El Cambio Climático y la controversia de la geoingeniería como remedio
Claudia Schatan

De qué se trata

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Un cambio serio e inmediato de nuestros hábitos es indispensable para frenar la catástrofe climática.

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Lectura: ( Palabras)

Como es de amplio conocimiento, la tierra se ha calentado 1.1ºC desde 1850 (período pre-revolución industrial) y la velocidad a la cual aumenta la temperatura actualmente es la más acelerada en los últimos dos millones de años. La acumulación de gases efecto invernadero (GEI) en la atmósfera de la tierra está teniendo un impacto significativo a través del cambio climático manifestándose en sequías, temperaturas extremas, incendios, huracanes, inundaciones, elevación del nivel del mar, entre otras. Con el aumento de las temperaturas estos fenómenos sólo empeorarán, por lo que la humanidad, a través del Acuerdo de París en 2015 (COP21), se ha propuesto mantener la temperatura del planeta por debajo de los 2ºC en lo que resta del siglo, pero preferiblemente no por arriba de 1.5ºC (respecto a las temperaturas previas a la revolución industrial) y con ese propósito habría que lograr tener cero emisiones netas de dichos gases para 2050.

De acuerdo al Informe del Cambio Climático de 2022; Mitigación del Cambio Climático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), es difícil alcanzar las metas mencionadas: “Las emisiones de GEI en 2030 asociadas con la implementación de las contribuciones nacionalmente determinadas (CND) [para reducir emisiones] anunciadas antes de la COP26 haría probable que la temperatura exceda los 1.5ºC durante el siglo XXI. Una limitación probable del calentamiento global por debajo de 2ºC entonces dependería de una rápida aceleración de los esfuerzos de mitigación después de 2030”. Ello debido a que los compromisos adoptados por los CND no serán suficientes para reducir las emisiones de GEI a los niveles necesarios para detener el cambio climático, es decir, a cero emisiones netas en 2050. A menos que se tomen medidas mucho más drásticas, esta última meta no se lograría aún cuando a raíz de la COP26 algunos países se hayan propuesto revisar sus compromisos para hacerlos más efectivos en el esfuerzo de mitigación.

El mismo informe citado anteriormente explica por qué una rápida y equitativa eliminación de los combustibles fósiles es esencial para evitar llegar a niveles catastróficos de calentamiento global.

Sin embargo, claramente, la humanidad no está haciendo los cambios necesarios para avanzar al ritmo y en la dirección deseada respecto a la reducción de emisiones. De hecho, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en 2021 fueron las más altas registradas en la historia, más que compensando la caída que habían tenido el año anterior gracias a la suspensión de muchas actividades durante la pandemia. De acuerdo al IEA (International Energy Agency) el repunte de la demanda de energía en 2021 fue impulsado por las condiciones climáticas adversas y el comportamiento del mercado energético, especialmente el aumento de los precios del gas natural y el consecuente mayor uso del carbón (a pesar de que las energías renovables también se expandieron). No es difícil imaginar que con la guerra de Rusia contra Ucrania este problema empeorará. En todo caso, según los informes del IPCC el mundo tendría que llegar al pináculo de emisiones para el año 2025, que está a la vuelta de la esquina, si se quiere alcanzar las metas del Acuerdo de París.

En estos momentos, nos enfrentamos de lleno al llamado “efecto invernadero” a raíz de los GEI acumulados (dióxido de carbono, CO2, el óxido nitroso N2O, el metano, CH4, y el ozono, O3), que aumentan la luz del sol que absorbe el planeta, elevando así su temperatura. Ante el desalentador panorama planteado y la lentitud con la que se cambian las formas de vida de los humanos para detener las emisiones, han surgido opciones para realizar cambios a gran escala en el clima de la tierra como posibles “soluciones”; nos referimos a la geoingeniería o ingeniería del clima, sin duda, polémica.

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Existen varias vertientes de la llamada geoingeniería (aquí englobaremos con este término tanto las técnicas de modificación de la radiación solar como las de remoción del dióxido de carbono).

Una corriente importante es la geoingeniería solar, cuyo propósito es reducir la cantidad de rayos solares que absorbe la tierra. Un método propuesto es inyectar pequeñas partículas de aerosoles sulfatados (normalmente provenientes en forma natural de volcanes) en la estratósfera utilizando para ello aviones o globos aerostáticos, lo que reflejaría parte de los rayos solares hacia el espacio. Como mencionado en un informe reciente, esta técnica tiene varias ventajas sobre otras geoingenierías, como la rapidez con la que se puede hacer, su reversibilidad y su relativo menor costo que otras macro intervenciones en el clima. Sin embargo, Alan Robock, un experto en estos temas, sintetiza los peligros de inyectar aerosoles sulfatados en la estratósfera al considerar que habrá “disrupciones de los monzones de verano en Asia y África, reduciendo las precipitaciones para el cultivo de alimentos que nutren a miles de millones de personas; el agotamiento de la capa de ozono; no más cielos azules; reducción de la energía solar; un rápido calentamiento global si se interrumpe la aplicación de esta práctica.”

Otra técnica de geoingeniería solar propuesta para reducir los rayos solares que llegan a la tierra es el “abrillantamiento” o blanqueo de las nubes marinas. Esta técnica consiste en hacer más brillantes las nubes que se encuentran sobre los océanos de manera que reflejen la luz y reduzcan los rayos que normalmente absorben los mares. Para ello se necesitaría diseminar gotas de agua salada que al evaporarse permitiría que cristales de sal se elevaran al aire y en torno a ellas se formaran nubes. Ello enfriaría las áreas donde se pudieran formar. Se requerirían flotas de barcos que pudieran absorber agua del mar, procesándola para atomizarla y dispersarla cerca de la superficie del mar. Las partículas lanzadas al aire, después de unas semanas volverían al mar.

Ambos métodos descritos para reducir la luz solar que llega a la tierra pueden influir en aspectos adicionales a la sola temperatura o pueden tener efectos contrarios a los deseados, como el inhibir el crecimiento de la vegetación, contribuyendo a aumentar el CO2 en el ambiente.

Un tercer método para disminuir los GEI es la ingeniería de los mares. Durante millones de años el intercambio de CO2 entre la superficie del océano y la atmósfera se mantuvo constante pero desde hace un siglo y medio, con la gran emisión de CO2 de los humanos los océanos han absorbido alrededor de un tercio de estas mayores emanaciones. La acumulación excesiva de CO2 en los océanos produce su acidificación pues al disolverse dicho gas en él produce ácido carbónico, lo que desencadena fenómenos químicos que disuelven las conchas de animales marinos, como los corales, entre otros. Este proceso se ha ido acelerando y actualmente la acidez de las aguas superficiales es 30% mayor a la que existía antes de la revolución industrial.

La fertilización de los océanos es el método más difundido para reducir, en teoría, la acidificación de los mares y contribuir a limitar el calentamiento global. Este enfoque recomienda el estímulo (a través de sembrar, por ejemplo, hierro en el mar) al crecimiento de los fitoplancton en el océano, lo que a través de la fotosíntesis puede convertir el CO2 en oxígeno. Esta forma de geoingeniería, al igual que las otras hasta aquí mencionadas, puede provocar efectos adversos, como el estímulo a la reproducción de algas, que al final de cuentas puede consumir grandes cantidades de oxígeno en el agua, afectando negativamente la fauna marina. Además, la multiplicación del fitoplancton, que es la base de la cadena alimenticia marina, puede desestabilizar el equilibrio en ese ecosistema. El Protocolo de Londres para la protección de los mares (versión 2016) contempla ya la “geoingeniería marina” a través de la fertilización de los mares, aunque lo permite sólo con fines de investigación.

Hasta ahora ninguna de las técnicas de geoingeniería mencionadas se ha puesto en práctica y se ha experimentado con ellas, más que nada, en laboratorios virtuales. Una cuarta forma de geoingeniería surge como una práctica más inminente con el fin de remover CO2 de la atmósfera o impedir su liberación, recurso incluso avalado por el informe más reciente del IPCC (2022) que la considera inevitable, aunque no ignora sus riesgos. Las formas de remover CO2 de la atmósfera son diversas y “Los impactos, riesgos y co-beneficios del despliegue del CDR [remoción de CO2, por sus siglas en inglés] para los ecosistemas, biodiversidad, y personas será muy variable, dependiendo de los métodos, contextos específicos de su aplicación y escala.” (IPCC, 2022, pág. 48, traducción propia).

Cambio Climático y la controversia de la geoingeniería como remedio

Existen diferentes mecanismos de captura y almacenamiento de carbono (CAC o CCS por sus siglas en inglés). Uno de estos procedimientos consiste en que se capture el dióxido de carbono antes de que éste sea liberado en la atmósfera (recomendado especialmente para hacerse cerca de las fuentes de producción de emisiones, como industrias especialmente sucias tales como plantas eléctricas, cemento o siderurgia) y una vez capturado se conduce a su secuestro bajo tierra o a su uso en la producción. Otra fórmula es su captura directa (CDA o DAC, por sus siglas en inglés) que intenta absorber CO2 del aire, independientemente de la fuente o la época de su emisión. Este último procedimiento puede hacerse, por ejemplo, usando grandes instalaciones de ventiladores que filtran aire y luego, al igual que con CAC, se separa el CO2 con solventes químicos, para después almacenar ese carbono en lugares seguros o bien reutilizarlo en la fabricación de productos varios. Esta forma de capturar CO2 es más intensivo en energía que el CAC, pues el CO2 en el aire está más disperso (IPCC, 2019).

Nótese que la captura y almacenamiento de carbono es un arma de doble filo en lo que a combate al cambio climático se refiere (The New York Times). La inyección de CO2 en el subsuelo puede hacerse con el fin de reducir los GEI que contribuyen al calentamiento global, pero también se usa para extraer petróleo adicional del subsuelo, que de otra manera quedaría atrapado allí. En muchos yacimientos petroleros sigue habiendo grandes reservas de petróleo pero que son difíciles de alcanzar. Con la inyección de CO2, técnica desarrollada en los setentas, el petróleo de difícil acceso se expande en volumen y disminuye su viscosidad, por lo cual se hace más fácil su extracción. A mediados de 2021, 80 por ciento de los proyectos de CAC utilizaban el CO2 capturado y almacenado para producir petróleo.

Así, algunas políticas contra el cambio climático en este terreno, pueden ser contraproducentes. Este es el caso de los grandes subsidios que estará dando Estados Unidos para detener el calentamiento global a través del Inflation Reduction Act, recién aprobado por el Congreso de Estados Unidos, que contiene subsidios para CCS. Este instrumento estará promoviendo una mayor producción de petróleo, a la vez que ayudará a extraer CO2 de la atmósfera. Una contradicción en términos.

Finalmente, la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono o BECCS por sus siglas en inglés, también es un proceso de geoingeniería, si se considera que se interviene la forma de cultivo y uso de la tierra y que también requiere almacenamiento de CO2 en el subsuelo. Consiste en la plantación de árboles, productos agrícolas u otros cultivos (preferiblemente de crecimiento rápido) para generar energía. Esta es la base para que se produzca una captura de CO2 a medida que esta vegetación crece, a la vez que genera actividades productivas (madera, productos agrícolas, entre otros). Los desechos de estas actividades se utilizan para producir bioenergía lo que inevitablemente requiere combustión. Este proceso generará emisiones que incluyen CO2, el cual a través de un proceso químico se separará de las demás emisiones y finalmente en estado puro se almacenará en lugares geológicamente seguros. Nuevamente, este tipo de actividades puede terminar en un “mal uso” del CO2 capturado, a lo cual hay que agregar el riesgo de grandes transformaciones del uso de tierras que puede poner en peligro la biodiversidad, el desplazamiento de población, e incluso generar mayores emisiones debido al cambio en el uso de suelos. El IPCC (2019) calcula que para 2100 entre 25 y 46% de la tierra cultivable tendría que dedicarse a esta actividad dentro del marco de BECCS y aun así no sería necesariamente consistente con alcanzar la elevación máxima de temperatura a los 1.5ºC.

Como puede apreciarse, estas macro-intervenciones en el globo terrestre para enfrentar el cambio climático pueden tener efectos adversos muy significativos, efectos que no serán parejos además, porque habría ganadores y perdedores para cada una de estas intervenciones. La geoingeniería pretende encontrar soluciones que permitan seguir emitiendo grandes cantidades de GEI sin alterar buena parte de nuestro comportamiento, altamente dependiente de la energía, incluyendo la energía sucia. La mayor parte de la humanidad no está del todo consciente de lo que se está jugando al mantener patrones de consumo, transporte, comunicaciones, etc… básicamente intactos (o crecientes) a pesar de las amenazas y desastres climáticos que ya empezamos a experimentar, y cuya evolución no es promisoria. Un cambio serio e inmediato de nuestros hábitos es indispensable para frenar la catástrofe climática mientras que los mega proyectos para extraer CO2 de la atmósfera y de las fuentes de su producción parecen muy arriesgados y con efectos que pueden ser contraproducentes.

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Emilio

Me parece que cualquier intervención humana que implique una desviación de los procesos naturales, provocará de una forma u otra, un aumento en la contaminación y por consiguiente, un aumento en el calentamiento atmosférico. A mi juicio, la solución real consiste en dos procesos paralelos: Uno; Una campaña mundial de reforestación intensiva especialmente en las zonas tropicales, y dos; un cambio profundo en los hábitos de consumo, estableciendo sistemas de economía circular, con un aumento masivo de la reutilización de los deshechos y disminuyendo el consumo superfluo.

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