Aun cuando la percepción que tenemos de la realidad está relacionada con la materialidad sólida, los conceptos definidos y la quietud, la vida humana es una constante vibración que fluye. Esto implica, por un lado, que hay más vacío que solidez y, por el otro, que todo está en movimiento.
Estas dos características generan la estabilidad y el desarrollo de toda la creación. La vibración da consistencia, el fluir experiencia, evolución, crecimiento.
En el resto de la creación esto funciona por programa sin generar ningún tipo de resistencia. En el ser humano, esto tiene que surgir del reconocimiento de esta realidad y de su aceptación. Así, la calidad de la existencia depende directamente de la forma cómo se asumen libremente estas dos variables.
En efecto, la identidad del ser humano se ha construido a lo largo de ese camino con todo lo que ha estado a su alcance; la elección y la jerarquización la ha otorgado la persona misma sin haber tenido, al principio de su existencia, criterios pertinentes, adecuados y eficientes para la integración.
Este camino que recorre todo ser humano siempre es nuevo y diferente, pues, aun cuando en apariencia repita situaciones, cosas y personas previamente conocidas, en todas y cada una de ellas hay una novedad, por sutil que sea, que modifica el conocimiento previo. Estas nuevas experiencias su suman a las previas, las cuales sirven de fundamento para interpretar las novedades emergentes. Así, con el tiempo, las experiencias, el conocimiento adquirido y la madurez permiten reconocer aquellas introyecciones que causan daño y modificarlas según requiera cada situación. A la vibración personal le corresponde precisamente esta actividad, es decir la articulación de la propia personalidad.
Algunas tradiciones afirman que, a mayor vibración, mayor luz, paz, bondad, sabiduría y felicidad en la persona, mientras que el rencor, el resentimiento, la venganza, el miedo y la ignorancia, disminuyen la vibración y con ello se incrementa el sufrimiento al quedar limitados para enfrentar la existencia.
En este sentido, para aumentar la vibración personal y obtener los beneficios que proporciona, es indispensable acomodar adecuadamente al pasado, es decir, dejarlo precisamente donde está, tomando las enseñanzas que dejó para enfrentar el presente con la sabiduría y el valor que da la asimilación de la existencia vivida.
Acomodar el pasado, es reconocer que efectivamente sucedió, pero que en el presente solo puede tener el poder que uno mismo le dé pues no tiene consistencia en sí mismo. Así el aumento de la vibración personal no depende de circunstancias externas ni de cualidades particulares, sino de la firme decisión de transitar por la existencia con la mayor aceptación y ligereza que se pueda desarrollar.
Ciertamente, en esta tarea el tiempo es un gran aliado, pues va proporcionando mejores criterios de valoración, producto de las experiencias vividas que, con la capacidad de reflexión, pueden ampliar la comprensión de la realidad y desarrollar una mayor consciencia para ponderar de mejor forma las situaciones de la vida, observar con mayor atención los acontecimientos y registrar la forma en que se reacciona ante ellas para encontrar de qué manera puede situarse mejor y tener una vida más plena.
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