asís, del cual tomó su nombre como Papa. Sin embargo, en este asunto ha tocado una de las cuerdas más sensibles de la milenaria iglesia: sus riquezas y sus finanzas. Obviamente contravienen los principios fundamentales del cristianismo, entre otros, el de la preferencia por los pobres que fue revivida por la corriente de la Teología de la Liberación, tendencia “socialmente progresista”, en cuyos documentos fundatorios colaboró cuando era Obispo en su natal Argentina.

papa francisco
(Foto: CMF).

Seguramente en México, tanto el arzobispo primado de México, el Consejo Episcopal Mexicano (CELAM) y los obispos, han de estar atentos a este juicio –llamado en Italia El Juicio del Siglo– para, según resultados, modificar reglas sobre su patrimonio y el manejo de sus finanzas. Han sobrado casos de malversaciones y adquisiciones de bienes que han sido soterrados al interior del clero nacional. Cito como simple ejemplo:

El 13 de mayo de 1983, un impertinente reportero, hizo reconocer a Jorge Martínez, vocero del CELAM, que la iglesia tiene grandes extensiones de tierra en su poder; el portavoz del episcopado eludió cuidadosamente precisar si estos latifundios también serán repartidos junto con las riquezas acumuladas en manos de algunos distinguidos monseñores. A preguntas más específicas de los reporteros, rechazó de plano la loca idea de que el clero pudiera vender sus tierras para ayudar a los pobres.[1]


[1] Cita del artículo “Canto Gregoriano; son de Mariachi”, en su columna “Red Privada” del periodista Manuel Buendía, del libro post mortem titulado La Santa Madre, patrocinado por la Fundación Manuel Buendía A.C., editado por Ediciones Océano S.A., 1985. Primera edición. 

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Nydia Egremy

En aras de la exigencia de una transparencia universal, este artículo de Elías Cárdenas cumple a cabalidad. El Vaticano y la Santa Sede, íconos del secretismo milenario, han sido también paradigma de maniobras de dudosa legalidad en cuanto al manejo de sus cuantiosos recursos. Muy bien volver la mirada hacia otras latitudes, sacras o no, para confirmar que la corrupción es universal.

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