El tornasol
Fulvio Vaglio Bertola
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¿Hay una jugada económica equivalente por parte del Talibán? Al parecer sí la hay: el Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicciones…

Foto: Gettyimages.
Foto: Gettyimages.

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Estoy escribiendo esta columna con un ojo al gato y otro al garabato. El garabato (¿o el gato?) es el reporte de la BBC sobre las explosiones de la mañana del pasado viernes 27, cerca del aeropuerto de Kabul. Afganistán se ha establecido en nuestra memoria mediática y ya se ha convertido en el inevitable tornasol que modifica nuestra percepción del entorno político y económico global.

Empezamos con Alemania: el 26 de septiembre próximo habrá elecciones parlamentarias federales. Según todas las predicciones ninguno de los tres partidos mayores (cristianos demócratas, socialdemócratas y verdes) rebasará la línea del 30 por ciento que le permitiría liderar un gobierno de coalición con sus aliados más cercanos. Quiere decir que el panorama más plausible es (por primera vez medio siglo) una coalición, o convivencia forzada, entre los tres.

ataque aeropuerto Kabul

La actual crisis afgana afecta, aunque indirectamente, las predicciones electorales. Los cristiano-demócratas tiene bien grabado en la memoria el precio que pagaron por la política “abierta” de Angela Merkel frente a la crisis migratoria de 2014-16: en la contingencia actual, Merkel ha declarado que Alemania va a recibir “un cierto número” de refugiados afganos, pero se ha negado a cuantificar con más precisión, antes bien ha establecido como prioridad la de reubicar a los refugiados afganos en “lugares cercanos a ellos” (léase Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán).  

Austria, Suiza y Francia han rechazado abrir sus fronteras a los refugiados; el grupo de Visegrád ha hecho lo propio, como era de prever. En estas circunstancias lo que está en juego para el próximo gobierno alemán es su papel como eje de equilibrio del ya de por sí complicado castillo de naipes europeo; y esto quiere decir “prestigio nacional”, que a su vez se traduce en aumento o descenso de votos populistas (y neonazi, puesto que el AFD está estable sobre el 10%).

Armin Laschet (CDU), Annalena Baerbock (Greens), Olaf Scholz (Social Democrats)
De izquierda a derecha: Armin Laschet (CDU), Annalena Baerbock (Greens), Olaf Scholz (Social Democrats).

En un escenario más amplio, el Afganistán de hoy también obliga a revisar esquemas usados en el pasado para explicar intervenciones y guerras de las grandes potencias. Hoy se ha vuelto parte de la “nueva normalidad” teórica el considerar las esferas de lo político y de lo económico como naturalmente separadas; parece demodé buscar, debajo de las relaciones internacionales, algo más concreto que el simple conflicto de prestigio y principios. El melodrama orquestado por el GOP y FOX News ha manejado de esta manera ideológica los ataques extranjeros a la democracia norteamericana: China y Rusia nos están desafiando para reafirmar su predominio ideológico; China es más fuerte económicamente y por eso es más peligrosa que Rusia; pero los Estados Unidos son más fuertes que cualquiera de las dos.

En realidad, Afganistán sí tiene intereses económicos estratégicos en juego: nada menos que un millón de millones de dólares en depósitos inexplotados de litio (indispensable, entre otras cosas, para la producción de baterías), a los que deberán agregarse metales como hierro, plomo, tántalo y cobre, además de los yacimientos fósiles de carbón y turba. ¿Suficientes para costear una guerra de conquista de 20 años? Probablemente no; pero sí para justificar una intervención indirecta una vez que el principal rival ha sido obligado a retirarse; esta parece ser la jugada de Xi Jinping.

¿Hay una jugada económica equivalente por parte del Talibán? Al parecer sí la hay: el Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicciones (EMCDDA) alertó a finales de 2020 que las regiones bajo el control talibán estaban produciendo metanfetaminas (extrayéndolas de una variedad local de efedra, de fácil cultivo, llamada bandak) para complementar el opio (del que Afganistán produce el 80% del total mundial) y con la mira puesta sobre todo en el mercado europeo.

producción de opio, Afganistán

El Talibán se ha comprometido a combatir la producción de opio (al parecer eso fue uno de los acuerdos entre la administración Trump y el Talibán: a partir de 2018 se han reducido los bombardeos de laboratorios de opiáceos); pero, si la situación económica en Afganistán empeora por las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y el FMI, los nuevos dueños del país podrían retomar y aumentar su producción de drogas. El camino es familiar para las mafias europeas: Afganistán colinda con Irán y éste con Turquía; y ésta podría ser la jugada de Putin.

Esa lógica complicada me regresa al gato (o al garabato): el Talibán había avisado que no podría garantizar la seguridad en las zonas adyacentes al aeropuerto; los servicios de inteligencia británicos habían predicho un ataque violento para hoy, en el mismo lugar; hasta los Inefables Cinco de FOX News habían hablado de ISIS-K como de un grupo terrorista no controlable por el Talibán. De acuerdo: no le vamos a pedir a Tucker Carlson pruebas de inteligencia militar (ni de otro tipo). Pero ¿y si ISIS-K fuera movido por la intención de desprestigiar al Talibán ahora que todavía no está sólidamente instalado en el poder en todo el país?

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