Pasajeros en tránsito
Gonzalo Rojas-May

La tierra de los espejos

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Aunque somos en buena parte el problema, somos la mejor solución a la que nuestro planeta puede echar mano. Allí donde el lenguaje se constituye en…

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Lectura: ( Palabras)

Son tiempos nuevos. Estamos viajando definitivamente hacia una nueva época. Una clara señal de ello es que, teniendo un punto de origen bastante nítido, la estación o terminal de llegada se nos aparece, en medio de la niebla que estamos habitando, lejana e indefinida. Así y todo, lo concreto es que, sea cual sea nuestro escenario nacional, comunitario o personal, todos estamos en busca de nuevos destinos donde construir nuestro lugar en la historia. 

Pero éste es no es sólo un tiempo distinto, es sobre todo un interregno cultural, un paréntesis en que las estructuras sociales, como así también la noción de normalidad psíquica se encuentran en permanente cuestionamiento y tensión. Las fronteras de lo posible, y en particular de lo cierto, se han difuminado, abriendo frente a nosotros una dialéctica ambigua que aún no terminamos de comprender.

¿Por qué emprendimos el viaje? La lista de razones es contundente, pero una de ellas, probablemente común a buena parte de la humanidad, ha sido el desmoronamiento del sostén social conformado por utopías políticas, religiones y estructuras de poder explícito y tácito que ordenaban nuestro comportamiento y, en particular, hacían relativamente predecible el devenir. Con todo, la desestructuración de un modelo de “normalidad” no nos es para nada desconocido, hay en nuestra historia común, una larga lista de decadencias y caídas de imperios, civilizaciones y de ideas que, habiendo gobernado por siglos e incluso milenios, han terminado por hacerse añicos dando inicio a nuevos ciclos de razón, creatividad y desarrollo. Sin embargo, hay algo que sí distingue nuestro tiempo: la simultaneidad.

La globalización, y en particular la hiperconectividad tecnológica, han facilitado que nuestras actuales crisis de desarrollen en un espiral continuo en que el tiempo lineal ha acorralado a la temporalidad psíquica. Como sabemos, el razonamiento, individual y colectivo, posee un ritmo propio fundado en variables culturales, pero en particular, en el lenguaje con el que hacemos la interpretación de los hechos.

humanos en el viaje de la vida
Imagen: Ethic.

¿Por qué comenzamos nuestro viaje entonces? Porque hemos querido avanzar vertiginosamente, como la realidad mediática de las redes sociales, para alcanzar una mejor vida para nosotros y ofrecerle un mejor destino a quienes vienen después nuestro. Pero no nos engañemos, no sólo ha sido por razones altruistas que hemos querido cuestionarlo todo. Ha sido también por nuestra sed de trascendencia, por nuestro afán de traspasar los límites de lo posible y, desde luego, intentar alejarnos todo lo que podamos de nuestra sombra permanente: la conciencia de muerte. Es que no sabemos existir de otra forma que no sea dejando una estela en el universo, por más que sepamos que somos y seremos polvo de estrellas, hay algo en nuestro ADN, en nuestras células, hormonas y neuronas que nos lleva siempre a darle lenguaje a lo que soñamos, sentimos y creamos.

Lo sabemos. Son las palabras, ese conjunto de fonemas y grafemas de los cuales estamos hechos, lo que nos distingue de todas las otras criaturas, la naturaleza y la materialidad que nos rodea. No se trata de que seamos superiores a nuestros compañeros seres vivos con los que compartimos el oxígeno de nuestro planeta azul; somos distintos y en buena medida, complementarios. Y aunque tantas veces hemos actuado egoísta y miserablemente entre nosotros y con ellos, también es cierto que sólo nosotros tenemos la posibilidad de transformar el futuro, por ejemplo, al hacernos responsables del rescate de nuestro clima y biósfera. En palabras simples, aunque somos en buena parte el problema, somos la mejor solución a la que nuestro planeta puede echar mano. 

Allí donde el lenguaje se constituye en herramienta, ética, exactitud, flexibilidad, pero también límite, responsabilidad y creatividad, es que aparece la verdadera posibilidad de que este viaje valga la pena. Somos lenguaje que construye y puede aniquilar; pero así también somos matemáticas y, por lo tanto, música; o tal vez viceversa, porque somos capaces de enmudecer, de habitar el silencio, es que somos pasajeros en tránsito, “pasajeros en trance perpetuo, transitando por los lugares ciertos”.  La palabra es fundamento de todo lo que somos.

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